El Frente Amplio UNEN como modelo de desafío al histórico paradigma de la polarización en la sociedad argentina. La búsqueda de la ansiada fraternidad en el disenso.
Comenzar por definir la causa de la Política resulta una obviedad si se pretende comprender cómo son los procesos por los cuales el poder fluye y genera transformaciones objetivas. La Política es una práctica, en esencia, obligatoria para los seres humanos ya que se presume que, a través de ella, pueden lograrse los consensos que permitan destrabar conflictos y concentrar acciones que propendan a resolver los problemas de nosotros, los humanos.
Sin Política no hay acuerdo pacífico posible y mucho menos, Democracia. Cuando la Política agota sus instancias y sus herramientas se tornan inútiles, sucede que la acción violenta gana espacio y dinamita cualquier acuerdo que pretenda ser alcanzado justamente. Esta aclaración, aunque obvia, debiera repetirse como mantra dado que la institución Democracia no existe sin consenso ni respeto por las minorías o por las decisiones de las mayorías (salvo que impliquen inconstitucionalidad concreta), mucho menos, sin respeto por todas las instituciones creadas para su expresión y desarrollo.
La Argentina es un país que ha estado permanentemente dividido por facciones aparentemente irreconciliables, casi siempre fundado en divisiones ideológicas o cargadas de fanatismo, incapaces de plantear un presupuesto básico de hermandad o fraternidad en el disenso como salvoconducto para evitar la catástrofe de la lucha fraticida, tantas veces practicada. Reconocer el germen del autoritarismo y la rebelión a la autoridad o las instituciones en el seno de nuestra sociedad pareciera ser un imposible. Sin embargo, tal realidad no resulta descabellada ante los hechos.
“La realidad es la última razón”, decía Sun Tsu. Quizás sea hora de comprender que la democracia es una forma de vida que nos permite desarrollarnos como sociedad civilizada antes que como enemigos enfrentados por móviles convenientes a un grupo de poder político capaz de manipular consignas (o significantes vacíos como diría Laclau) para alinear a su facción en contra de otros que, lamentablemente, forman parte de la solución y son sujetos de derecho tan válidos como ellos mismos.
En su libro En torno a lo político, Chantal Mouffe, esposa del fallecido filósofo político Sir Ernesto Laclau, decía que el conflicto es tan inherente al ser humano que no puede erradicarse de la escena política por lo que conviene aprovecharse de los clivajes que establece para conformar los flujos de poder que le convengan a quién pretenda hacerse de la hegemonía. Esta mirada no sólo apunta a la definición de facciones apasionadas que siempre se fanatizan, sino que además extiende al seno de las sociedades modernas la necesidad de continuar con el clivaje amigo/enemigo de Carl Schmitt, bajo el pretexto de que sin ese conflicto avivado y potente, el ciudadano se aleja de la cosa pública y se desmoviliza de la política.
El problema sobre cómo alcanzar consensos
Siempre que dos personas tienen que ponerse de acuerdo sobre un tema, lo racional invita a la valoración de los argumentos para que ambos encuentren en la mirada complementaria una solución a su conflicto. El consenso llega cuando se consideran las posiciones y se acepta resignar una visión que resulta equivocada, incompleta o, ante la nueva evidencia, complementaria. Esta práctica implica maduración en la capacidad de resolver conflictos, aceptación del otro, empatía y tolerancia.
Todos estos valores mencionados dan cuenta de una realidad que dista mucho de la que tenemos en nuestra política vernácula. Lo político pareciera estar teñido de mezquindades, miserias, mediocridades y muchas ganas de hacerse millonario a costa de los dineros públicos. La Argentina es un país con una muy preocupante tolerancia a la corrupción y las ventajas individualistas conocidas como “viveza criolla”. Sin capacidad de entendimiento y de resignación de intereses personales por sobre los grupales, la Política pierda su capacidad de resolver conflictos y de transmitir las necesidades que la sociedad reclama en forma de políticas públicas eficientes y eficaces.
Cuando se observa que en la Argentina de la década ganada los índices de pobreza son borrados del instituto estadístico (alguna vez creíble), los reclamos sociales acerca del derecho humano a la seguridad se multiplican más allá de los oportunismos mediáticos que lucran con la empatía hacia el dolor, la Justicia no parece encontrar la forma de realizarse dada la génesis facciosa y corrupta que se ensaña en sus entrañas -logrando que la impunidad se huele en el aire cívico-, los sistemas de salud y educación se encuentran en crisis, con incapacidad de encontrar un modelo moderno y ajustado al siglo XXI, las cárceles continúan siendo una fábrica para el crimen organizado en vez de institutos de resocialización, el narcotráfico avanza a expensas de alianzas con cierta casta política que les garantiza blindaje judicial, económico y desarrollo territorial, no tenemos más que declararnos derrotados y patear el tablero.
Una alianza siempre implica una toma de posición conjunta acerca de ciertos ejes temáticos y, por sobre todas las cosas, implica sujeción a derecho. Ninguna experiencia exitosa de alianza política ha tenido lugar si su armado no logró consolidar un paquete mínimo de coincidencias básicas y una estrategia política de distribución concreta de las acciones mejor representadas por cada de sus partes.
El Frente Amplio UNEN aparece como una novedad política de la centro-izquierda que pretende comenzar a recorrer esos espacios de consenso necesarios para que la Política logre validar el necesario camino de la institucionalidad bajo la premisa de la fraternidad en el disenso. Su base republicana y respetuosa de las instituciones que asisten a la democracia es su mayor divisa.
Si logran imponer un esquema de trabajo coordinado, fortaleciendo la experiencia de cada expresión interna, si impulsan un criterio común de coincidencias republicanas y democráticas que impliquen atender los problemas que la sociedad expresa a gritos, si entienden a las demás fuerzas como partes integrantes de un sistema de partidos que necesita ser rescatado de su agonía, si se miran a los ojos como adversarios y no como enemigos, y si su comunicación se torna clara y contundente, las chances de victoria en 2015 para la nueva coalición de centro-izquierda serán mayores y sin dudas, implicarán que el próximo Presidente de todos los argentinos, gobierne en una coalición beneficiosa para toda la sociedad, sea del signo político que triunfe. La revancha, para todos, pasará por salir de la anomia en la que nos encontramos inmersos y transitar el camino que hay por delante bajo una misma bandera, la argentina.