En la madrugada del domingo, la Convención Nacional Radical, reunida en Gualeguaychú, definió por amplia mayoría, casi 60% de los votos, que el partido centenario va a participar de una interna competitiva con sus próximos socios de la Coalición Cívica-ARI y el PRO.
Antes de entrar en un análisis puntual sobre las consecuencias de lo decidido en la Convención, es importante comprender por qué un partido como la UCR se ha tornado tan relevante en el armado de la oposición que desea ser opción de gobierno al kirchnerismo.
El gran politólogo italiano Giovanni Sartori proponía para considerar a un partido político que cuente, dos simples cuestiones: estas son capacidad de coalición y chantaje.
1-Capacidad de coalición significa que un determinado partido es relevante si al concretar acuerdos con él, queda asegurada la victoria en las elecciones.
2-Capacidad de chantaje es aquella que torna a un partido importante en función de que su ausencia en una coalición posible, limita el camino para ganar una elección.
La UCR no es un partido centenario y nada más, es el único partido institucionalista que tiene la República Argentina. Y el sábado brindó un espectáculo de entendimiento partidario basado en la democracia republicana donde se discutió con claridad las opciones de una necesaria construcción de alianzas orientadas a ganar el Gobierno de la Nación, y expandir las capacidades territoriales tanto en legislaturas como en gobiernos provinciales y municipales.
En contraposición, recordemos que el mismo día, en la sede del sindicato del vidrio en Avellaneda, Duhalde se erigió como el presidente de una suerte de “PJ bis” en una reunión a la que el kirchnerismo intentó, por todos los medios, anular, despreciar y bloquear desde la Justicia. Todo lo contrario de institucionalidad y vida interna que pudo verse en más de 12 horas de debate en Gualeguaychú.
La UCR quiere imponer su renovada capacidad de coalición y de chantaje. Coalición que quedó definida en el marco de una “jerarquización” con los partidos PRO y CC-ARI. Y el “chantaje” estuvo a la vista por todas las operaciones que se sucedieron en los últimos días con emisarios del PRO y del Frente Renovador que transmitían los mensajes de sus jefes políticos hacia el indispensable entendimiento que provocara esas coaliciones preferidas.
Podemos hacer un punteo de las definiciones políticas que se desprenden de la histórica decisión de la UCR en la Convención de Gualeguaychú, de cara a las próximas elecciones y el próximo gobierno constitucional que pueda surgir de las mismas:
- Al no tener poder y armado territorial propio, el PRO y el Frente Renovador no pueden aspirar a gobernar el país sin la UCR o el PJ. Esto implica reconstruir el sistema de partidos sobre los esqueletos del bipartidismo pero en un multipartidismo moderado.
- El próximo gobierno es de coalición y de centro dadas las tensiones entre las coaliciones posibles, imaginando la configuración del Congreso, incluyendo al PJ y sus aliados. No hay espacio para aventuras extremas, sean populistas o neoliberales.
- Si Scioli no logra emanciparse de CFK, la coalición republicana CC-ARI/PRO/UCR será gobierno. Y CFK habrá logrado su cometido de ir por el “Operativo Clamor 2019”. Su idea de dejar ganar a Macri para eclipsar al PJ y erigirse como la única interlocutora de la oposición la enfrenta cada vez más con Scioli y todo el PJ de paladar negro.
- Si Scioli y Massa logran acordar ir juntos con la propuesta que descartó el gobernador en julio de 2013 tendrán grandes chances de ser gobierno y la elección se polarizará entre el clivaje “democracia populista – versus democracia republicana” como en décadas pasadas.
- El socialismo, el GEN y los demás partidos de centro izquierda han perdido una posibilidad objetiva y concreta de ingresar a un acuerdo republicano para reconocerse como partidos, ya que no han podido demostrar capacidad de coalición ni de chantaje.
Es para destacar y celebrar que la UCR haya decidido transmitir en vivo y en directo su Convención. Está claro que el mensaje de institucionalidad y abrazo a la democracia que convoca a todos y que escucha a todas las partes, sean del agrado o desagrado para cualquier oyente, implica asumir un cambio en las reglas del juego que demanda este momento histórico.
El próximo gobierno será de coalición, tendrá un enorme desafío orientado a recuperar los controles y balances del sistema republicano y comenzar a migrar el sistema burocrático tradicional hacia una nueva matriz de administración basada en el Gobierno Abierto, más cercana al ciudadano, de cooperación y transparencia, orientada a la construcción de una ciudadanía comprometida y fiscalizadora de la acción política para beneficio de toda la sociedad.