Debo confesar que el box no es uno de los deportes que más me gusta ver. Pero encontré en esta disciplina el ejemplo perfecto para analizar la situación que le toca vivir al actual jefe de gabinete, el ”Coqui” Capitanich. Como en todo combate pugilístico, a medida que transcurren los rounds, los boxeadores luchan por doblegar a su rival. A medida que van llegando a los últimos asaltos, el desgaste se hace cada vez mayor, les cuesta mantenerse en pie, y aguantar los embates del oponente se vuelve una tarea cada vez en más complicada. De a poco la estrategia delineada antes de subir al cuadrilátero va quedando en el camino.
Con su más que controvertida gestión como gobernador de Chaco sobre sus hombros, es como llegó el “Coqui” a la gran ciudad, y sin muchos prolegómenos lo subieron al ring de la política nacional, con el objetivo de plasmar su impronta fresca y renovada, en un gobierno más que desgastado y que a gritos pedía un cambio de aire. Así fue. Desde el primer round salió a buscar a su rival. En este caso representados por el periodismo, ciertos sectores del empresariado argentino, gremialistas, gobernadores y políticos de distinto signo y color. Con todos ellos se juntó. Tratando de mostrarse ejecutivo, en poco más de una semana había agotado una agenda que la presidente no había tenido en más de 6 años.