La vía del cambio

Para promover cambios, primero tenemos que conocer cuál es la realidad nacional. Argentina ha dejado de ser un país con un sistema bipartidista. Hoy, la gran cantidad de fuerzas políticas y la presencia omnipotente de un partido predominante como el peronismo conspira contra quienes creemos en la institucionalidad. Este sistema, con un partido macrocefálico y partidos fragmentados condujeron a una Argentina centralista, con concentración de poder, con caudillismos y sus consecuencias sociales: pobreza y un desarrollo con baja competitividad y productividad. Es decir, un sistema político que es a la vez fragmentado y hegemónico y sobre todo ineficiente para construir un futuro de progreso permanente.

Las principales características del peronismo se exhiben en la búsqueda de pretender ser oficialismo y oposición, izquierda y derecha, simultáneamente; lo que coloca al sistema en enorme peligro, donde no hay debates para la alternancia y la sucesión en el poder, porque todo queda en familia. El 2003 nos dejó una clara muestra de cómo se opera internamente. El primero y el segundo fueron peronistas con un prefijo distinto al sufijo “ismo”. De Menem a Duhalde; de Duhalde a Kirchner. Una vez en el poder buscó consolidarse hegemónicamente al interior del movimiento y asimilando los territorios radicales, socialistas, liberales y de izquierda: navegó por la llamada “transversalidad”, a conquistar nuevos continentes políticos.

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