La visita del presidente Barack Obama a Cuba obliga a un examen apresurado de la forma en que ambos Gobiernos han tratado sus diferencias de más de medio siglo.
Estas dos capitales representan modelos ideológicos, políticos y sociales antagónicos. Sin embargo, no significa que sus respectivos pueblos sean enemigos, como han sido sus líderes por décadas, a pesar de que desde La Habana se instrumentó una política estatal contra Estados Unidos y lo que representa.
La enemistad entre ambos Gobiernos estuvo signada por la violencia. La Casa Blanca se empeñó en destronar a la dinastía de los Castro, pero el clan de Biran, aun antes de llegar al poder, había manifestado que su verdadero enemigo sería Estados Unidos en cuanto triunfara la insurrección.
Si Washington instruyó, armó y financió operaciones militares contra la dictadura castrista, sus enemigos de Cuba apoyaron de diferentes maneras a todos los grupos antisistema que operaron en ese país, entre ellos, los Panteras Negras, los Macheteros y los Weatherman, por sólo mencionar unos pocos de una larga lista. Washington también fomentó fórmulas para contener el expansionismo castrista. Decretó un embargo como política de contención y dictó leyes con el objetivo de reducir la capacidad de acción de la dictadura insular. Continuar leyendo