Hay quienes optan por callar y justificar los errores y las faltas en las que incurren personas u organizaciones con las que comparten un proyecto, conducta que se corresponde con la frase: “La ropa sucia se lava en casa”; una opción muy discutible, porque es contraria a la necesaria transparencia en la gestión pública.
Esta consideración es consecuencia de que un sector de los activistas pro democracia en Cuba rechaza los cuestionamientos y las críticas de que son objetos algunos dirigentes que, dentro o fuera de la isla, enarbolan propuestas y estrategias que tienen como objetivo derrocar al régimen de los Castro.
Los opositores, sin que importe el lugar donde operen, no son perfectos. Erran como cualquier hijo de vecino y, como figuras públicas, su actuación puede y debe ser cuestionada si las circunstancias lo ameritan.
La gestión pública implica victorias y fracasos, en consecuencia, en el trayecto se ganan partidarios y adversarios y, en muchas ocasiones, enemigos. Los que asumen posiciones de liderazgo, incluidos los que han llegado a distinguirse por casualidad o por reflejo de influencias de terceros, están obligados a tomar decisiones, lo que genera un porcentaje de aciertos y errores en sus acciones. Continuar leyendo