Durante el aniversario del Plan Colombia, por medio del cual Estados Unidos facilitó al Gobierno de Bogotá recursos para combatir la insurgencia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hicieron público a través de uno de sus comandantes lo que podría interpretarse como un nuevo plan, en el que, por supuesto, las FARC resultarían beneficiadas.
Este planteamiento del comandante Pastor Alape demuestra que el grupo guerrillero que en el pasado encarnó una propuesta política antidemocrática —pero fundamentada en una ideología—, aparte de mutar a fuerza terrorista enraizada en el narcotráfico, está dispuesto a convivir con su enemigo más acérrimo si esa cohabitación está respaldada por grandes cantidades de dinero.
Durante décadas, las FARC proclamaron orgullosa y estentóreamente su hostilidad hacia Estados Unidos y los valores que esa nación representa. Sin embargo, llegaron a la conclusión de que las diferencias podían ser superadas si Washington paga la consolidación del proceso de paz, financiamiento que repercutiría favorablemente en los bolsillos de los comandantes.
Para los jerarcas de la narcoguerrilla, lo importante es el cash. Los que cayeron defendiendo los postulados que las FARC enarbolaron en el pasado no cuentan, porque las propuestas ideológicas, a pesar de estar sostenidas en los fusiles, nunca lograron arraigar en el pueblo colombiano. Continuar leyendo