Venezuela, desde el triunfo del chavismo y el empeño de la oposición en derrotar ese proyecto populista dentro del marco constitucional, se ha convertido en una especie de laboratorio social en el que diferentes fórmulas políticas concurren con resultados previsible, pero también inesperados.
Es una realidad, pero a costa de las dolorosas contracciones de la sociedad venezolana, los pueblos de América podrán aprender cómo evitar que regímenes autocráticos con base popular lleguen al poder, y las medidas a tomar para derrocarlos en caso de que eso suceda, sin tener que recurrir a la violencia.
También los políticos y los académicos venezolanos están en óptimas condiciones para instrumentar una estrategia que tenga como objetivo formar y educar al electorado en la desconfianza hacia políticos ocasionales o de profesión, que prometen resolver los problemas del país sin presentar soluciones reales.
Este es un aspecto clave, porque la única fórmula que inocula contra el mesianismo es que el elector tome conciencia de que denunciar las dificultades no significa su solución, que las propuestas deben ser concretas y realistas. Continuar leyendo