Todos los días me levanto temprano y para llegar al centro a la oficina paso un buen tiempo viajando en el transporte público. Como la gran mayoría de los porteños. Como todos, hay días que arranco con pilas y otros en los que me cuesta más. Pero aprendí a siempre tratar de encarar el trabajo con ganas. Porque si la gente te ve proactiva y feliz con lo que hacés lo que devuelvan va a ser siempre positivo.
Pero hay un momento todos los días que realmente me deprime: cuando me siento a leer el diario gratuito El Argentino que reparten en el subte, llego a su última página y me encuentro con la columna de Jorge Giles.
Leer sus reflexiones significa decepcionarme un poco cada día. Pero no puedo dejar de hacerlo. Quiero entender, y muchas veces no puedo, cómo alguien puede escribir así sin al menos un poco de ironía… o culpa. No puedo creer que él sienta todo lo que escribe. El odio visceral que demuestra en sus palabras y la increíble distancia entre la realidad y lo que él ve bajo su prisma militante me genera fastidio pero también fascinación. ¿Cómo se puede llegar tan bajo?
Giles es actualmente un periodista que escribe en medios oficialistas. Fue diputado frepasista, director del Instituto Nacional de la Administración Pública e incluso antes de sumarse al kirchnerismo perteneció al ARI de Elisa Carrió. Es hoy un ejemplo claro del “periodismo militante”.
Me imagino que escribir todos los días le debe resultar un ejercicio sumamente difícil. O vive en un mundo paralelo, ese en donde con 6 pesos al día uno se alimenta, tan sólo 6 de cada 100 argentinos son pobres y se festeja el triunfo en la Antártida, o no puede evitar reírse de la interminable lista de mentiras que publica. O simplemente su fervor partidario lo lleva a construir un relato poco coherente y rimbombante en donde el país vive una épica entre los salvadores y los enviados del diablo en la tierra. Cualquier cosa con tal de servir a una causa que, ya quedo claro, no tiene norte.
Es claro que la importancia de las columnas de Jorge es ínfima. La gente ojea el diario en el subte y no repara en sus observaciones. Pero es un síntoma de el país en el que vivimos el mero hecho de que exista tal espacio. Jorge insulta, miente, aporta datos falsos respaldados en la vergüenza que es el Indec.
Días antes de las PASO Jorge llamó a votar por el Gobierno Nacional al dividir en dos las razones detrás del voto: aquellos que votan “a favor de la vida” y los que son “cómplices de la dictadura”. De un lado la verdad, el amor y el que “está con Víctor Hugo Morales” y del otro lado la mentira, el pasado y la violencia. ¿Giles piensa que tiene el derecho de clasificar a los argentinos entre traidores y los poseedores del amor? ¿Cree realmente en lo que dice?
La gente está en otra. Giles no le habla a nadie, como la gran mayoría de los medios mantenidos por el gobierno.
Lo increíble, es que la misma lógica y el mismo léxico que utiliza Giles desde sus columnas se vea replicado en el Gobierno Nacional.
Como cuando la Presidenta ningunea el resultado de las elecciones y maltrata a los ciudadanos que no votaron como ella quería y los insulta en público. O cuando nos encontramos con un documento firmado por el Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, en el que se utilizan términos como “sicario mediático” respondiendo a un informe periodístico. Con el que se puede estar de acuerdo o no. Pero la respuesta del oficialismo, responder desde Twitter a las 11 de la noche y denunciar un intento de “golpe institucional a la democracia”, nos habla de lo lejos que se encuentran de la realidad y las necesidades de la gente.
Mi intención no es poner en un rincón a Giles y acusarlo. No es importante eso. Lo que sí es importante es darnos cuenta lo perjudicial que es para todos la escalada de agresiones que encaró este gobierno. A Jorge le diría que el amor vence al odio, que no importa cuánto agredan, cuánto maltraten, cuánto dividan a la sociedad, etc. El camino está por otro lado.
Mucho se dice sobre la juventud en la política hoy en día. Pero no tenemos que repetir los errores de los que vinieron antes que nosotros. Juventud ni siquiera es una cuestión meramente de edad. La juventud está en arriesgarse, discutir con honestidad, pelear por lo que queremos, por el otro, por un futuro que nos incluya y por un país que esté listo para las transformaciones que vamos a llevar a cabo.