En esta atribulada zona del mundo nada es sencillo ni homogéneo, porque hay allí otras minorías religiosas que tienen un lejano parentesco con el judaísmo, el cristianismo y el Islam, además de haber recibido influencias del zoroastrismo, gnosticismo y maniqueísmo.
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Cristianos perseguidos en Medio Oriente
La guerra civil en Siria, que ya contabiliza 170 mil muertes y unos dos millones de refugiados, más los recientes avances en territorio iraquí del autoproclamado Estado Islámico, han puesto en primera plana la persecución a las minorías cristianas en Medio Oriente. No se trata de un transplante europeo, sino de población autóctona que nunca abandonó la fe de sus ascendientes, abrazada hace dos mil años. Fue en esas latitudes donde nació y se desarrolló el cristianismo, donde prosperaron varias iglesias que se desgajaron del tronco único al calor de debates teológicos. En disidencia con el Concilio de Éfeso, del año 431, siguió su propio camino lo que en Occidente se conoce como el nestorianismo, cuya expresión en Irak es la Iglesia Asiria del Oriente. Veinte años más tarde y por oposición al Concilio de Calcedonia del año 451, que postuló que Jesús tiene dos naturalezas, divina y humana, se apartaron los monofisitas –iglesias no calcedónicas-, cuyas expresiones son las iglesias coptas de Egipto, Eritrea y Etiopía, la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Ortodoxa Siriana, en Siria e Irak.
En ese Oriente tan cercano gobernó el Imperio Romano de Oriente o Bizantino, cuya religión oficial era el cristianismo ortodoxo, que tenía sus patriarcados en Constantinopla, Alejandría y Antioquía. En el siglo VII, los imperios Bizantino y Persa libraron una larga guerra que los debilitó, circunstancia que fue aprovechada por los árabes, portadores de una nueva religión revelada: el Islam. Muchos antiguos cristianos adoptaron la religión del vencedor, por lo que aquellas poblaciones otrora creyentes en que Jesús era el Mesías, mayoritariamente se volcaron hacia la revelación proclamada por el Profeta Muhammad, o Mahoma. Comenzó un largo proceso de arabización, pero las antiguas iglesias cristianas conservaron sus lenguas rituales como el arameo, el siríaco y el griego. Cristianos y judíos actuaron como funcionarios en los nuevos reinos musulmanes que emergieron, e introdujeron la filosofía y el conocimiento clásico al mundo islámico.
Algunas de las antiguas denominaciones del cristianismo oriental reconocieron, siglos después, la primacía del Papa en Roma, y fue así como se formó la Iglesia Católica Caldea, que es la mayoritaria entre los cristianos de Irak. Y ya en el siglo XIX, se introdujeron las concepciones reformistas de los luteranos y anglicanos, haciendo más complejo el mosaico del cristianismo en Medio Oriente. Así, pues, encontramos en la región cinco grandes vertientes: ortodoxos, nestorianos, monofisitas, católicos y protestantes. En el actual Líbano, las estimaciones demográficas varían entre un mínimo de 30% y otras fuentes que sostienen que las denominaciones cristianas constituyen la mayoría de la población. En Egipto, en tanto, los cristianos coptos vieron reducida su libertad durante la presidencia de Muhammad Mursi, líder de los Hermanos Musulmanes, depuesto por las Fuerzas Armadas en julio del 2013.
Los regímenes autoritarios de Hafiz al Assad y Bashar al Assad, en Siria, y el de Saddam Hussein en Irak, fueron laicos y nacieron al calor del nacionalismo árabe, por lo que lo religioso quedó relegado al ámbito privado. La minoría cristiana en Siria, que es aproximadamente el 10% de la población, es una de las víctimas de las facciones islamistas radicales en la guerra civil, y esto se está replicando ahora en Irak. En el siglo XIX, tanto el Imperio Ruso como Francia solían intervenir en el Imperio Otomano para proteger a los cristianos ortodoxos y católicos, respectivamente; y la estrecha relación del país galo con los cristianos libaneses se mantuvo durante el siglo XX. Pero hoy ya no hay ninguna nación que se proclame protectora de las minorías cristianas en la región.
Los cristianos del Medio Oriente se debaten entre la emigración al Occidente, la conversión –forzosa o por conveniencia- al Islam o la aceptación de regímenes autoritarios laicos que no se entrometan con su fe. Cada vez más reducidas, estas iglesias aún preservan un patrimonio teológico, histórico, lingüístico y arquitectónico de tremendo valor para conocer el cristianismo de los primeros siglos. Una versión minoritaria -pero fuertemente armada y organizada- del Islam está diezmando la población cristiana en el Medio Oriente a través de ejecuciones, crucifixiones o expulsiones, tal como en estos días ocurrió en Mosul, en el norte de Irak. Muy lejos de la convivencia religiosa que hubo en la región durante siglos, una fuerte ola anticristiana está azotando a Medio Oriente, África y también en Asia Oriental.
Los cristianos orientales son un puente de conexión y diálogo entre los mundos árabe-musulmán y occidental, un canal de comunicación imprescindible para superar siglos de mutua incomprensión, brechas idiomáticas y cosmovisiones diferentes.