La amplia mayoría de la comunidad internacional vuelve a reclamar en la IX Conferencia de Examen del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) la completa eliminación de las armas nucleares y un régimen de no proliferación, vertical y horizontal, que asegure eficazmente ese objetivo. Se reconoce que dicho armamento, por sus efectos de aniquilamiento, son contrarios al derecho internacional y al derecho humanitario internacional. El Secretario General de las Naciones Unidas ha afirmado que “un mundo libre de armas nucleares es una prioridad para la ONU y sería un bien púbico mundial de primer orden”.
La sesión inaugural contó con la presencia de los Cancilleres de la mayoría de los países. Fue decepcionante que la Argentina no haya sido representada a ese nivel. La ocasión diplomática lo merecía. Es la actualidad es indispensable mayor presión internacional para que las potencias poseedoras de estos artefactos den cumplimiento al TNP, en particular de países que integran zonas libres de armas nucleares como es el caso de América Latina a través del Tratado de Tlatelolco.
Es evidente que mientras existan estas armas el peligro que sea objeto de una detonación, accidental o intencional, seguirá latente. Ese riesgo sería una catástrofe de consecuencias incalculables para todos los países del mundo. Nadie, ni ninguna región del mundo, estaría exento de las consecuencias. Sin embargo, lamentablemente no existen mayores esperanzas que la Conferencia produzca resultados que puedan ser considerados alentadores para el propósito de iniciar un ciclo de desarme nuclear conforme a los objetivos del artículo VI del TNP.
La frustración diplomática tiene antecedentes. Hace cinco años se acordó por consenso un Plan de Acción de 65 compromisos que ni siquiera han sido mínimamente considerados. Por el contrario, el cuadro general en lugar de acercar la posibilidad del desarme nuclear, se ha alejado. Naciones Unidas ha denunciado que los arsenales existentes han crecido en número y calidad. También ha destacado que los programas de modernización de los arsenales existentes apuntan a un mayor control de los efectos radiactivos y, en ese marco, han aumentado de manera considerable las amenazas de utilización en futuros conflictos.
El grado de confrontación entre Estados Unidos y Rusia ha alentado el nuevo ciclo armamentista nuclear. Si bien ambas potencias se encontrarían aplicando el Tratado del 2010 sobre Reducción de Armas Estratégicas, no están negociando futuras reducciones de los arsenales ni limitación en las modernizaciones. Tampoco el resto de los países poseedores de estas armas han reducido o limitado los respectivos arsenales. Se estima que Francia dispondría de 300 y el Reino Unido y China de 240 respectivamente. Pakistán e India contarían con 110. Israel entre 200 y 400. Corea del Norte 10. Asimismo, un número no determinado de armas nucleares, se encontrarían desplegados en 15 países. También en mares y océanos, incluyendo quizás el Atlántico Sur.
La urgencia y prioridad que merece el desarme nuclear exige que todos los países levanten la bandera de la no proliferación de las armas nucleares. Ha sido lamentable que el Canciller argentino no haya estado presente. Nuevamente el mensaje diplomático, como ha ocurrido con otras cuestiones relevantes como ha sido el de la lucha contra el terrorismo internacional, es perplejo.