El uso de armas químicas en Siria, según la denuncia de Médicos sin Frontera con la muerte por asfixia y otros efectos tóxicos de más de un millar de personas, podría ser el germen de una guerra de dimensiones regionales y graves consecuencias internacionales para la paz y la seguridad internacional. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que preside Argentina en el mes de agosto, se ha reunido en varias ocasiones sin mayores resultados por las diferencias entre las principales potencias. La Argentina, sin embargo, en ningún momento adoptó la iniciativa de convocar una sesión de emergencia del citado órgano frente a los graves hechos denunciados, que son investigados por un equipo técnico enviado por el secretario general de la ONU, sino que las reuniones tuvieron que ser solicitadas expresamente por Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Corea del Sur y Luxemburgo.
Tampoco ha sugerido un curso de acción diplomática para romper el impasse, pese a la reciente presencia de la presidenta de la Nación al inaugurar la presidencia argentina al único órgano multilateral con la responsabilidad primordial de preservar la paz y la seguridad internacional. La pasividad argentina, en ese contexto, es interpretada como un apoyo a la visión reticente de Moscú al tratamiento de la cuestión como a la insistencia que las armas químicas fueron lanzadas desde posiciones ocupadas por las fuerzas opositoras al régimen de Al Assad. Ya hace aproximadamente un mes, en oportunidad de la visita a Buenos Aires del canciller ruso, Serguei Lavrov, la Argentina había firmado un comunicado conjunto en el que avalaba esencialmente la posición de Rusia en el conflicto sirio. El comportamiento de la Argentina en el Consejo de Seguridad, que podría calificarse de burocrático, podría obedecer a las coincidencias con Moscú contenidas en ese documento.