El desembarco de China en América Latina es cada día más significativo. El principal instrumento estratégico es un sistema de flujos financieros de la banca estatal enfocados principalmente en la energía, minería, alimentación y servicio financieros. El movimiento ha sido impulsado por la fortaleza del yuan y el plan de reformas de Beijing que estimula que un enjambre de empresas públicas y privadas salga de compra al exterior. Según la Universidad de Boston, entre el 2005 y el 2013 China efectuó inversiones en la región por 102 mil millones de dólares. Otras fuentes confiables, en virtud de las mecánicas financieras de las operaciones, triplican esta cifra.
El objetivo principal de la fiebre inversora ha sido el petróleo con tres empresas (CNPC, Sinopec y Cnooc) que se disputan el sector. En Venezuela, CNPC se encuentra invirtiendo, entre otros, 30 mil millones de dólares en la faja petrolífera del Orinoco. En Brasil, Sinopec adquirió el 40% de Repsol Brasil y la portuguesa GALP. En Argentina, Cnooc se han convertido en la segunda petrolera en importancia detrás de YPF.
De acuerdo a la Cámara de Comercio del Perú, China controla hoy un 33% del sector mineral peruano. Una situación similar se estaría dando en Chile. En otro ejemplo, la empresa estatal Cofco adquirió el 51% de la empresa Nidera para operar como exportadora de cereales y expandir actividades en semillas, biotecnología y nutricios de cultivos, además de la comercialización de aceites comestibles.
La próxima visita del Presidente de China a la Argentina puede dar lugar a nuevas incursiones del gigante asiático en áreas consideradas por Beijing como estratégicas. Ninguna parece incluir valor agregado en beneficio de la economía receptora. La lista incluye, por ahora, las represas hidroeléctricas en la Patagonia como agilizar la modernización del Belgrano Cargas para asegurar la salida de las materias primas que le compre a la Argentina o produzca, eventualmente como lo hace en Ucrania, por sus propios medios.
La duda, entre otras, es si América Latina está políticamente preparada para recibir una catarata de presencia China que lo hace conservando su estilo y características particulares. También si, por la avidez latinoamericana por recibir inversiones, tiene la suficiente capacidad de defender adecuadamente los intereses de desarrollo a largo plazo sin comprometer autonomía y la diversidad de las relaciones exteriores.
Este intenso proceso de inserción regional liderado por una economía dirigida es una poderosa arma diplomática. La historia muestra como la complementariedad económica puede generar dependencia estructural. Es de esperar que América Latina haya aprendido de la experiencia con el Reino Unido a partir del siglo XIX para evitar encontrarse en una situación de efectos similares. En el mundo de hoy, sin las previsiones diplomáticas adecuadas, esta circunstancia sería un poco más complicada como delicada