La situación en Venezuela estremece a toda la comunidad democrática internacional y, por el alcance de los últimos acontecimientos, necesita de urgente asistencia regional. El asesinato de un líder político opositor en víspera de elecciones legislativas no es un hecho aislado. El terrible suceso criminal, que no puede quedar impune, se da en medio de una serie de graves persecuciones contra diversos dirigentes en lo que parece ser una estrategia que procura amedrentar y generar un clima temor. Tampoco es aceptable que el Presidente de Venezuela siga poniendo a las movilizaciones piqueteras por encima de las urnas o amenace con no cumplir con el resultado electoral. La democracia en Venezuela se ha transformado en un lamentable ejercicio de fuerza, violencia y miedo. El pronóstico no puede ser más oscuro.
La magnitud de lo que está ocurriendo hoy en Venezuela, como la fractura de su sociedad, no permite que América Latina siga ignorando la situación. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, ha señalado la necesidad de actuar ya, además de advertir sobre los riesgos de la escalada indeseable de violencia y la creciente violación a los derechos humanos. También ha afirmado: “Cada muerto en Venezuela duele en todas las Américas”. Continuar leyendo