La incansable agenda ecuménica de Francisco, que suele abarcar desafíos tanto confesionales como políticos, enfrentará en los próximos días las inevitables ansiedades diplomáticas de la Argentina y del Reino Unido, aun cuando ambos países saben que El Vaticano mantendrá siempre una posición de imparcialidad sobre el fondo de la disputa de soberanía. También que Francisco no alterará esa tradición a pesar de su firme convicción, como lo expresara siendo Cardenal Primado, de que las Islas Malvinas son “una herida que no termina de cicatrizar”. Tampoco de a quién pertenecen.
Francisco es consciente de que a la Reina Isabel II le está vedado hablar de temas políticos y en particular de política exterior. Tampoco es su costumbre incomodar con imprevistos. Menos aun con temas tan terrenales. Sin embargo, es probable que su vocación por la paz, la amistad y el dialogo sea referencias expresas durante la visita de Isabel II en una contribución para intentar cerrar heridas como las de estas tres décadas de desencuentros.
Londres y Buenos Aires harían bien de mantener la calma diplomática. Ni el Papa, ni el Vaticano necesitan que se les recuerde su responsabilidad internacional. Tampoco al Papa su argentinidad. Es por ello que resulta doblemente desafortunada la decisión de Buenos Aires de enviar a un emisario a Roma que, en virtud de la oportunidad y el cargo que detenta, es inevitable asociar con la próxima visita de la Reina.
Es necesario confiar en la sabiduría del Santo Padre. Nadie en el Vaticano conoce mejor la historia y los avatares de Malvinas. También las necesidades políticas. Consecuentemente, no necesita que se le reitere lo obvio.
Es de esperar que tanto Buenos Aires como Londres sean receptivos del probable nuevo clima de reconciliación entre argentinos y británicos, entre las islas y el continente, que intentará impulsar Francisco con mensajes de amistad y afecto concordantes con los Evangelios.
La diplomacia en ambas capitales en torno a Malvinas solo necesitaría, con inteligencia e imaginación, aprovechar esas circunstancias. Es hora de que lo hagan para iniciar un nuevo comienzo.