El 20 de enero de 1961, John F. Kennedy, en su discurso inaugural, nos dejaba aquella impactante frase que luego con los años se haría famosa: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”. Desgraciadamente, entre los argentinos, ese buen consejo no tuvo la debida recepción. Con tan sólo revisar la conducta de muchos de nuestros funcionarios, pronto se advierte que están mucho más preocupados en cómo beneficiarse a expensas del país que por ayudar al país. Buena prueba de ello son y han sido las reelecciones indefinidas. Perdurar y repetirse en la función convierten al funcionario en dueño del cargo y de lo que ello representa, en detrimento de la función a cumplir. Obsérvese solamente lo que ocurrió, verbigracia, en la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), inescindible de la persona de Julio Grondona. O lo que sucede en muchas provincias, donde el apellido del gobernador se termina confundiendo con el de la provincia.
En la política argentina, desde hace muchísimos años, los apellidos se repiten sin cesar. En todo caso, parecería cobrar vida aquella famosa frase del científico francés Antoine Lavoisier: “Nada se crea, nada se pierde… todo se transforma”. Gobernadores que luego son senadores, más tardes ministros, un poco después intendentes, y así se viven transformando. Ejemplos abundan. Mismos nombres, siempre funcionarios. Esta es la explicación, por cierto, de que hayamos sido testigos de situaciones tan bizarras, tales como ver aplaudir de pie la declaración del default y más tarde volver a ver en el mismo recinto y a los mismos actores aplaudir de pie la salida del default. O a los responsables de producir una de las mayores inflaciones del mundo cuando estuvieron en el Ejecutivo, ahora desde el otro lado del mostrador, pero siempre, por supuesto, dentro de la órbita estatal, rasgarse las vestiduras criticando la inflación que otrora supieron conseguir. Casi se podría decir que el Estado les pertenece; de una manera u otra, ellos siempre están y son los que aplauden con la misma vehemencia ir para un lado u otro. Da lo mismo. La consigna es estar. Aquel famoso eslogan de una conocida tarjeta de crédito parece haberse impregnado en los funcionarios argentinos: “Pertenecer tiene sus privilegios”. Continuar leyendo