Pareciera que vuelve a ponerse en el tapete la utilidad o no de “un poco de colimba“. Sin ir mas lejos, algo así fue planteado hace unos días por el Intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino; lo que me provoca alguna reflexión.
Si algo antes equiparaba y nos daba la misma “identidad” a todos los argentinos, eso era la “colimba”. Alcanzaba por igual a los que más tenían, como a los que menos. Pero todos bailábamos al compás de la misma música; nos integrábamos unos con otros. Compartíamos todo y nacían amistades que duraban años, no importando el origen de cada uno. Ciertamente esa “música” que en su inicio debe de haber sido genuinamente honesta, “servir a la Patria“, con el correr del tiempo se fue deformando y se convirtió en estar al servicio del general o de la familia del general de turno, desvirtuando la finalidad o el objetivo primario y último del servicio militar; ello mas allá de los excesos que ciertamente, también los hubo. Pero lo que no estaba entonces en tela de juicio, era que el Ejército era uno solo, era el Ejército de la Nación Argentina, y todos confluíamos de alguna manera, orgullosos en él. Para algunos, era la primera aproximación a un par de zapatos, a un cepillo de dientes, a un libro; para otros, un primer baño de “realidad”. Pero para todos, servir a la Patria era motivo de orgullo.
Eso hoy se ha perdido, ya no existe. No hay un Ejército que nos identifique a todos por igual; para un sector de Madres de Plaza de Mayo, con Bonafini a la cabeza, estamos en presencia del “Ejército del pueblo”, que se identifica con la Cámpora y que da sus primeros pasos de graduación trabajando juntos en las villas. Para otro sector de Madres de Plaza de Mayo, se trata del Ejército de Milani, a quién ponen en igualdad de condiciones con Videla, y por tanto objetan y tildan de genocida. En ningún caso existe unidad de criterio en considerarlo el Ejército de la Nación Argentina,
Con nuestra juventud sucede que también se ha ido perdiendo unidad e identidad. Cada vez son mas los jóvenes que pretenden otra “nacionalidad”. Colas y colas en embajadas peleando por una nacionalidad distinta de la argentina. Hoy son muchos los que prefieren ser “europeos” antes que argentinos. Del otro lado del mostrador, encontramos esa generación que hemos dado en denominar “ni ni”, que son los que no encuentran una posibilidad ni estudiando ni trabajando. Por motivos obvios, también ese sector de la juventud ha perdido el “orgullo” de ser argentina. Los que tienen una posibilidad se quieren ir o prefieren ostentar o presentarse al mundo bajo otra nacionalidad; los que no tienen ninguna posibilidad tienen el rencor natural hacia aquel que los ha privado de oportunidad. Lo cierto es que pareciera que nuestra juventud ha perdido el orgullo de ser argentina; ni que hablar de “servir a la Patria”.
Esto es lo que sucede y lo que nadie dice. Se habla falsamente de la década ganada, pero la verdad es que es la década en la que le hemos robado a nuestra juventud el orgullo de ser argentinos. Es la década en la que hemos destruído nuestras Instituciones. Es la década en la cual un plan social sustituyó la dignidad del trabajo. Es la década en la cual los argentinos nos hemos dividido. Es la década en la cual hemos perdido la dignidad y el orgullo de “ser”.
No va a ser fácil retomar la senda, ciertamente. Sin embargo, de lo que no me caben dudas es que debemos volver a las fuentes. Es una prioridad recuperar nuestra unidad y nuestra identidad. Debemos volver a “servir a la Patria” y sentirnos orgullosos de ser argentinos. Quizás sea un buen principio, pensar en confluir nuevamente en una “nueva suerte de colimba”, por supuesto algo mucho más moderno y ágil, que contemple naturalmente la realidad que hoy se vive. No hablo de hacerle perder el tiempo a nadie. Por el contrario, pienso en dar una oportunidad a los jóvenes que hoy viven en la calle, sin rumbo ni chance, de integrarse y de tener y poder compartir un sentimiento común con otros jóvenes con posibilidades distintas, pero todos argentinos. Que los que están en mejor posición puedan ser un modelo a imitar o alienten a los que están peor; que todos tengan la posibilidad de una carrera, de un oficio o simplemente la esperanza de compartir. Quizás no estén equivocados aquellos que proponen, volver a “bailar” todos un poquito, al compás de la misma música…