Hace mucho que desde el Frente Renovador se viene trabajando intensamente en pos de una sociedad y de una Argentina distinta. Por suerte ya quedó en el olvido la idea de algunas mentes trasnochadas de ir por una “re-re”, como así también la intención de emular al régimen Bolivariano que hoy tanto escandaliza al mundo.
Algo similar sucede con la Reforma al Código Penal; ya no es posible que pase silenciosamente por el Congreso Nacional, de espaldas a nuestra sociedad, aboliendo penas y delitos, y distorsionando aún más la realidad que nos toca vivir; mal que le pese a algún Ministro de la Corte…
Con el impuesto a las ganancias vamos en esa misma dirección. Ya está sembrada la semilla para que se reconozca un aumento de la base mínima imponible.
Sin embargo, sobre lo que me gustaría poner el acento en este trabajo, es sobre el tema “corrupción”. Todos los días, al abrir los diarios de la mañana, nos encontramos con una nueva denuncia que involucra a algún funcionario público, o a algún empresario vinculado al poder central. Ejemplos abundan…
Pese a ello, percibo como que la sociedad no da crédito o es escéptica en relación a que alguna de esas denuncias avance. Una vez más, debo reconocer, ejemplos de ello también abundan que darían razón a ese descrédito.
Lamentablemente, esa percepción de impunidad produce mucho daño en nuestra gente, generando un sentimiento de vacío e impotencia, que la lleva a no actuar ni denunciar más o, por el contrario, a suplir esa actitud del Estado actuando como si no fuéramos una “sociedad organizada”; y ello ya lo estamos viendo en la calle, con muchos casos de “justicia por mano propia”. Argentina necesita volver a generar confianza en sus instituciones, y sobre todo en sus jueces; en esto coincido con Berni. Es una deuda grande que tiene el Estado para con la sociedad. Y creo que llegó la hora de empezar a pagarla.
Hoy son muchos los que salen a cuestionar los ejercicios de defensa por mano propia. Por supuesto que no los podemos apoyar ni mucho menos alentar. Sin embargo, la pregunta que nos debiéramos hacer, es el porqué de tamaña reacción. No se trata en ningún caso de situaciones pergeñadas u organizadas; por el contrario, son “reacciones”. Luego, la pregunta que sigue, es contra qué se reacciona, o qué provoca esa reacción.
La Iglesia, a través del presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, cree encontrar la respuesta en que “hay un hartazgo y un cansancio de la inoperancia de las fuerzas de seguridad y de la Justicia”.
Otros quizás atribuyan responsabilidad a conductas y manifestaciones que provienen del propio gobierno; como el caso de Luis D’Elía, que llama a “fusilar” a dirigentes opositores, o la Jefa de los Fiscales de la Nación, que quiere asociar esos episodios brutales “con una campaña mediática que se habría desarrollado en contra de un anteproyecto de Código Penal que aún no fue discutido por el Parlamento “.
Algunos sostienen que se reacciona contra la “ausencia del Estado”. En mi opinión no es así. A mi modo de ver, la gente sabe que “hay Estado”, se le “cae encima” todos los días, pero siente que ese Estado está a favor del delincuente. La Reforma al Código Penal que propone el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner es un vívido ejemplo que alimenta esa visión. La falta de respuesta a los hechos de corrupción surte el mismo efecto. Tanta confusión produce este estado de cosas, que hoy pareciera que la víctima es el delincuente y el victimario la sociedad que repele y/o se defiende del delincuente. Ni lo uno ni lo otro; sencillamente consecuencia natural de un estado de confusión.
No podemos pensar seriamente de cara al futuro en un “cambio” si no nos ocupamos y damos una efectiva respuesta a los episodios de corrupción que se denuncian; el mensaje debe ser tanto para adentro como para afuera, pero debe ser contundente. La Justicia debe actuar y lo debe hacer de manera rápida y eficiente; una justicia lenta no es justicia, y eso ya lo hemos aprendido.
Necesitamos volver a creer en nuestro sistema judicial y especialmente en nuestros jueces y fiscales. Así como apareció un grupo de Intendentes dispuestos a cambiarle la cara a la política, aspiro y deseo fervientemente que suceda lo mismo en el ámbito de la Justicia, y que los funcionarios judiciales pierdan el miedo, -si es que lo tienen-, y empiecen a dar la respuesta que la sociedad les está exigiendo. Es fundamental su reacción para llevar un poco de orden frente a tanta confusión.
Tan o mas dañina que la droga es la corrupción; esto ya ha quedado explícito en casos como el de Once o Cromagnon. La corrupción mata; la corrupción cobra vidas de inocentes. Un gobierno corrupto alienta a vivir sin reglas y no se hace cargo del daño que provoca. La corrupción confunde y altera el orden de las cosas. Por ello, tan importante como combatir la droga es combatir la corrupción; y ello todavía pareciera no ser tema de agenda. Una asignatura pendiente, sin dudas, que el gobierno que venga va a tener que afrontar y resolver.