Los primeros días de mayo, el gobierno porteño en pleno, con Mauricio Macri a la cabeza, lanzó el programa “Terminá la secundaria”. La propuesta apunta a jóvenes mayores de 18 años que quieran realizar estudios secundarios en forma completa o culminarlos a través de un programa de educación a distancia. Según reza la propaganda oficial, la iniciativa constituiría una nueva puerta hacia el futuro, es gratuita y cuenta con solo dos requisitos: tener una computadora conectada a internet y muchas ganas. La novedad: su pretensión nacional.
En efecto, se encuentra dirigido a los más de 7 millones de jóvenes que no culminaron sus estudios sin importar el lugar del país en el que se encuentren. El programa ya fue lanzado a fines del año pasado, aunque recientemente se acrecentó la publicidad oficial. Prevé la realización de 25 materias como máximo siendo la única instancia presencial las evaluaciones finales. A decir de Esteban Bullrich “la idea es aprovechar la tecnología para acortar distancias” garantizando la retención de los alumnos en el nivel medio. Porque ahora podrían estudiar desde la comodidad de sus hogares. Como quien vende sus bondades, el Ministro porteño declaró que busca convencer a sus propios padres de que completen, por esa vía, sus estudios secundarios.
En realidad, “Terminá la secundaria” no es más que la nacionalización de un viejo programa porteño creado en 1998: Adultos 2000. Sentó las bases de la educación no presencial o a distancia para aquellos mayores de 21 años que no hubieran comenzado la escuela secundaria o desertores mayores de 18. A lo largo de tres años de cursada virtual de 26 materias divididas en tres categorías (se corresponden con 13 asignaturas que incluyen desde lengua, matemática e historia hasta psicología) los cursantes se harían beneficiarios del tan mentado título.
Según los últimos datos oficiales, publicados en agosto de 2013, el programa acaparaba el 50,7% de la matrícula “joven-adulta” porteña con aproximadamente 23.237 alumnos hacia 2011. Por su impacto y extensión, constituye el programa más importante de la Ciudad en materia de educación de adultos. Desde su creación, la matrícula ascendió en forma constante aunque dio un salto considerable en el año 2004-05 luego de la incorporación de alumnos provenientes del Plan Jefes y Jefas del Ministerio de Trabajo. El 42% de los alumnos de Adultos 2000 solo cuenta con estudios primarios por lo que jamás pisó una escuela secundaria.
¿Su extensión se debe a su éxito? No necesariamente. En diez años egresó apenas el 10% de los matriculados. Y de ésos, solo la mitad lo hizo en la duración teórica de tres años. El resto demoró cuatro años o más. El programa, si bien facilita tutorías y apoyo, presupone la autonomía del cursante para organizar y disciplinar sus propios estudios. Rasgo que los mismos coordinadores del programa conciben como “problemático”, dadas las trayectorias previas de “fracaso escolar” de la población destinataria. Trascartón, el 15% de la matrícula se inserta en “instituciones conveniadas”: ONGs, empresas, clubes. Por mencionar algunas: Boca Jrs, Nueva Chicago; Caritas, Fundavir, etc. Todas ellas formas de privatización encubiertas de la educación.
Al lanzar el programa, Macri declaró “No podemos esperar hasta el 2015. Esta es una oportunidad única”. Conscientes de que el presidenciable Mauricio iniciaba su campaña electoral a escala nacional, desde el gobierno kirchnerista salieron al cruce. Lo acusaron de hacer “publicidad engañosa” en tanto promete algo que no está aún habilitado para hacer: otorgar títulos con validez nacional a cursantes en el resto del país. Para ello debe aguardar la resolución de la Comisión Federal de Registro y Evaluación Permanente de las Ofertas de Educación a Distancia que aún no se ha expedido sobre la propuesta porteña tal como fijó, en 2007, la Resolución 32 del Consejo Federal de Educación. Una vez sorteado tal escollo, debe acordar con cada una de las jurisdicciones en las que llevará adelante la oferta. Cada provincia debe aprobar el programa del PRO. También se encargaron de recordarle que su propuesta se superpone con el plan FinEs. Así, la pequeña política llevará a que cada una de las partes en pugna intente llevar agua para su molino. Macri, para su secundario online. Sileoni para el Fines 2. La disputa electoral lanza a unos y otros a una carrera demagógica de titulación que poco tiene que ver con lo educativo.
Así las cosas, la propuesta de Macri es absurda. No solo porque su marco legal es aún dudoso sino, lo que es más importante, por sus supuestos pedagógicos. La concepción del “secundario online” reduce un hecho social como educar a un acto de mera apropiación individual. Esa matriz de pensamiento ubica al docente en el lugar de figura superflua e innecesaria. El alumno puede aprender sin él a través de guías preparadas a tales efectos o de software tecnológicos diversos, desde la Telescuela pasando por la máquina de educar de Skinner a Microsoft. Supone además que el 40% de la población que vive en condiciones de indigencia, de pobreza extrema y que carece de recursos elementales de vida dispone de una pc online las 24 horas del día. En este esquema pedagógico que prescinde del docente tampoco son necesarias las escuelas. Cuando Macri y Bullrich hablan de aprender en la comodidad de los hogares ¿sabrán cómo viven enormes filas de la clase obrera donde familias enteras comparten en una villa una pieza de 3×3? No les pedimos que recorran el país, basta con que visiten la villa 1-11-14.
El secundario online da un paso más allá de la peligrosa senda trazada por el Plan Fines 2 en clave tecnocrática y tecnológica. Demagogia de la pequeña política que confunde titulación con educación. Síntoma de lo poco que unos y otros tienen para ofrecernos.