Lástima que en el gobierno de Estados Unidos la política ha secuestrado hasta a la economía del país de la prosperidad económica, ese en el cual los sueños de todos se hacían realidad, hasta hace poco. La política, y no la política responsable ni cuerda, sino una política loca, racista y fanática sin escrúpulos ni coherencia, ha tomado a algunos gobernantes. La misma que liderada por congresistas a los que aunque analistas, premios Nobel, estudiosos y expertos le provean información para darse cuenta de que el país podría estar en un mejor rumbo, les provoca hacer lo que quieren y burlarse de sus jefes, los electores. Aprovechándose de que el gobierno de Estados Unidos es una noble democracia, y no una dictadura y de que creen que los electores tienen memoria corta y todavía falta un tanto para las elecciones.
Parece un país de locos
Si los líderes de una empresa privada –una como alguna de las insignias que hicieron de Estados Unidos la gran nación que ha sido a través de los años– llegaran a un punto en el cual no pudieran pagar las cuentas, por falta de un acuerdo entre ellos mismos, seguramente serían despedidos por la junta directiva de la empresa, o por sus dueños o accionistas. No pasarían más de tres días para que se tomara una medida de emergencia para pagar los compromisos de la empresa y no dejar de ganar dinero. No se pensaría ni dos veces en poder llegar al extremo de afectar la economía de la empresa. Porque como dijo el ex presidente Bill Clinton en su momento: “Es la economía, estúpido”.