Creo en hacer valer la vida, y no estoy de acuerdo con los abortos a menos que sea en una circunstancia de violación o peligro para la madre o el feto, pero pienso que las mujeres deben tener la libertad para decidir si se someten a un aborto o no. Sobre todo en Estados Unidos, la tierra de la libertad. Un aborto es una decisión sumamente ardua para cualquier mujer, que en muchos casos deja estragos psicológicos fuertes, y en la mayoría de los casos no se toma fácilmente. En Estados Unidos existe el precedente del caso Roe v. Wade que define que es inconstitucional prohibir el aborto. Y que debe ser balanceado con el derecho de los estados a proteger la salud de la madre y la vida prenatal. Desde 1973 existe. Pero ahora, año 2013, muchos republicanos se empeñan en retar una decisión histórica de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos y en aprovecharse de la potestad de los estados para quitar libertades a las mujeres. Rick Perry, el gobernador de Texas, es uno de los tantos.
Es admirable que una senadora en Texas –sobre todo en Texas, un estado sumamente conservador–, Wendy Davis (demócrata), haya tenido el valor de hablar por 11 horas frente a sus colegas para evitar que un proyecto de ley que hubiera ordenado el cierre de la mayoría de las clínicas de aborto del estado fuera a votación. Ella, vestida con zapatillas deportivas en tonos rosa, desafió con lo que se llama en Estados Unidos un filibuster, no dejando tiempo para que los senadores votaran por la medida (la mayoría es republicana y está a favor del cierre de las clínicas). Una maniobra políticamente correcta, y que tardó 11 horas, en las que Davis no dejó el micrófono ni para ir al baño. Admirable. Lo hizo por lo que cree está correcto para su gente y para su género. Y esa es la magia de este país, la libertad. De creencias, de ideales y de religión.