Visitar Latinoamérica y sus zonas más pobres es una experiencia que aplasta el corazón, por esa miseria que parece sin límite. Pero también es una experiencia que fortalece el alma. Ver tanta pobreza y problemas sociales recuerda que en el mundo hay demasiado trabajo por hacer, y que sólo afrontando las realidades de vida del otro se logra. De nada sirve para algunos vivir dentro de una cápsula blindada, ignorando las realidades de los suyos. Cada vez que veo un niño sin zapatos, expuesto a mil enfermedades que entran por los pies, sin comida o sin vivienda, recuerdo una y otra vez que solo no aceptando la corrupción y con más oportunidades para todos se logra que nuestra Hispanoamérica sea menos desigual.
A la vez recuerdo que un país tan grandioso como Estados Unidos, siendo el modelo efectivo a seguir para los latinoamericanos, no puede retroceder en cuanto a su tasa de pobreza, que desafortunadamente desde 2004, y de acuerdo con cifras oficiales del censo, ha ido en ascenso y hoy se ubica en el 15%. Las tasas de pobreza en Latinoamérica son el doble y más. Un 27% de habitantes viven en la pobreza, cifras que oscilan desde, por ejemplo, un 32% del Ecuador hasta un exorbitante 67% en Honduras, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.