La libertad de expresión es el derecho de cada individuo de decir, pensar u opinar lo que quiera pero, a su vez, es el derecho colectivo al que adscriben las sociedades democráticas para vencer el miedo.
La masacre de periodistas y dibujantes de la revista Charlie Hebdo nos conmocionó el último 7 de enero. La respuesta masiva y global frente a la barbarie fue una movilización que, bajo la bandera de la defensa de la libertad de expresión, ratificaba la necesidad colectiva de conjurar el miedo de forma inmediata.
No ceder ante los violentos es la primera reacción de un pueblo conmovido y comprometido con sus valores fundacionales. Nada es más importante que la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica en una sociedad estructurada bajo un estado de derecho, por eso la marcha de más de 4 millones de franceses fue contundente.
Mientras tanto la reacción de nuestro gobierno ante los hechos de París se resumió en un escueto comunicado y el bochorno de un canciller que no participó oficialmente de la marcha.
Lamentablemente, como lo ratifica la Presidenta el 20 de enero, a través de una carta publicada en Facebook, la reacción de la Casa Rosada ante la masacre de Charlie no fue improvisada sino coherente con el posicionamiento geopolítico e ideológico del gobierno.
Se mostró muy perturbada Cristina Fernández de Kirchner por la cobertura que los diarios locales le dieron a la marcha parisina y vinculó esos hechos con la muerte del Fiscal Alberto Nisman.
Esa vinculación, lo ha dicho ella misma, triangula la denuncia del Fiscal Nisman con el terrorismo internacional y las muertes de los dibujantes de Charlie. Infiere en su texto informal, -única vía de comunicación elegida para fijar su posición respecto a la desaparición de quien la acusaba de participar del encubrimiento de los responsables de la voladura de la AMIA-, que los acontecimientos de Charlie y el repudio mundial al terrorismo fueron parte de un plan mediático-judicial para destituirla y que la denuncia de Nisman fue pergeñada por sectores de inteligencia que desde hace 11 años le están a ella subordinados.
Es cierto lo que dice la Sra. Presidente, hay un vínculo entre los hechos de Charlie y la muerte del Dr. Nisman, y ese vínculo es el miedo. El ejercicio del terror, la imposición de la muerte ante la disidencia, la necesidad de silenciar, o eliminar, a quienes a través del humor, la crítica o la denuncia hacen pensar a los demás que las cosas no siempre son como el poder las quiere presentar.
Son horas de dolor y confusión en la República Argentina. El 19 de enero de 2015 muchos ciudadanos se despertaron haciéndose una vieja pregunta que se creía extinta y sepultada en nuestro país: ¿puede ser que algún sector del Gobierno o de sus organismos de inteligencia hayan tenido que ver en la muerte de un ciudadano? La respuesta a esa pregunta hace aflorar un miedo antiguo y conocido, el miedo al terrorismo de estado.
Es necesario para la continuidad misma del Estado de derecho que el Gobierno reaccione, ponga a disposición de la Justicia los elementos necesarios para investigar la muerte del fiscal Nisman, aparte a los funcionarios que tuvieron la responsabilidad de su custodia y, por sobre todas las cosas, que transparente ante la sociedad su relación con las denuncias formuladas.
Si la libertad de expresión es un vehículo para vencer al miedo, el acceso a la información pública como parte constitutiva de ese derecho es lo que nos perfecciona como ciudadanos. Por eso es importante que la Sra. Presidente de respuestas. Ella tiene la responsabilidad de conducir el gobierno y de responder por sus actos y los de sus funcionarios, y esa responsabilidad va mucho más allá de su derecho de compartir preguntas sin respuestas en las redes sociales.