La rebelión de los fiscales

La gran noticia de los comicios de ayer fue que un fenomenal ejército republicano, miles y miles de fiscales, casi todos voluntarios, se movilizaron a las escuelas de los barrios más sometidos por el clientelismo, para llevar la democracia al terreno dominado por las mafias enquistadas en la política.

Ante un sistema electoral del siglo pasado, que ningún gobierno se animó a transformar, es la primera vez desde 1983 que un grupo de partidos, los nucleados en Cambiemos, tomó la decisión de desafiar el estado de las cosas, y organizar una logística compleja para garantizar que haya un fiscal por mesa y un fiscal general por escuela, todos ellos, respaldados por dirigentes nacionales preparados para denunciar las arbitrariedades que descontaban.

La presencia de estos fiscales logró un resultado automático: prácticamente no hubo patoteros que evitaran el ingreso de los que no eran sus amigos, hubo malas caras pero ningún episodio de violencia, y el escrutinio se desarrolló con absoluta normalidad. La democracia llegó a casi todos los establecimientos de la provincia, a pesar de que algunas escuelas no tenían luz, otras carecían de mínimos elementos de higiene y unas pocas planteaban innumerables obstáculos para llegar, seguramente planificados.

Frente a semejante despliegue, el robo de boletas fue el recurso de fraude que le quedó al aparato político dominante, una práctica que se implementó durante todo el día de la votación, ejercida incluso por el candidato ganador en la primaria del FPV, Aníbal Fernández, explicando con su propio ejemplo lo que esperaba de sus militantes.

La democracia llegó a los establecimientos de votación donde, como se explicó, los fiscales pudieron cubrir casi todas las mesas, pero no alcanzó todavía al cuarto oscuro, que aún es bombardeada por ese robo sistemático de boletas que impide que el elector se exprese con libertad.

El resultado está a la vista. En la provincia de Buenos Aires, donde se puso el foco central, la candidata María Eugenia Vidal fue la más votada, y la alianza Cambiemos superó el 30 por ciento de los votos, logrando victorias importantes o segundos lugares expectantes en varios distritos del conurbano.

La política tradicional ironizó durante todo el día contra la fenomenal movilización republicana que se desplegó con un énfasis especial en el conurbano bonaerense, que concentra el 23 por ciento del electorado. No todos forman parte de la mafia política, pero la tienen tan naturalizada que no creen que perjudica las posibilidades de una Argentina más justa y solidaria.

Sin embargo, las verdaderas revoluciones en la democracia, empiezan por los detalles. Así como en Nueva York, el crimen organizado empezó a combatirse penalizando a quienes rompían una ventana, la democracia ganará su lucha contra la pobreza estructural si se consolida en el conurbano la organización de un sistema que garantice la expresión libre del ciudadano, si se libera al hombre y la mujer que viven en los barrios más alejados y humildes de los lazos que la atan al clientelismo, ahora mezclados con el narcotráfico.

Por supuesto que no alcanza con un entrar y salir de la democracia. Para que haya cambios sustentables, la democracia tiene que entrar a esos barrios y quedarse. Pero es imposible para una coalición opositora permanecer en esos barrios donde reina la arbitrariedad del más fuerte. Para eso tiene que ganar.

Pero lo nuevo es que, desde esta elección, un ejército de fiscales de la democracia pudo organizarse, capacitarse, defender las boletas de todos los partidos. Parece poco, pero es un cambio sustancial, porque supone ir a desafiar al aparato en su propia cara, en los barrios donde tiene toda su fuerza. Aún  necesitan más capacitación, aprender de esta experiencia. Pero lo hicieron, estuvieron ahí, hubo miles y miles de ciudadanos que le pusieron el cuerpo a la democracia, sabiendo que cada uno es imprescindible para rebelarse contra un orden injusto, sobre todo, con los más pobres.

Este año 2015 empezó con el mazazo que significó el asesinato del fiscal Alberto Nisman. Al mes, un grupo de fiscales movilizaron a millones de argentinos en todo el país. Ahora son millares los fiscales de la democracia que llevan la buena nueva de que un país mucho mejor es posible. Definitivamente, se trata de una rebelión que está en marcha, que no tiene garantizada la victoria, sino la decisión de que no hay peor batalla que la no que se hace.

 

Cristina, casi invicta en la derrota

Un dato interesante para analizar en las elecciones que se fueron dando hasta ahora pasa por cruzar el involucramiento personal de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a través de sus ilegales cadenas nacionales dedicadas a la campaña política, con el resultado electoral. El resultado es por demás interesante: salvo en el caso de las primarias de Chaco, donde el candidato del FPV ganó a la radical Aída Ayala, cada vez que la Presidenta expresó su respaldó públicamente, el candidato perdió.

En efecto, es lo que sucedió con Miguel Pichetto. Cristina hizo uso el 14 de mayo de la 17º cadena nacional en el año para promocionar la candidatura de Miguel Angel Pichetto, a quien presentó como “el futuro gobernador” de la provincia de Río Negro, y perdió. Un mes después, Alberto Weretilneck se imponía holgadamente al presidente del bloque de senadores del FPV por 52 a 33 por ciento.

El 3 de junio también respaldó en forma personal al postulante de su partido en Mendoza, Adolfo Bermejo. Viajó especialmente a Maipú, con un acto a donde acudieron 10.000 personas transmitido por cadena nacional y se vanaglorió de los “logros políticos y sociales” alcanzados gracias a las retenciones. El oficialismo quiso instalar el ya famoso “empate técnico” de los encuestadores pagados por el Gobierno, pero tampoco alcanzó. El radical Alfredo Cornejo venció ampliamente, con 47 por ciento contra 38 que sacó su contricante.

Ni qué decir del caso del candidato a gobernador del FPV en Córdoba, Eduardo Acastello, que también tuvo su momento ilegal en la cadena nacional hace pocos días, el 26 de junio, donde se inauguraron nuevas instalaciones de la Fábrica Militar de Río Tercero. También para Acastello los encuestadores pronosticaron un empate técnico por el segundo lugar con la fórmula UCR/PRO, pero los números marcaron algo bien distinto, ya que el candidato del PJ, Juan Schiaretti, ronda el 38.19 por ciento, Oscar Aguad, el 33.71 y el kirchnerista, apenas, 18.78.

Lo de Mariano Recalde no tuvo desperdicio. Cristina se lo tomó como algo personal, y apareció varias de veces por cadena nacional promocionando su candidatura. La última fue el jueves pasado, a horas del inicio de la veda electoral, cuando recorrió con él la Villa 20. Tampoco logró siquiera llevar al FPV al segundo lugar que tuvo en otros tiempos, y el presidente de Aerolíneas Argentinas tuvo que contentarse con superar, apenas, el 20 por ciento del electorado.

Ni siquiera en la interna del FPV en La Pampa tuvo suerte Cristina, a pesar de que también subió a una cadena oficial a Fabián Bruna, quien ayer cayó derrotado frente a Carlos Verna, de la ortodoxia peronista en esa provincia

Lo curioso es que a los candidatos oficialistas que Cristina no respaldó explícitamente, les fue bien en los comicios. Es lo que pasó con Juan Manuel Urtubey, que revalidó su liderazgo en Salta, sin aparecer en ninguna foto con la Presidenta. Después que ganó, sí se sacó una foto con ella, pero solo cuando había ganado. El caso de Oscar Perotti es parecido. Quedó en tercer lugar en Santa Fe, pero su perfomance tiene las características de la hazaña, ya que el FPV estaba en el piso y lo llevó a una posición competitiva con un esfuerzo notable, caracterizado por la ausencia absoluta de respaldo oficial. Y la única victoria que puede contar ayer el Gobierno, la del candidato Sergio Casas, tuvo gran respaldo de Daniel Scioli y el resto del Gobierno nacional, sobre todo en dádivas clientelares, pero Cristina ni apareció.

Es curioso lo que pasa. Las encuestas aseguran que la imagen de la Presidenta tiene altísimos niveles de aprobación, con picos justamente en provincias como Mendoza, donde se asegura que tiene 57 por ciento de imagen positiva, sin embargo, cada vez que promociona un candidato, lo hunde. O los encuestadores mienten para congraciarse con el Gobierno o la imagen de Cristina no tiene el poder de derramarse en sus candidatos.