Las redes sociales plantean un nuevo paradigma comunicacional que pone a las audiencias en un lugar de poder inédito. La imagen de empresas, organizaciones y personajes públicos se define más que nunca colectivamente, con una fuerte participación social.
Como no podía ser de otra manera, la política no está fuera de este fenómeno. Los recientes debates presidenciales en Estados Unidos son una demostración de la relevancia que plataformas como Twitter han tomado en la arena política.
Según las cifras de la red social, el primer debate generó 10.3 millones de tweets en apenas una hora, mientras que el segundo y el tercero originaron 7.2 y 6.5 millones respectivamente.
Que los social media son determinantes en el mundo político no es una novedad. De hecho, la utilización de las redes por parte de Barack Obama fue tan importante en su campaña presidencial de 2008 que se convirtió en un caso de estudio entre los expertos.
Pero hoy la dinámica se está acelerando aún más y mostrando su verdadero potencial, fundamentalmente a partir de la participación de los usuarios. La clave está en que la audiencia online tiene un poder inédito para participar opinando sobre las decisiones, dichos y posturas de los candidatos.
Un ejemplo es la repercusión del comentario de Romney sobre “Big Bird” en su primer debate con Obama en Denver, que registró 17 mil mensajes por minuto en Twitter. En el segundo debate, el 16 de Octubre, la frase que estalló en las redes sociales fue “carpetas llenas de mujeres”, un poco afortunado comentario de Romney sobre la desigualdad de género.
Durante el último debate celebrado el 22 de octubre, una burla de Obama sobre la visión de su oponente respecto a las fuerzas armadas tuvo tanta repercusión que el hashtag #horsesandbayonets (caballos y bayonetas) se transformó en Trending Topic en Twitter.
Las redes sociales generan, de esta forma, un nuevo espacio de comunicación entre candidatos, funcionarios y ciudadanos, un escenario en el que las acciones públicas repercuten de forma inmediata.
De esta manera los social media se transforman en el nuevo gran medio de debate, y ponen a la clase política ante la obligación inédita de enfrentarse a una interacción en tiempo real con los votantes.
En una etapa signada por la transparencia y la participación, en la que cada vez resulta más complicado (y arriesgado) guardar secretos, la clase política debe enfrentarse a la auditoría constante de los ciudadanos. Pueden ser interpelados, pueden ser ridiculizados por sus errores, y se ven obligados a establecer una interacción inédita con los votantes. Esto los pone ante un doble desafío: el de mantener un debate y conversación pública con eficacia, y el de poder soportar con solvencia la visión constante del ojo crítico de la nueva audiencia 2.0.