Una constitución pisoteada

Cercana está la historia de la Constitución de 1940. Hace apenas siete años murió en el exilio Emilio ¨Millo¨ Ochoa (1907-2007), el último de sus 81 asambleístas aquellos honorables cubanos que, a nombre de once partidos políticos, lograron instaurar de una de las Cartas Magnas más progresistas de Latinoamérica.

No fue casualidad que ese cubano, famoso por “su patriotismo, suprema integridad, transparencia, y amor al prójimo¨, como lo calificara el señor Lincoln Díaz-Balart, marchara de Cuba poco después de la toma del poder por Fidel Castro. No quiso ver pisoteado el histórico texto de nuestra Constitución. Así ocurrió a otro de los delegados electos, Santiago Rey Perna, quien también murió en el exilio en 2003.

En una de las últimas entrevistas hecha a ¨Millo¨ Ochoa por El Nuevo Herald en 2005, el viejo y célebre político expresó sus criterios acerca del trabajo realizado por los asambleístas: ¨Fueron tres meses de discusiones fuertes, pero respetuosas. Trabajamos todas las horas del día, dormíamos poco, pero hoy sigo orgulloso de esa Constitución que tomó en cuenta a todas las tendencias políticas, incluyendo a los comunistas, y que ha sido más democrática y beneficiosa para el pueblo cubano que todas las leyes promulgadas después por Fidel Castro¨.

Recuerdo cómo en 1960, a un año del triunfo de Fidel Castro, a mi padre, un hombre atento siempre a los asuntos de la política, le resultó paradójico que ¨Millo¨ Ochoa, uno de los hombres más honestos que se conocían entonces, precisamente quien inspiró el surgimiento de la ortodoxia en Cuba, luego convertida esta tendencia en partido político liderado por Eduardo Chibas, se hubiera marchado del país, a pesar de que Fidel Castro, como éste decía, perteneciera al mismo Partido.

¨Millo” Ochoa, así como Santiago Rey Perna y una pléyade de honestos hombres y mujeres de la política cubana, prefirieron abandonar el país, a verse obligados a aceptar la ideología de un gobernante dueño de un escenario, donde no se respetarían las diversas tendencias de la política, ni opiniones contrarias a la suya.

Hace apenas cuatro años, el propio Armando Hart Dávalos, uno de los más fanáticos voceros del castrismo, expuso acertadamente en su artículo ¨Un hito esencial de la tradición jurídica cubana¨, publicado en el 70 aniversario de la Constitución de 1940, que ¨no siempre es divulgada y estudiada la Constitución de 1940 como se merece¨. Luego agrega, equívocamente, que dicho texto sirvió como punto de partida en la lucha de Fidel Castro, tal como habían tratado otros en el pasado republicano, cuando en realidad el vetusto dictador, ya en el poder, evadió el tema de lo jurídico en primer plano y menospreció la Constitución, único documento que, como ningún otro, expresa la cultura jurídica con mayor nitidez.

Se dice que en el pasado no resultó posible que se cumplieran todas sus demandas aprobadas en medio de una sociedad capitalista. Pero, ¿cómo habrían de cumplirse bajo una dictadura totalitaria, con un gobierno militar y un partido militar, devenido todo en una dinastía al estilo de las más viejas y retrógradas de nuestra era, con un estilo de sufragio maquiavélico donde una población es obligada a votar, ya sea por miedo o por dependencia económica?

Cuando Fidel Castro puso sus pies en La Habana, el 8 de enero de 1959, los puso precisamente sobre la Constitución, para que ésta fuera abolida para siempre.

Los criterios de ¨Millo¨ Ochoa acerca de Cuba coinciden exactamente con el Movimiento Cubano de Derechos Humanos, surgido en 1987 y devenido en organizaciones sociales y partidos políticos de tendencias democráticas y liberales. Ese hombre humilde, trabajador y honrado que fue ¨Millo¨ Ochoa fue partidario de que el postcrastismo debía de transcurrir por vías pacíficas, capaz de restituir la Constitución de 1940 con las enmiendas necesarias y que lo más importante es lograr la unidad de todos los cubanos.

En el Instituto San Carlos de Cayo Hueso, donde Fidel Castro se quedó con las ganas de discursear, Emilio ¨Millo¨ Ochoa recibió la Medalla de Excelencia Nacional Cubana, como reconocimiento a los méritos obtenidos con la patria y un tramo de la calle 8, en Miami, lleva su nombre, para que este buen cubano jamás sea olvidado.

Este artículo apareció originalmente en Cubanet