La prensa sigue regresando a la suerte de Pompeya en la era actual. La antigua ciudad romana, sepultada por una erupción del monte Vesubio en el año 79 de nuestra era y excavada a lo largo de los últimos siglos, al parecer está a punto de desaparecer de nuevo, pero esta vez debido a la burocracia gubernamental. Algunos detractores pudieran hacerse eco del viejo cliché en el sentido de que la cultura no pone comida sobre la mesa pero, en las manos correctas, Pompeya, destino turístico infaliblemente popular, tiene el potencial de generar jugosas recompensas. Y no soy el primero en decirlo.
En 1988, IBM comisionó un libro sobre la manera de preservar la herencia cultural de Italia. El resultado fue titulado “Le Isole del Tesoro: Proposte per la Riscoperta e Gestione delle Risorse Culturali” (Las islas del tesoro: Propuestas para el redescubrimiento y administración de recursos culturales”). El hermoso volumen contenía algunos de mis propios estudios, así como colaboraciones del historiador del arte Federico Zeri, el arquitecto Renzo Piano y el economista Augusto Graziani, a la par de una contribución del académico de la semiótica Omar Calabrese y un debate moderado por el historiador del arte Carlo Bertelli.