Podríamos hacer una larga descripción de las razones por las que es gravísimo omitir o publicar datos sobre pobreza reales para que el Estado planifique políticas públicas que la combatan y resuelvan. La pobreza, sin dudas, es la deuda más onerosa que tiene la democracia argentina contemporánea y, particularmente, es la vergüenza más notable del ciclo kirchnerista, que seguirá sin reconocer su responsabilidad en la consolidación de estas indignas condiciones de vida en un amplio segmento de la población.
Sin embargo, esta columna intentará explicar que la pobreza, además, es un negocio para algunos sectores económicos y políticos que sin duda se benefician con su sostenimiento. Estos sectores, minoritarios, han visto crecer sus patrimonios y sus negocios durante la década, accedieron a fortunas enormes que les han permitido aislarse de las consecuencias más gravosas que la pobreza incorpora en el conjunto de la sociedad, al mismo tiempo que condiciona el acceso de los sectores más vulnerables a derechos básicos.
Entre las consecuencias más visibles que el sostenimiento y la consolidación de la pobreza traslada al conjunto de la sociedad está el crecimiento de Estados paralelos, como lo son las redes de narcotráfico o delincuencia, que afectan fuertemente al conjunto de la sociedad y se sostienen especialmente en condiciones de desigualdad como la que vivimos.
Ocultar los números de pobreza no solo es ocultar una realidad visible que se quiere negar, es también ocultar que Argentina, como el conjunto de los países latinoamericanos que crecieron en la primera década del siglo, amplió la brecha de desigualdad al interior de sus economías. Continuar leyendo