La belleza de las responsabilidades está en la libertad con que las asumimos.
En ese sentido, Francisco representa un desafío para nuestro sentido de la responsabilidad y la oportunidad de hacer como nación algo bello después de mucho tiempo.
Belleza propuesta, como la del sencillo gesto de plantar un olivo en los jardines del Vaticano junto el presiente israelí, Shimon Peres, el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas y el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I. Un olivo hermano del que Francisco plantó en Getsemaní durante su visita a Tierra Santa. Un olivo argentino cultivado por una cooperativa.
Bellezas y responsabilidades. Simplezas y humildades con las que el Papa enraíza a nuestro país en sus gestiones. Nos lleva con él y nos mete en el medio porque cree en nosotros.
¿Creemos en nosotros?
Francisco juega en otra dimensión, es cierto. Pero juega a la vista de todos. Sorprende pero enseña. Acaricia y conmueve pero, al mismo tiempo, obliga. Nos planta a nosotros, a los argentinos, en el mismo seno de las decisiones en las que se mueve. No nos olvida, y esa permanente referencia al fin del mundo del que proviene, nos pincha y nos despabila.
“Yo voy, pero ustedes se vienen conmigo” parecería decirnos.
Nos toca a nosotros mantener el equilibrio a esa altura.
De la Patria al Mundo
“Hay que ponerse la Patria al hombro” se le escuchaba decir y se lo veía hacer a Bergoglio.
Trasplantado de la Patria al Mundo, ahora con como Papa, por la libertar de su fe en el Hombre, Francisco se mete de lleno en el arduo nudo de Medio Oriente. Y lo hace como siempre, poniéndose como prenda y quebrando así cualquier excusa.
La autoridad de Francisco consiste en allanar todo a una humildad no ingenua. Francisco actúa como “el cura del mundo”, invitando a los Estados nacionales a charlar en su casa parroquial. Así, se configura a sí mismo cómo la ocasión para la dignidad. Allana su autoridad y da lugar a un diálogo sin humillación.
Para la visión estratégica de Francisco, Medio Oriente es táctica porque conduce el mundo desde la autoridad de la Verdad. Francisco se los llevó al Vaticano para “que ninguno saque los pies del plato”.
Nuestra Patria
Gracias a la insistente argentinidad del Papa, la Argentina es convidada a participar activamente en el desarrollo diario de la geopolítica.
A las semanas de la entronización del Cardenal Bergoglio, decíamos que Francisco configura la oportunidad de encontrarnos con lo mejor de nosotros y que a la vez es una interpelación a nuestra responsabilidad porque hay que ser el país de Francisco.
Vamos a ver si hemos comprendido que, por Francisco, la Argentina se coloca en un escalón de responsabilidad geopolítica como nunca ha tenido.
Hoy la paz y el orden en nuestro país son imprescindibles no solo por nosotros, sino también porque de nosotros depende la paz. Tenemos la responsabilidad de ser mejores. Tenemos la libertad de obligarnos a aceptar el lugar al que Francisco eleva a nuestro país.
No quiero creer que fuera casual que la agenda internacional haya hecho coincidir la visita de Francisco a Jerusalén un 25 de Mayo. No quiero creerlo porque creo que Francisco solo se entiende y se explica en el marco de su fe católica nacida y criada en argentino. Por separado no.
La Justicia y la Verdad
¿Cómo hacemos para ser ese país en el que Francisco cree y que debemos ser?
No hay manera de llegar a la paz, al orden y al desarrollo de una nación sin que la Justicia vaya aparejada con la Verdad.
Ocurre sí que muchas veces el camino que recorren juntas parece tapizado de buenas intenciones y conducir al Infierno. Ocurre también que muchas veces la Justicia debe servirse de la Mentira para dejarla expuesta. Ocurre que la Verdad debe ser, sobre todo, paciente y constante. Debe ser la meta y el esfuerzo al mismo tiempo, aunque en el mientras tanto las falsedades y las miserias salpiquen de inmundicias.
Ser el país que Francisco cree que somos y que el mundo pareciera empezar a sospechar, necesariamente va a doler porque significará primero convencernos de que no somos solamente una institucionalidad violada y una ostentación de vivezas.
Tenemos que escarmentar sobre nosotros mismos y va a doler.
Tiene que doler, porque debemos evitar tener chivos expiatorios y entender que esos también son productos nuestros.
Tiene que doler aceptarnos como la causa de lo que somos pero valdrá la pena porque será Justicia.