La presidenta Cristina Fernández se enfrenta por partida doble a una decisión que puede marcar a fuego el futuro del Frente para la Victoria: inclinarse por candidatos kirchneristas que no traccionan muchos votos corriendo el riesgo de perder la Nación y la provincia de Buenos Aires o avalar el pragmatismo peronista y abrazar a los candidatos que mejor miden en el amplio oficialismo.
“Puede gustar o no, pero la dupla Scioli presidente, Insaurralde gobernador es la mejor, lejos, y nosotros queremos ganar”, razonó un intendente de uno de los principales municipios del Conurbano bonaerense.
Bajo la mirada cristinista, el caso de Martín Insaurralde tiene matices similares al de Daniel Scioli. Se trata de un dirigente que construyó una imagen en la provincia, en gran parte basada en su esposa Jssica Cirio y en sus incursiones farandulezcas de la mano de Marcelo Tinelli, que le es propia y no depende ni del Gobierno, ni del kirchnerismo.
Si bien es un dirigente “construido” por la propia Presidenta cuando decidió ponerlo a la cabeza de la lista de candidatos a diputados nacionales por la provincia allá por 2013, en momentos en que el oficialismo pretendía evitar o al menos no perder por goleada con Sergio Massa, a esta altura, aún vacío de propuestas políticas, Insaurralde cuenta con votos propios, cuya volatilidad es discutible.
El problema de Cristina Fernández reside en sus limitaciones de conducción. Néstor Kirchner no sólo llevó a Scioli como vicepresidente sino que lo utilizó para hacerse de la provincia de Buenos Aires, pero siempre conduciéndolo y no permitiendo que se le cruzara por la cabeza irse del Frente para la Victoria. Cuando la relación se tensaba, Kirchner bajaba y ensayaba un gesto conciliador para que Scioli nuevamente se alineara con el resto de la tropa.
Cristina, en cambio, no quiere conducir a ese tipo de dirigentes “ni”; mas aún, exige pleitesía de todos, y el que no está de acuerdo, que se vaya. Como admitió días atrás la Presidenta, cuando relataba que la llevó a tomar la decisión de operarse de la cabeza, con los riesgos que implicaba: jugar a todo o nada. Pero en la política no prima la opción entre “blanco” o “negro” sino que hay grises, matices o, como suelede decirse en clave peronista, a veces “es necesario tragarse algunos sapos”.
Paradójicamente, los momentos en que mas argumentos tuvo Scioli para romper con el kirchnerismo fueron tras la muerte de Néstor Kirchner y en su fría relación con la Presidenta. Trazando un paralelo, Insaurralde fue mas allá y, sin ninguna conducción por parte de Cristina, quien lo dejó a la deriva después de la derrota electoral del 2013 y ni siquiera lo invitó a tomar el té en Olivos para “conservarlo en el redil K”, el lomense hizo su camino y coqueteó con quien era la nueva estrella política, Sergio Massa.
Cuando Massa comenzó a descender en las encuestas y el escenario electoral se polarizó entre Scioli y Mauricio Macri, Insaurralde decidió y prefirió quedarse en el FPV y candidatearse a gobernador bajo el ala sciolista. ¿No es acaso una especulación política válida? ¿El peronismo no se ha caracterizado por priorizar a los dirigentes que tienen votos, mas allá de su estilo? Esa es la contradicción que debe resolver Cristina Fernández.
Semanas atrás, durante una reunión del otro precandidato presidencial fuerte del kirchnerismo, Florencio Randazzo, con intendentes peronistas y luego de que el ministro explicara la importancia de continuar el proyecto kirchnerista, uno de los caciques del conurbano bonaerense lo paró en seco: “Florencio, qué venis a hablarme del proyecto, a nosotros nos interesa ganar”.
La decisión de Insaurralde de competir por la gobernación fue duramente cuestionada por el kirchnerismo, que le recordó su protagonismo en el programa “Bailando por un sueño” o le sugirieron ir por la reelección en Lomas de Zamora. Rápido, el actual intendente se comparó con Scioli al señalar que, al igual que el gobernador, ahora es criticado por los K pero cuando vean que es el candidato que mas mide, lo aceptarán.
La desconfianza de Cristina Fernández en Scioli y hasta en el propio Randazzo, lleva a la Presidenta a buscar encorsetar al gobernador bonaerense, el candidato K mejor posicionado, buscándole un compañero de fórmula ultrakirchnerista, Axel Kicillof o Eduardo de Pedro.
Sin embargo, un problema similar se le plantea en la provincia de Buenos Aires. Insaurralde, según distintos sondeos, estaría por arriba de otros postulantes, todos ellos ultrakirchneristas, como Julián Domínguez, Diego Bossio o Patricio Mussi. Demás esta decir que, representando casi el 40 por ciento del electorado nacional, la provincia de Buenos Aires es clave para cualquier dirigente que aspire a la Casa Rosada.
¿Apostará Cristina a una fórmula “Scioli presidente, Insaurralde gobernador” si fuera la mejor posicionado en intención de votos? ¿Echaría a Insaurralde del Frente para la Victoria, obligándolo a ir por afuera o, quizás, como candidato de Macri?
Néstor Kirchner tal vez hubiera apostado al tándem Scioli-Insaurralde, si lo acercaba más a un triunfo, haciendo todo por encorsetarlos y para que el kirchnerismo sobreviva.