Problemas y esperanzas de Macri y Scioli

En apenas tres semanas, la Argentina tomara un nuevo rumbo político, económico y social, marcando el fin de una época. Desde el retorno a la Democracia (1983) está es la segunda oportunidad en la cual el país vive un fin de ciclo. En 1999 se despedía el menemismo, una década de gobierno que marcó la ola privatizadora en la Argentina, a tono con el Consenso de Washington y la década de los ’90, mezcla de neoliberalismo y populismo. El 2015 será el fin del kirchnerismo, doce años de gobierno marcados por un auge del progresismo mezclado nuevamente con el populismo.

Las elecciones del 25 de octubre de 2015 significaron una clara derrota para el peronismo, mas allá de que su candidato, Daniel Scioli, aventajó por 2,5 puntos a su rival del frente Cambiemos, Mauricio Macri y de que ambos disputarán por primera vez en la historia argentina, un ballotage.

La figura de un gobierno que intenta ocultar bajo la alfombra hasta el 10 de diciembre –cuando termina su mandato- una delicada situación económica y fiscal, sumado al estilo pseudoautoritario de Cristina Fernández “ayudaron” a que ese resultado se viviera como una derrota, habida cuenta que la sensación en la opinión pública, alimentada por los cuestionados encuestadores, era que Scioli estaba a muy poco de ganar en primera vuelta. ¿Qué tan bueno y revolucionario fue el gobierno kirchnerista que Mauricio Macri, supuestamente en las antípodas, tiene chances de suceder a Cristina?

Los discursos en cadena nacional de la Presidenta, la omnipresencia en el Estado y en la mesa de decisiones de los jóvenes de la agrupación La Cámpora y un candidato a gobernador bonaerense como Aníbal Fernández, que no sumaba sino que le restaba votos a Scioli, provocaron que Macri, pese a quedar abajo, se subiera a una ola triunfalista que durante una semana pobló los medios de comunicaciones como si se tratara de un Presidente electo.

En verdad, la sorpresa fue la de María Eugenia Vidal, acólita de Macri, que venció al otrora todopoderoso aparato peronista de la provincia de Buenos Aires, le ganó a Aníbal Fernández y se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de gobernadora de esa provincia que equivale al 40 por ciento del electorado nacional.

Ante ese panorama, la tercera fuerza en discordia, el Frente Renovador de Sergio Massa, decidió capitalizar los 5 millones de votos que obtuvo a la hora de decidir a quién apoyar –Scioli o Macri- en el ballottage. Pese a dar un mensaje encriptado, intentando no optar por uno u otro, Massa no pudo contener su parecer: “No quiero que gane Scioli”, aseveró.

Los problemas de Scioli son: el 64% por ciento no lo votó y puede deducirse que una amplia mayoría de esos votantes lo hizo contra el gobierno al que él representa, lo que implicaría que tiene un techo de votos muy cercano; la presidenta Cristina Fernández ni lo menciona en sus discursos y alimenta la confrontación, por ejemplo, oponiéndose al 82 por ciento móvil cuando su candidato acaba de prometerlo, para ponerse a tono con las promesas que votó el público massista.

La esperanzas de Scioli residen en:  considerar que muchos bonaerenses fueron a votar en contra de Aníbal Fernández, que ya no está en la lista, y que no tuvieron en cuenta al candidato presidencial. Ahora es él o Macri; también considera el postulante oficialista que Macri es una figura rechazada por muchos sectores que incluso no son oficialistas, por lo que peronistas disidentes e incluso votantes de izquierda no acompañarían al candidato del frente Cambiemos.

Los problemas de Macri son: su figura, ya que. María Eugenia Vidal sacó mas votos que él en la Provincia y necesita equiparar ese voto para que no vaya a Scioli; también necesita hacerse de los votos de Felipe Solá, en los que también hay mucho peronismo que podría tener cierta resistencia a ir con Macri.

Las ventajas de Macri: sale a hacer campaña como un triunfador junto a María Eugenia Vidal, la estrella política del momento que lo primero que argumenta es que necesita que Macri sea presidente, para poder trabajar de la mejor manera desde la provincia con la Nación; cuenta con el acompañamiento de los intendentes electos de varios municipios bonaerenses, que por primera vez vencieron y desalojaron del poder a los “Barones del Conurbano”, los viejos intendentes peronistas acostumbrados a las mas oscuras prácticas políticas; Macri logró entusiasmar a sus socios del radicalismo –Ernesto Sanz- y de la Coalición Cívica –Elisa Carrió- que por primera vez en mucho tiempo se ven con posibilidades de llegar a la Casa Rosada, aunque sea como parte de un gobierno de Macri.

En tres semanas, Scioli y Macri deberán ir por quienes no los votaron. El voto blanco, al que convocó la izquierda, no hace mas que favorecer a quien ganó, aunque ajustadamente, los comicios. Los votos en blanco no se cuentan en el ballotage.

Atención. Una teoría esgrimida en los últimos días, cambiaría el panorama electoral y los vientos de cambio macrista. Si los 24 millones de votos que se emitieron el domingo 25 de octubre se redujeran a 20 millones, producto del voto en blanco, Scioli necesitaría apenas, poco mas de un millón de votos –un 20 por ciento de quienes votaron a Massa- para ser Presidente. Todavía falta mucho y el final es abierto. Por eso ninguno de los candidatos debe darse por triunfador o por vencido.

Un inundado, un voto

La campaña electoral se sumergió las últimas semanas en las aguas turbulentas de las inundaciones, que dejaron expuestas las miserias de la política y la solidaridad de los argentinos como dos caras contrapuestas de una lamentable realidad.

Por acción u omisión, los candidatos presidenciales Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa salieron a hacer proselitismo con los damnificados, disfrazados de hombres “solidarios” y de “gestión”.

Scioli traicionó su esencia, la de saber leer lo que la sociedad reclama en un determinado momento. Buena parte del capital político del candidato del Frente para la Victoria es su vínculo con “la gente”, que en una suerte entelequia, aprueba mucho más su figura que su gestión bonaerense.

En cada hecho trágico de relevancia mediática, Scioli no ha dudado y fue al lugar. Soporto los insultos lógicos de víctimas y damnificados, pero al final terminó abrazado con ellos, en algunas ocasiones dando respuesta, aunque tardía, a los reclamos, y recibiendo el agradecimiento de quienes antes lo habían agredido verbalmente.

Esta vez le falló el olfato. En otro momento, su viaje a Italia ya sea por el mantenimiento del muñón derecho, por descanso o placer, hubiera pasado desapercibido. Pero, a diferencia de cuando era el diputado de Carlos Menem, el Secretario de Turismo de Eduard Duhalde o el vicepresidente/gobernador de Néstor Kirchner, ahora el protagonista es él, está en el centro del escenario político y debería refinar aún mas su paladar para decidir qué movimiento es políticamente incorrecta y cual no.

Scioli es, además, su propio jefe: la presidenta Cristina Fernández lo dejó solo cuando las críticas opositoras arreciaban. Ella ordenó un silencio de radio a los funcionarios y dejó la “zona liberada” para que los dardos hacia su candidato presidencial no tuvieran ningún filtro. Hizo callar a Carlos Zannini, nada más y nada menos que compañero de fórmula de Scioli, desaparecido en todo el conflicto por las inundaciones y que en lugar de mostrarse ayudando a los damnificados, se ocultó. También mando a Aníbal Fernández, en su doble rolde jefe de Gabinete y candidato a gobernador, a hacerse el distraído sobre el periplo de Scioli a Europa.

Una fuente de la Casa Rosada intentó ensayar que la situación de Scioli era “indefendible”, argumento totalmente falso, teniendo en cuenta la lista de ocasiones “indefendibles” en que el coro de funcionarios y dirigentes kirchneristas salieron a defender por orden de Cristina a Máximo Kirchner, Axel Kicillof o Amado Boudou, por citar solo algunos ejemplos.

Está claro, y de eso no hay lugar a duda, que Scioli regresó oportunamente de su viaje porque todos están en campaña y él no podía dejar abierta la posibilidad de que un error suyo se tradujera en una merma del 38,4% que obtuvo en las PASO.

Mauricio Macri también hizo cuentas con el 30% que consiguió Cambiemos en las internas, y por eso brindó una conferencia de prensa para lamentar el panorama de las inundaciones y criticar la gestión kirchnerista por las obras nunca hechas.

Macri contrapuso lo que él hizo en la Ciudad –como los túneles aliviadores del arroyo Maldonado- para mostrarse ejecutivo en comparación de una provincia sin las obras hechas. Además,  mandó a su aspirante a la gobernación, la todoterreno María Eugenia Vidal, a mojarse los pies en las zonas damnificadas.

El desempeño electoral de Vidal fue la sorpresa de los comicios, la imagen fresca en una provincia hundida por la vieja política. Pero las fotos de la vicejefa de gobierno porteño, con un rostro en varias ocasiones demasiado a tono con la tragedia, tomando un mate mientras se hundía en el lodazal, despertaron también muchas críticas no sólo del sector K sino también de la ciudadanía, cansada del oportunismo político.

Ocurre que hoy las redes sociales permiten dejar en evidencia a los dirigentes, algo que antes solo estaba limitado a los medios masivos de comunicación. Y cualquier “error” o foto “producida” puede ser descubierta, viralizada y de inmediato sumar miles de cuestionamientos.

Massa, en tanto, no se quedó atrás y eligió el municipio de Mercedes, muy cerca de Luján, comandado por uno de los intendentes del Frente Renovador, Carlos Selva, para hacer campaña. Desde allí criticó tanto a Scioli como a Macri y se mostró con la gente que recibía donaciones para los damnificados.

Sin embargo, la Asamblea de los Inundados de Tigre amagó el sábado con un escrache frente a la casa de Scioli en Villa La Ñata (Benavidez, partido de Tigre) , que finalmente fue impedido por fuerzas de seguridad. Esa misma asamblea le viene reclamando a Massa, aunque el actual intendente es un delfín suyo, Julio Zamora, por las inundaciones que sufren barrios precarios como el que se ubica detrás del country Isla del Sol, donde vive el candidato presidencial por UNA.

Según el libro “Massa, una biografía no autorizada” de Diego Genoud, la proliferación de countries y barrios cerrados afectó a muchos barrios precarios que empezaron a inundarse como nunca antes. “Sus denuncias en el municipio ni siquiera llegaron al despacho del intendente. La única vez que Sergio se puso las botas y escuchó a los afectados por las inundaciones fue el 1 de Noviembre de 2014, cuando en la provincia de Buenos Aires hubo tres muertos”.

Pese a las distintas puestas en escena, los especialistas políticos consideran que el drama de estas inundaciones “difícilmente afecte” la intención de voto de alguno de los tres postulantes, habida cuenta que faltan más de dos meses para las elecciones generales. Mucho tiempo para olvidar lo ocurrido.

Ahora es el turno de Scioli vs. Macri

El triunfo del candidato porteño de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, no sólo le permitió al PRO retener la hegemonía en la Ciudad para empezar a transitar la “Década Macrista” sino también sirvió como puntapie inicial de la campaña que ahora cobra protagonismo y que parecía lejana: la pelea por la Presidencia de la Nación.

El triunfo en los comicios porteños tuvo un sabor amargo y quedó reflejado en el clima tenso durante el escrutinio en el bunker del PRO en Costa Salguero, debido a la estrecha diferencia entre Rodríguez Larreta y Martín Lousteau que finalmente se cristalizó en unos 54 mil votos.

El macrismo seguirá sin mayoría propia en la Legislatura porteña pero su gestión podría tener una ventaja respecto a la de su antecesor. No es lo mismo para el PRO negociar los votos legislativos con el kirchnerismo, en mucho temas -como el de los “trapitos”- que con ECO, la fuerza de Lousteau con la que hay mas afinidades que discrepancias.

Por eso, los porteños quizás puedan esperar que una serie de problemas sin resolver por falta de consenso en esta nueva etapa se resuelvan en base a una negociación entre PRO y ECO, que deberá revalidar en el 2016 que es la segunda fuerza porteña.

Lousteau, en tanto, se convirtió en la estrella política que estuvo apunto de arrebatarle la Ciudad al PRO, con apenas dos años de estadía política en la Capital Federal, primero como parte de UNEN y al poco tiempo como jefe de una nueva fuerza política.

El joven economista intentará ser prescindente de la campaña presidencial, al menos hasta que el horizonte aclare y haya certeza entre ganadores y perdedores de este 2015 electoral. En su estrategia anida, seguro, el interrogante de si su figura cruzará la General Paz para inmiscuirse en algún entramado nacional o sólo se limitará a cumplir con su rol de diputado nacional con el objetivo de sentar las bases de una alternativa política en la Ciudad.

En cuánto a “las grandes ligas”, la campaña presidencial se relanza hoy. El propio Daniel Scioli intentó minimizar el triunfo del PRO en la Ciudad y, rápido de reflejos, llamó a Lousteau para felicitarlo y volvió a manifestarse por la plena autonomía de la Ciudad. Música para los oídos de los habitantes de la Ciudad, aunque el electorado en la Capital Federal no se caracteriza por besar la mano de quien los acaricia.

Scioli es conciente que necesita remontar la imagen del kirchnerismo e imprimirle su sello distintivo en distritos como la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. De otro manera, no le alcanzará con una ventaja clara en la provincia de Buenos Aires para contrarrestar el crecimiento de la oposición en los principales centro urbanos del interior del país, y en la Capital Federal.

Macri no llega a hoy con todos los triunfos que su equipo fantaseó –Santa Fe, Córdoba- pero sí lo hace con el envión de un posicionamiento de su figura en las provincias claves.

No en vano Macri intentó anoche nacionalizar el triunfo porteño y marcó claramente sus discrepancias y no tuvo empacho en marcar los logros kirchneristas como la asignación universal por hijo o la estatización de Aerolíneas Argentinas, YPF y los fondos de la Anses. Para diferenciarse, dijo que los administraría mejor, que erradicará la pobreza y que pretende una Justicia independiente y que no se persiga a quien piense distinto.

La foto a la que aspira el PRO el 9 de agosto a la noche en la provincia de Buenos Aires, contados los votos de las PASO, es que María Eugenia Vidal aparezca como la postulante más votada en la provincia, más allá de que a nivel fuerzas, la sumatoria de la fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabbattella con la de Julián Domínguez-Fernando Espinoza supere a nivel fuerzas al frente Cambiemos.

“Con el posicionamiento en el interior del país y un 30% en la provincia de Buenos Aires, no hay manera de que Scioli nos saque una ventaja de diez puntos, es más, no sea cosa que ocurra al revés”, señaló un operador macrista.

En el comando sciolista la preocupación no es menor. Más allá de la burbuja del “Scioli ya ganó” que se instaló semanas atrás en la opinión pública, lo cierto es que las encuestas serias otorgan una suerte de “empate técnico” entre Scioli y Macri, con una diferencia de 2 o 3 puntos.

El dilema de Scioli es revertir lo que en el PRO consideran, “un techo” a su crecimiento, a partir del acompañamiento de Carlos Zannini en la fórmula. ¿Efectivamente Zannini limita a Scioli? ¿O Scioli logrará despegarse del cepo kirchnerista para atraer a los indecisos?

De uno u otro lado de la General Paz coinciden en que los números del electorado entre kirchneristas y antikirchneristas, oficialistas y opositores, es muy similar, por lo que ambos bandos miran a los “ni”, al electorado independiente.

Macri comenzará desde hoy una etapa de campaña “de cercanía con la gente”, “muchas redes sociales” y “bastante Conurbano”. Scioli comenzará un raíd por las provincias donde al kirchnerismo le fue mal en las elecciones provinciales. Macri en la Provincia, Scioli en Ciudad y el Interior. Ambos apuntando a lo mismo.

Está claro que el 9 de agosto será una suerte de “gran encuesta real”, en la que ambos medirán fuerzas pero también sabrán cuántos votos tendrá Sergio Massa, sector al que sciolistas y macristas consideran también clave porque si se polariza las PASO entre Scioli y Macri, el voto del Frente Renovador se dividirá, vaya uno a saber en qué proporción, entre uno y otro candidato presidencial.