El cuento pareció cerrar y alcanzó una lógica, un sentido y hasta una épica. “Nosotros venimos a defender a los pobres y los humildes; a la producción nacional frente al imperialismo estadounidense; promovemos la independencia económica de la Argentina, vivir con lo nuestro; exigimos a los empresarios que compartan sus inmensas ganancias y que no aumenten los precios que generan la inflación que padecen los más necesitados. Siempre vamos a estar del lado de los trabajadores enfrentando a las corporaciones; es hora de decidir quiénes están con nosotros y quiénes están en contra del pueblo”.
Un relato que separó a los buenos de los malos, que justificó cualquier medida que se adoptara, supuestamente para defender a los más pobres, y cuando alguien cuestionó o criticó alguna medida u accionar, fue etiquetado como del bando contrario, enemigo del pueblo.
No está en discusión si el kirchnerismo era mejor que el macrismo, ni mucho menos. De hecho, gran parte de los males que hoy padece la Argentina se deben a la ineptitud de Cristina Fernández, quien claramente, además de jugar a perder las elecciones en 2015, resultó ser más que ineficiente, tras la muerte de su esposo y antecesor, Néstor Kirchner.
Durante 12 años el kirchnerismo repitió sistemáticamente ese relato. No comunicó a través de los grandes medios de comunicación, porque sabía que ese mensaje iba a ser filtrado y no quería filtros: cadenas nacionales, actos, comunicación directa entre el líder y la gente. Y en el medio, funcionarios, legisladores y blogueros que repetían los mismos conceptos. Continuar leyendo