La votación más grande del mundo

Las nuevas tecnologías están revolucionando al mundo y ahora ofrecen la posibilidad de diseñarlo juntos. Hace un par de años la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzó el programa My World (Mi Mundo), dirigido a todos los ciudadanos del mundo, que busca conocer las opiniones y las prioridades de la mayor cantidad de personas posible en políticas públicas de la humanidad en la lucha contra la pobreza para los próximos años. Los resultados son sumamente interesantes y sirven para pensar el mundo que viene.

El programa permite completar una encuesta (disponible en línea y en papel) donde debemos elegir 6 ejes, entre 16 posibilidades, que consideremos prioritarios para terminar con la pobreza y mejorar la calidad de vida de la mayor cantidad de personas posible. La encuesta se ha distribuido por distintos países gracias al esfuerzo conjunto de distintas organizaciones de la sociedad civil y por el poder de Internet. El objetivo es presentar estos resultados ante los diseñadores de políticas públicas, fundamentalmente a los líderes de los distintos países, a fin de establecer una agenda global común de desarrollo posterior a 2015.

Este año se alcanza la fecha límite establecida por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que se establecieron en el 2000 y procuraban definir un eje de trabajo común entre los países miembro con miras al 2015. La encuesta actual, que busca establecer la agenda para los próximos años, ya cuenta con más de 7,69 millones de contribuciones a nivel global. Se convirtió así en la votación más grande del mundo y de la historia hasta el momento. Los resultados de la encuesta son de público acceso y pueden ser ordenados por país, género, edad, nivel de estudios alcanzado y nivel socioeconómico, y sirven como una poderosa herramienta para estudiar las preferencias de las personas a lo largo y ancho del mundo sobre el futuro que desean. Continuar leyendo

Cómo define la tecnología a la política moderna

¿Por qué votamos lo que votamos? Simpatía, expectativas de estar mejor, algún gesto que nos sedujo… Generalmente los motivos que definen nuestra elección dependen más de alguna sensación que de fundamentos complejos o abstracciones.

En su libro “Homo Videns. La Sociedad Teledirigida”, Giovanni Sartori  explicaba hace años cómo la comunicación audiovisual -liderada en aquella época por la TV- generaba una primacía de la imagen por sobre las abstracciones, de lo visible sobre lo inteligible en la formación cultural de las personas. Esto, finalmente, empobrecía la calidad de los ciudadanos y de las instituciones políticas. Por otra parte, rescata Internet como un canal que fomenta el diálogo y la discusión, aunque también sirve para propagar contenido “televisivo” que le resulta más cómodo a los perezosos.

Es innegable que las telecomunicaciones han incrementado exponencialmente el potencial humano vinculando a personas talentosas a lo largo y ancho del mundo facilitando el intercambio de ideas. El “costo” de dicha conectividad es también tener a disposición una infinidad de herramientas maravillosas para el ocio. Además, la falta de jerarquización de la información que permiten las redes sociales facilitan la desinformación, la manipulación y en última instancia la simplificación del pensamiento.

Nos encontramos entonces con un desafío por partido doble. Por un lado, las abstracciones o ideas complejas van perdiendo terreno ante formas de pensamiento más “light” por lo que el mensaje debe simplificarse. Y por otra parte la política debe disputar terreno ante una industria del ocio que cada vez encuentra formas más creativas de “empujar” su contenido al consumidor.

El compromiso con la política también cambió. El “militante” se convirtió en “voluntario” que presta una porción reducida de su tiempo para realizar alguna contribución por el candidato que le cae en gracia aumentando la cantidad de personas involucradas. Probablemente el voluntario desconozca la plataforma política, las propuestas concretas de gobierno y aún así estará convencido de las virtudes de su candidato.

Lo anterior no es para amargarse. En líneas generales se debe a que ha mejorado la calidad de vida de las personas: se han generado mejores instrumentos para divertirse y el compromiso con la política ha disminuido su rendimiento por el costo de oportunidad que representa. Internet facilita la participación política aumentando la “productividad” del tiempo invertido, facilita la auditoría permitiendo acercar información sobre el gobierno de manera más eficiente y potencia la participación ciudadana, tal como pudo demostrarse con experiencias como la presentada por el Partido de la Red con su plataforma DemocracyOS.

Esta nueva forma de consumir política empodera a los publicitarios y vuelve menos relevante el contenido del político. En este contexto necesitan reunir menos características asociadas al arte de gobernar para ganar las elecciones. Asimismo, los nuevos medios de comunicación disminuyen las trabas para que el mensaje llegue a los destinatarios por lo que disminuye la importancia del “aparato” tradicional y abre la política a nuevos actores. Todo esto permite que nuevas personas que antes no tenían posibilidad de acceder a la política lo hagan, “democratizando” la oferta electoral.

Las nuevas tecnologías redefinen el escenario político, acarrean el riesgo de resultar menos exigentes para los candidatos transfiriendo buena parte de la responsabilidad de su éxito a sus equipos de comunicación y creativos. Esto puede ser una oportunidad para que aparezcan nuevos actores menos dependientes de “aparatos” y con una cercanía más genuina con las personas. Será responsabilidad de todos nosotros trabajar para garantizar que todos los candidatos lleguen rodeados de equipos con idoneidad técnica suficiente y que cumplan adecuadamente los roles para los cuales resulten electos. Los riesgos pueden disminuirse con controles y mecanismos institucionales suficientes, pero ese es motivo para otra nota.

En defensa de la economía colaborativa

Siempre hubo personas que se opusieron al progreso, al menos entendido como modernización tecnológica. Recuerdo haber estudiado al movimiento obrero ludita o mecanoclasta que se caracterizó por destruir a las nuevas maquinarias que introducía la Revolución Industrial en señal de protesta. ¿Contra qué protestaban? Contra formas más eficientes de hacer las cosas que de golpe tornaron obsoletos ciertos roles, mecanismos que permitían que más personas puedan acceder a los bienes al reducirse su costo de producción.

Santiago Bilinkis, en su libro “Pasaje al Futuro”, comenta las nuevas tecnologías que nos depara el futuro y anticipa que la misma traerá asociada algún conflicto por trastocar las relaciones de poder existentes. Así como hace cientos de años, los sindicatos siguen oponiéndose a los cambios aunque beneficien al conjunto de la sociedad. Por ejemplo es elocuente ver cómo sostienen determinados puestos de trabajo que no le generan valor a la sociedad tales como los ascensoristas que existen en varias dependencias públicas o boleteros en estaciones de transporte público que bien podrían ser reemplazados por máquinas, entre otros.

El progreso hoy enfrenta nuevos obstáculos. Uno de ellos está dado por la resistencia de los gremios de taxistas al desembarco de la aplicación “Uber” en el mercado argentino. ¿Qué es Uber? Es una “App” que permite conectar a viajeros con choferes particulares. Hasta permite que pasajeros que no se conocen compartan un auto si van en la misma dirección.

El “problema” para los taxistas es que abre un mercado cautivo y le permite a los pasajeros elegir libremente entre múltiples opciones trayendo competencia a un sector donde se montó un oligopolio artificial. La aplicación perjudica fundamentalmente a los intermediarios y a los que apostaron a mantener los beneficios del sistema de oferta limitada. El sistema democratiza el transporte disminuyendo costos, ordenando de manera más eficiente la demanda y aumentando la oferta.

¿Quiénes se oponen a la llegada de Uber? Diversas entidades gremiales de taxistas (UPAT, SPT, ATC y la Cámara Empresaria de Autotaxis). Grupos que procuran mantener sus privilegios a costa de los consumidores. Enrique Celi, presidente de UPAT, dijo “Vamos a exigir al GCBA que no habilite el sistema Uber. Sería competencia desleal, no hay reglamentación en la ciudad para que funcione la aplicación”. Y agregó: “Ésta gente no va a cumplir nada y va a venir a romper el mercado”. Contradictorio: o no hay regulación, o no se cumple.

Es cierto que la legislación vigente no contempla específicamente la modalidad de UBER. Pero podemos procurar desentrañar la naturaleza de la actividad: ¿Es Uber un taxi o un remis?

El código de tránsito de la CABA (ley 2148) define remis en el punto 90 de su anexo como: “Automóvil de alquiler (…) con tarifa prefijada para el recorrido total(…).” y define Taxi como el: “Automóvil de alquiler (…) sin tarifa prefijada para el recorrido total(…)”. A su vez, la ordenanza N° 47561/94 establece en el punto 8.4.13 que: “Los conductores de vehículos afectados al servicio de remises sólo podrán tomar pasajeros en la vía pública cuando el servicio hubiere sido solicitado a la agencia prestadora, quedando prohibido pregonar y circular con tal propósito”.

Las diferencias operativas esenciales entre el servicio de taxi y el de remis son las siguientes: el remis no puede levantar pasajeros de la vía pública sin que hayan solicitado previamente el servicio y que el remis realiza trayectos con tarifas prefijadas. Uber sería algo intermedio: no levanta pasajeros en la vía pública circulando pero la tarifa no es prefijada. Ahí encontramos una primer particularidad: mientras que el remis debe exhibir su cuadro tarifario el taxista debe usar un taxímetro supervisado por el Estado para garantizar un servicio uniforme y “justo” para el pasajero a la hora de medir el recorrido y el tiempo. Uber en este punto es disruptivo: es una relación neta entre privados con un mediador imparcial que supervisa remotamente la relación controlando la tarifa y realiza la transacción sin posibilidad de defraudación entre las partes, tornando innecesaria la intervención del Estado dado que la empresa compromete su reputación al control justo y efectivo.

Por otra parte, en cuanto a la seguridad, mientras el remis debe estar inscripto en una remisería y en un registro especial (RUREM) siendo la agencia la que rinde cuenta de la identidad del remisero, en el caso del taxi el Estado es el fedatario sobre el servicio público. En el caso de Uber, más allá del alta inicial en Uber, que podría asemejarse al alta en la remisería, la reputación posterior del conductor depende del trabajo que realice. En este caso nuevamente el Estado no es necesario.

Cumpliendo los requisitos para operar como remis, conseguir la habilitación correspondiente para el vehículo y la licencia profesional, no habría razones para que dichos conductores operen bajo la órbita de funcionamiento de Uber. Si puedo arrimar una definición: Uber es la agencia de remis del siglo XXI. Claro que en mi opinión resulta innecesaria una licencia profesional para conducir bajo esta modalidad, pero dejamos este debate para otro día.

Dicho esto, no hay motivos para prohibir a Uber ya que sería absurdo exigirles requisitos mayores a los que se exige para un servicio similar (remise). Si queremos ponernos exquisitos con la ley alguien debería recordarle a los gremios que la Constitución de la CABA establece que “la Ciudad garantiza la defensa de los consumidores y usuarios de bienes y servicios, en su relación de consumo, contra la distorsión de los mercados y el control de los monopolios que los afecten” (art. 46) y que “Las autoridades proveen a la defensa de la competencia contra toda actividad destinada a distorsionarla y al control de los monopolios naturales y legales y de la calidad y eficiencia de los servicios públicos” (art. 49). Y Uber contribuye a disminuir las distorsiones que introducen los gremios en el mercado y a mejorar la calidad del servicio público de transporte automotor.

Además, según el art. 58 “El Estado promueve la innovación tecnológica, garantizando su difusión en todos los sectores de la sociedad, así como la cooperación con las empresas productivas. ” Si a Uber le niegan la habilitación bien podría demandar al Gobierno de la CABA en el marco de estos derechos que la Constitución le reconoce para operar.

Sin embargo, no escribo esta nota en apología de Uber sino de un nuevo esquema de organización económica que se viene. Uber es una herramienta insigne del esquema conocido como economía colaborativa. La economía colaborativa se caracteriza por la confianza y la relación p2p (peer to peer) o de persona a persona. Las “credenciales” que necesita un proveedor se obtienen a partir del reconocimiento (positivo o negativo) de pares del usuario que comparten sus experiencias y permite a las personas obtener eficientemente lo que necesitan los unos de los otros.

Gracias a la tecnología se puede lograr fondeo de proyectos (Crowdfunding) y préstamos entre personas eliminando así a intermediarios. Las nuevas tecnologías permiten que un montón de transacciones que antes requerían de instituciones “mediadoras” puedan ser resueltas ahorrando los costos de intermediación y simplificando los acuerdos entre las partes.

Los tiempos venideros enfrentarán a dos tipos de políticos: quienes queremos potenciar a los consumidores contra quienes quieren asegurarle sus beneficios a las corporaciones. ¿Vos de qué lado vas a estar?