Hace pocos días conversaba con un consagrado dirigente político sobre los procesos de internas. Dicho sujeto consideraba que la competencia entre diversas listas era propia de la “vieja política” y que lo “nuevo” era ponerse de acuerdo y resolver entre los aspirantes las diferencias constituyendo una lista única. Esta definición me hizo ruido y motiva la columna de hoy: ¿pertenecen las internas a la nueva o a la vieja política?
Siempre me sentí inclinado a promover la democracia dentro de las organizaciones. Por pura casualidad, durante mi adolescencia formé parte de la red internacional de jóvenes líderes llamada AIESEC, reconocida por la certificadora internacional Worldblu como una de las organizaciones más democráticas del mundo. La misma renueva anualmente de manera integral todos los puestos de liderazgo. En palabras de la certificadora, lo que define que una entidad sea democrática es que el sistema de organización se base en la libertad en lugar del miedo y el control. Esto es lo que permite amplificar las potencialidades del potencial humano.
Las organizaciones tienen una inercia hacia el conservadorismo. Quienes las lideran tratan de evitar que haya procesos que puedan cuestionar o rivalizar el orden que plantean por cuestiones de subsistencia de lo construido o de si mismos. En este marco es habitual ver que hay organizaciones con procesos formales de elecciones donde en realidad nadie rivaliza la distribución de poder y se replica incesantemente la voluntad de una persona o camarilla cumpliéndose así la máxima gatopardista: “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Las internas representan la posibilidad de cuestionar efectivamente el orden coyuntural, el statu quo y permiten introducir innovaciones dentro de la organización.
La verdad es que la dicotomía “vieja” y “nueva” política empobrece el debate. Prefiero pensar qué instituciones garantizan una mayor democracia y un mayor desarrollo del potencial humano en libertad. Y en ese contexto creo que las elecciones internas libres son fundamentales para poder aspirar a una mejor calidad democrática.
Recuerdo que cuando me convocaron a formar parte del equipo nacional de juventud de Unión PRO hablé con el Presidente, Gustavo Senetiner, y coincidimos acerca de la necesidad de garantizar un proceso de elecciones libres y transparentes donde más de una lista pueda presentarse. En consonancia con eso, este año entre junio y noviembre la juventud nacional irá a elecciones internas para definir a sus representantes entre más de una opción. Estableciéndose así un excelente precedente.
Hay que destacar que esta práctica democrática ha sido aprovechada en el pasado por UNEN en la Ciudad de Buenos Aires y le sirvió al espacio para oxigenar a sus candidatos y visibilizar sus propuestas. Como estrategia electoral creo que ha quedado claro que una mayor cantidad de actores en pugna contribuye a mejorar las chances de éxito de un espacio y permite resolver contradicciones o diferencias de una manera ordenada. En esta línea creo que se inscribe la estrategia de Mauricio Macri a nivel nacional fomentando una PASO con Carrió y con Sanz.
Por otra parte Gabriela Michetti sostuvo su intención de ser candidata a Jefa de Gobierno contra viento y marea. Junto a Ritondo y Rodríguez Larreta disputarán en las PASO porteñas la prioridad de Unión PRO para ser el candidato de Unión PRO. Independientemente de quien gane la elección, y de las preferencias que cada uno de nosotros pueda tener sobre los pretendientes, la insistencia de Gabriela establece un excelente precedente de democracia interna dentro del espacio. Sin ánimo de exagerar, es la primera interna de peso que existe en la historia de la fuerza liderada por Mauricio Macri. De hecho, logró extender la interna a la categoría de comuneros permitiendo una mayor oferta electoral para los porteños.
Si bien es entendible el enojo de algunos dirigentes por su decisión de competir, lo cierto es que es síntoma del crecimiento del espacio y un PASO en la dirección correcta: es válido que más de una persona aspire a un mismo puesto y debe poder competir por lo que quiere. Después de todo, ¿cómo podemos esperar calidad democrática si no tenemos democracia plena hacia dentro de las estructuras que definen a nuestros representantes?
Nos espera un año lleno de oportunidades para poder elegir e influir en el destino de nuestras ciudades y de nuestro país. Todos nosotros podemos hacer una diferencia con nuestra participación para asegurarnos de que gane el mejor.