¿Qué siente el insecto atrapado en la telaraña mientras ve acercarse a su depredador? ¿Cómo son esos segundos entre que presiente el ataque y que muere? Deben parecerse mucho a los días en que la trampa represiva se levanta alrededor de un individuo, un grupo, una sociedad. Similar a ese guión en el que se van poniendo los justificantes para el golpe, moldeando la opinión pública, rellenando el archivo que después se presentará a la prensa o a los tribunales.
La actual estrategia contra la oposición cubana se parece al lento deslizar de las patas de la araña hacia su víctima.
Estamos viviendo una telenovela por capítulos, un intento de satanizar las tecnologías y la disidencia, quién sabe si para repetir aquellos días oscuros de marzo de 2003. Se ve llegar el golpe, en la insistencia con que la prensa repite ciertos estribillos, se obsesiona con temas como Zunzuneo y trata de mezclarlos con la violencia de cuatro supuestos terroristas recién descubiertos en territorio nacional. Como los malos seriales televisivos es perceptible también la costura con que empatan teléfonos móviles, Twitter, muerte y guerra. Afortunadamente apenas si funcionan ya esos culebrones, en un público cubano demasiado concentrado en sus necesidades cotidianas, abrumado por las carencias materiales, saturado de ideología y con más escapismo que conciencia cívica.
La trampa está casi lista. ¿Se usará? ¿Quién sabe? Pero no hay mucho que hacer para impedirlo, como no sea denunciarla. En fin de cuenta la araña siempre será más grande, más fuerte, más imponente.
Este artículo apareció originalmente en Martí Noticias