Explosiones de cinismo

La Presidente tiene una enorme facilidad para decir en público todo lo contrario de lo que hace. Ayer en Santiago del Estero presentó la idea de “empezar a pensar” el traslado de la Capital al interior del país -ella dijo, “¿por qué no Santiago del Estero, madre de ciudades?”- y en ese acto, sin perder ocasión para darle un palo a alguien, aprovechó para decir que estas ideas de avanzada había que llevarlas adelante más allá de lo que dijeran las encuestas.

“Estoy segura que mañana ya van a aparecer las encuestas diciendo que esto es impracticable, pero los líderes deben llevar adelante las ideas que benefician al país más allá de lo que dicen las encuestas… Estoy segura de que si San Martín hubiera sometido a una encuesta el cruce de los Andes le habría dado negativo..”

Más allá de que la referencia pendenciera era completamente inútil porque nadie la había atacado, el concepto, cuando se lo contrasta con las realidades con las que el gobierno se mueve, es completamente falso.

Si hay un gobierno que en decisiones fundamentales se ha guiado por las encuestas, ese gobierno es el de los Kirchner. Recuerden lo que los documentos prueban de su postura respecto de los derechos humanos. No existe un solo registro que pruebe la preocupación de Néstor o Cristina por el tema, mientras transcurrían los años de plomo en la Argentina e incluso luego, en democracia, cuando ya Alfonsín había puesto el drama sobre la mesa.

Fueron las encuestas las que torcieron aquel protagonismo y lanzaron al matrimonio a hacerse pasar por los adalides de esa la lucha.

Del mismo modo ocurrió con el proyecto de ley de matrimonio igualitario. La Sra de de Kirchner tenía una postura fuertemente contraria a su implementación. Lo mismo que su esposo. Fue Vilma Ibarra quien, desde Nuevo Encuentro, había presentado la idea y a quien le habían sugerido sutilmente que la abandonara. La diputada no se amilanó y presentó el proyecto. A partir de su conocimiento comenzaron a conocerse encuestas que le daban un amplio apoyo. Los Kirchner cambiaron en el acto, a tal punto que ese voto fue el único que emitió Néstor mientras fue diputado. La presidente tuiteó: “Sin Kirchner no habría matrimonio igualitario”.

Otro tanto sucedió con la AUH que, cuando era un proyecto de la diputada Carrió, recibía las críticas de la Presidente bajo el argumento de que se trataba de una iniciativa “asistencialista”. Bastó que las encuestas lo endosaran para que el gobierno girara sobre su propio eje y se apropiara de la idea.

Qué decir del cambio copernicano frente al Papa Francisco. De la frialdad más absoluta de “estamos contentos porque hoy tenemos un Papa latinoamericano” a convertir a Bergoglio practicamente en su confesor personal.

Y, más recientemente, en la cuestión de los buitres, la Presidente se envalentonó cuando las encuestas que le llevaban a su escritorio demostraban que una porción mayoritaria de la sociedad convalidaba su postura combativa.

Sin embargo, ayer la Sra de Kirchner la emprendió contra las encuestas bajo el argumento de que “los grandes líderes” no se deben dejar llevar por ellas. En fin…

Pero yendo al fondo de la cuestión del traslado de la Capital, la idea ha sido fomentada por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Dominguez que también ha lanzado su candidatura a Presidente.

Escuchar a Dominguez hoy profundizar sobre los fundamentos de su iniciativa le hace a uno preguntarse si nos están cargando, si en el gobierno existen cauces complemente contradictorios y sus protagonistas hacen como que no los ven para cuidar su puestito detrás de un liderazgo monolítico al que no se le animan, o si lo que prima es un cinismo excelso que hasta podríamos llamar “profesional”.

Preguntado el Presidente de los Diputados sobre las razones que lo llevaron a presentar la idea dijo que si uno estudiaba las principales inversiones de los últimos años y el flujo de negocios regional, llegaba a la conclusión de que era el norte del país donde todo ese movimiento se concentraba, por lo que era estratégico mudar el centro de las decisiones políticas más cerca de donde todo eso pasaba y que en particular Santiago del Estero reunía muchas de las condiciones que se precisaban para aprovechar esas ventajas. Una de ellas era la cercanía al Pacifico, al que definió como el “centro de los negocios y del comercio del mundo de hoy”. Dominguez también dijo que el país debía aprovechar esta ola y convertirse en una máquina de exportar para “salir a comerse la cancha…”

Uno se restrega los oídos y dice, ¿pero es verdad lo que estoy escuchando?, ¿qué está diciendo este señor? La razón de la incredulidad estriba en que todo el discurso ideológico del gobierno al que Dominguez pertenece es completamente contrario a esas ideas. Por empezar, la noción general de “mundo” es una idea aborrecida por el núcleo duro del cristinismo. La Presidente es la líder de una corriente aislacionista que persigue descolgar a la Argentina del mundo; “del flujo de intercambio”, en palabras del presidente de la Cámara de Diputados. El modelo que Kicillof y la Presidente representan odian los “flujos de intercambio”. Al contrario, promueven el encierro y el “vivir con lo nuestro”. ¿Desde cuando el ala que tiene la sartén por el mango en el gobierno promueve la integración global, y el “salir a comerse la cancha”?

Dominguez se refiere al “centro de los negocios y al comercio del mundo de hoy”, ¡pero si la usina central del pensamiento económico decisivo del gobierno aborrece los “negocios” y el comercio! Lo dijo Kicillof en el Congreso: “Hay dos conceptos que odio: la seguridad jurídica y el clima de negocios”.

Sin ir más lejos la propia Presidente acaba de lanzar en la Bolsa de Comercio la idea de generar un mercado de capitales propio con independencia del mundo, precisamente para no depender de él y para seguir encerrados en nuestras propias fronteras. ¿Cómo se compatibiliza eso con la idea de Domínguez de “salir a comerse la cancha”, si el mismísimo concepto de “salir” está mal visto?

En sus ensoñaciones, el presidente de los diputados salió a hablar de avalanchas de exportaciones, cuando la realidad es que decenas de industrias se han fundido por las prohibiciones de exportar, empezando por la industria láctea y la ganadería. Y otras miles se debaten entre mil trabas ridículas que seguramente se extrapolarán a la enésima potencia cuando la Cámara que él preside -y probablemente con sus ingentes esfuerzos personales para lograrlo- convierta en ley el proyecto de abastecimiento.

Por todo esto uno se pregunta ¿en manos de quien estamos?; ¿tiene esta gente una noción global, compatible y coherente sobre el set de ideas que quiere aplicar? Ni siquiera discutimos si estamos o no de acuerdo con esas ideas. Lo que preguntamos es algo previo: si tienen alguna idea enhebrada seriamente para presentarle al país. 

Da la sensación de que muchos personajes importantes del gobierno tienen una desconexión muy grande entre sus ideas, sus tácticas y hasta sus conveniencias personales. En el caso de Dominguez, por ejemplo, si este es su pensamiento real, debería estar peléandose con medio mundo en el gobierno, empezando por hacerlo con la propia presidente. Pero sus conveniencias políticas le indican lo contrario. Y Dominguez prioriza esas pequeñeces antes de salir a defender aquello en lo que cree. A veces cuando sale en público y manifiesta sus verdaderas convicciones estratégicas no tiene otro remedio que echar mano del cinismo, porque solo ese arte, pariente de la hipocresía, torna posible seguir perteneciendo al gobierno y decir todo lo contrario a lo que el gobierno hace.

Un jacobinismo de consecuencias imprevisibles

¿Por qué la Presidente eligió lanzar el país a un jacobinismo de consecuencias imprevisibles? Nadie lo sabe. El día jueves, en el marco del enésimo discurso anunciando un plan de subsidios y fomento, anunció que su Gobierno aplicaría la Ley Antiterrorista a la compañía RR Donnelley por considerar que la quiebra de dicha empresa fue una maniobra provocada a propósito para alterar el orden social y económico.

La Presidente dijo que parte del paquete accionario de la imprenta pertenecía a un fondo controlado por Singer, en una especie de “confabulación mafiosa internacional” contra la Argentina.

Se trató de un discurso preparado para amoldar las necesidades políticas de su gobierno a los términos de una ley dictada con todas las ambigüedades posibles del lenguaje para dar lugar, precisamente, a que su aplicación se adecue a una coyuntura determinada.

La Presidente también dijo que era “la primera vez” que se aplicaba. Se trató de un dato erróneo o, quizás de una desinformación presidencial. La ley antiterrorista pretendió ser aplicada antes contra manifestantes en Famatina y contra el periodista Juan Pablo Suarez en Santiago del Estero. Este último estuvo preso 10 días simplemente por filmar las escenas de una rebelión policial en su provincia.

La ley establece ciertos requisitos (coherentes al menos con el objetivo blanqueado al sancionarla, esto es, cumplir con una imposición del GAFI para evitar el lavado de dinero) que incluyen la necesidad de probar una vinculación con una red terrorista internacional, que se laven activos financieros, que existan armas y explosivos y que se incite al odio racial, étnico o religioso con el objetivo de causar terror a la población.

Cómo hará el Gobierno para probar la existencia de armas, explosivos, incitación al odio racial o religioso para causar terror en la población, tampoco lo sabemos. Pero lo que resulta evidente es que el intento pasará por describir la maniobra como una acción programada por los fondos buitres (que a estos efectos ocuparían el lugar de la “asociación ilícita internacional”) para aterrorizar a la población por la vía de hacerle creer que la economía se desploma con la inocultable consecuencia de la pérdida de empleos y fuentes de trabajo.

La Sra. de Kirchner agregó que para ese objetivo la empresa había contado con la inestimable colaboración de la prensa (tan buitre como Singer y Donnelley) que con “grandes titulares anunciaba la pérdida de 400 puestos de trabajo” y de la Justicia, en la persona del juez comercial Gerardo Santiccia, a quien acusó de fallar una “quiebra express” (“el que quiera una quiebra rápida ya sabe adónde ir… Hasta Griesa es más lento…”, ironizó). También dijo que el Gobierno pedirá que se revoque la quiebra y se investigue la “defraudación”. También anunció que irá a la SEC de Estados Unidos (la agencia que regula y controla Bolsas y valores de ese país) donde Donnelley informó de sus pérdidas por el cierre en Argentina.

Todo esto es gravísimo. La Presidente está embarcando al país en un sistema de vida peligroso que incita a la tacha de argentinos bajo el argumento de que son “buitres” locales. Está poniendo en peligro lo que queda en pie del sistema de garantías de la Constitución. Está tergiversando la aplicación de la ley retorciendo su interpretación para que ésta cuadre con sus objetivos y está acusando a individuos de pertenecer a organizaciones criminales con ramificaciones internacionales, todo de una manera temeraria, sin pruebas y sin seguir los procedimientos que la propia ley argentina prevé para casos como los que la Sra. de Kirchner insinúa.

En efecto, la ley de quiebras establece la figura de la quiebra fraudulenta cuando se sospeche que dicha declaración envuelve una estrategia para estafar a los acreedores o para evadir las obligaciones comerciales, laborales o impositivas de la empresa. Pero acudir a la Ley Antiterrorista  (olvidando que en el Derecho Penal no existe la analogía y no se puede aplicar una ley punitiva por “semejanzas”, sino que en cada caso deben cumplirse taxativamente los requisitos establecidos en el tipo penal para poder aplicar la ley) es una maniobra del tipo “quemar las naves y que se pudra todo”, francamente inconcebible en una jefe de Estado, en la que debería primar la cordura, el tino y la sensatez.

Si todo el argumento en el que se basa esta movida es que Donnelley tiene un socio minoritario llamado Black Rock al que la presidente vinculó con Singer (“todas las piezas comienzan a encajar”, dijo) sería conveniente que revise su información antes de seguir adelante con esta locura.

En efecto Black Rock posee unas pocas acciones en Donnelley (nada que le permita decidir la quiebra de una de sus subsidiarias en el mundo). Pero la Sra. de Kirchner omitió explicar -no sabemos si adrede o porque realmente no lo sabe- que ese fondo también posee un porcentaje minoritario de acciones en la petrolera estatal YPF. Además, Larry Fink, el CEO de Black Rock, fue una de las pocas figuras de primer nivel de Wall Street que apoyaron expresamente a Argentina en el conflicto con los buitres. Fink llegó incluso a presentarse como “amicus curiae” de la Argentina ante los tribunales neoyorkinos en defensa del país y en contra del fallo del juez Thomas Griesa.

En fin, cada vez son más los indicios de que toda esta tremenda complicación con los holdouts le ha venido como anillo al dedo al Gobierno. Le cayó del cielo, como la mano levantada del defensor de Nacional para provocar el penal que salvó a San Lorenzo de su peor momento en el partido por la final de la Copa Libertadores.

Ahora todas las vicisitudes económicas serán culpa de los “buitres”; quienes hagan comentarios de cualquier naturaleza que no sean del agrado del gobierno serán “buitres locales”, como ya lo dijo Kicillof; los partidarios de la venezuelización completa de la Argentina y del desacople final y definitivo de la Argentina con el mundo tendrán la excusa perfecta para perfeccionar sus anhelos.

En ese sentido. era hasta gracioso ver el viernes a la mañana la manifestación de estudiantes universitarios y secundarios en las inmediaciones del Obelisco “contra las empresas norteamericanas buitres”. Pero uno se pregunta, si se está dando lo que quieren ¿por qué se quejan? Si las empresas “norteamericanas buitres” están saliendo de la Argentina ¿por qué protestan? No era eso lo que reclamaban? ¿O al final querían que se quedaran? Es increíble: los muchachos revolucionarios salen a la calle a hacer bardo y ni siquiera saben por qué lo hacen.

La jacobinización de la Revolución Francesa terminó con la Revolución Francesa y arrojó a Francia a las manos de Napoleón, en una parábola entre graciosa y paradójica -aunque muy explicable si uno estudia el fenómeno de la Revolución y si uno estudia hasta la propia Francia- teniendo en cuenta que todo había empezado para liberar al pueblo francés de la dictadura de la monarquía.

Solo esperemos que la jacobinización de Cristina no genere un nuevo tipo de despotismo en la Argentina.

Lo que fracasó fue un enfoque

El analista político Rosendo Fraga, en una entrevista que le hicimos en Infobae TV, relataba tres hechos que destruían por completo la viga maestra de la tesis argentina respecto a la deuda de los holdouts y a la crisis provocada por el fallo de la Corte Suprema de los EEUU.

Dicha postura estaba apoyada en la idea de que, de no respetarse los términos de reestructuración propuestos por la Argentina en 2005 y 2010, todos los países débiles del mundo quedarían expuestos a la extorsión de los buitres y a una condena segura al hambre y a la miseria.

Solo si de alguna manera la Justicia tenía una “interpretación política” del caso y avalaba la oferta de pago del país, las demás propuestas serían confiables en el futuro y solo así, los títulos de deudas reestructuradas seguirían teniendo valor.

Pero en el mundo financiero ocurrió todo lo contrario. Fraga relataba que los títulos de la deuda ucraniana y de la deuda griega ni siquiera registraron los episodios sucedidos en los estrados de Griesa ya que sus valores se mantuvieron estables; y que Ecuador (¡Ecuador!) el día martes -es decir un día después de conocido el rechazo de la Corte- colocaba un bono de deuda soberana de U$S 2000 al 8% (recordemos que Ecuador también declaró el default de su deuda en Diciembre de 2008 y que no es precisamente un país “amigo” del capitalismo internacional).

Este hecho tiene una enorme significación porque tira abajo todo el andamiaje político que el gobierno argentino creía más fuerte que las consideraciones meramente jurídicas.

El país ya estaba complicado desde ese punto de vista porque persistentemente venía sosteniendo la velada convicción de que en el mundo las cosas se entienden y se manejan igual que en la Argentina. El gobierno y una parte de la sociedad no logran procesar que eso no es así. Por ejemplo, ayer, el juez Griesa dijo que no iba a “permitir que la Argentina se burlara de las sentencias pronunciadas por su tribunal”, casi con un tono de incredulidad respecto de que eso pudiera siquiera ser posible.

Sin embargo, en la Argentina sí es posible. En la Argentina hay varias sentencias de la Justicia de las cuales el gobierno “se ha burlado”. Allí están las sentencias de Corte a favor del procurador santacruceño Eduardo Sosa, del Grupo Perfil por la pauta oficial y centenares de fallos a favor de los jubilados que el gobierno ignora olímpicamente. El poder hacerlo aquí, internamente, sin que pase nade, ha llevado al gobierno y a una parte de la sociedad a creer que, efectivamente, en todo el mundo es igual. Y no es así: en el mundo el derecho existe y las sentencias se respetan.

Y esta cuestión del “Derecho” remite a otro error argentino producto de volver a creer que en el mundo es posible aplicar los criterios con los que nos manejemos nosotros fronteras adentro.

Efectivamente, pese a lo dispuesto por la Constitución para el derecho de propiedad, la “práctica” argentina ha logrado menoscabar la supremacía de ese derecho y transformarlo en un masomenismo relativo cuya fortaleza real nadie conoce. En este caso a las demagogias del populismo se le han sumado, inexplicablemente, cobardías y “agachadas” de la propia Justicia que no tuvo la suficiente valentía como para defender la valía de esa garantía constitucional en las tantísimas veces en que se vio atacada.

Como consecuencia de ese accionar, que se fue haciendo natural entre nosotros, supusimos que en el mundo también los jueces iban a considerar “los factores políticos” involucrados en el caso, iban a relativizar la legitimidad de los títulos portados por los holdouts e iban a desechar sus posturas, privilegiando las “razones de Estado” por sobre los derechos individuales. Y, de nuevo, sucede que eso no es así. O por lo menos no lo es en el país cuya legislación la Argentina admitió como reguladora de su deuda, esto es, la ley norteamericana.

En EEUU los derechos individuales son aun preeminentes a las razones de Estado. Griesa se limitó a tomar los títulos de deuda, examinar su legitimidad, contrastarlos contra los protocolos firmados por las partes y emitir un fallo en consecuencia. El gobierno nunca entendió eso; nunca simuló ponerse en el lugar del otro y tratar de racionalizar el caso como se los racionaliza en el país cuya ley se aplica para resolverlo. Se empacó en aplicarle a todo el asunto una “perspectiva” argentina y así terminamos. 

Por eso ahora, lo más probable (y también lo más lamentable) es que se empiece a teñir la cuestión con una intencionalidad política nacionalista (que ya empezó a despuntar ayer con todo el centro de la ciudad empapelado con carteles que decían “Patria o Buitres” con la bandera norteamericana como fondo) para seguir arrastrando a más franjas sociales al convencimiento de que existen fuerzas que nos quieren destruir. La pregunta es ¿por qué solamente a nosotros?, ¿por qué a los ucranianos, a los griegos, a los ecuatorianos y a otras decenas de países no les pasa lo mismo?

Mandar a una imprenta a fabricar carteles con la “Stars & Stripes” de fondo y con el perfil de buitre adelante es fácil. Pero esas estupideces no solo no resuelven el problema sino que ni siquiera debieran ser creídas por la gente.

El gobierno de los EEUU tuvo innumerables gestos de apoyo para con la Argentina, aun cuando la Sra de Kirchner siempre mantuvo una postura agria y distante con Barack Obama. Es el imperio del Derecho el que se ha expresado aquí. Y ese imperio es más fuerte que la presidente de la Argentina y el presidente de los EEUU juntos. Es independiente de ellos. Y con esa independencia garantiza la libertad de los pueblos.

Haber entendido ese detalle antes nos habría ahorrado muchos dolores de cabeza. Embarcarse ahora (y pretender embarcar a algunos incautos) en una gesta nacionalista de “la Argentina contra todo y contra todos”, quemando banderas yanquis y prohibiendo el inglés en los colegios, no va a arreglar nada. Esas juvenilias solo pueden ser tomadas como bombas de humo para tapar una notable impericia en el manejo de un asunto trascendente, al que siempre se le imprimió la épica de las bravuconadas y nunca la picardía y la inteligencia de la racionalidad.

Llegó la hora de cambiar

Finalmente, la Corte Suprema de los EEUU rechazó in límine el caso argentino. Ni siquiera consideró su tratamiento. Devolvió el caso al juez Thomas Griesa para que implemente los pormenores de una decisión ya tomada en sus estrados. Esos “pormenores” significan instrumentar lo que haga falta para que los acreedores, que ganaron el juicio en las dos instancias, cobren.

Hace unos 10 días Griesa dijo que la Argentina nunca se había acercado a su juzgado para ofrecer una plan. Que de haberlo hecho se la habría atendido con mucho gusto y se hubieran analizado las opciones que el país proponía.

Continuar leyendo