El inefable Sr. Durán Barba

Seguramente Jaime Durán Barba tendrá sus méritos luego de haber trabajado años al lado del hoy presidente Mauricio Macri. Pero no caben dudas de que sus consejos en cuanto al sinceramiento de la herencia K son de muy mala factura y le pueden costar muy caro a la administración.

El ecuatoriano insiste en que no hay que revelar el estado en que se encontró el país bajo el argumento de que aún existe un 40% de argentinos que respalda a Cristina Kirchner. Con ese criterio, mi querido Jaime, las democracias no votarían, se manejarían con un conjunto de gurúes como usted que indicarían qué es lo que se supone que quiere la gente. Pero da la enorme casualidad de que las democracias no son eso. Las democracias requieren de la consulta a la sociedad para investir a un Gobierno de la legitimidad de origen que exige la Constitución.

Una vez instalado, el Gobierno necesita tener legitimidad de ejercicio para pasar, por fin, la prueba ácida de la democracia, esto es, que en el país rija el Estado de derecho y el imperio de la ley por sobre la voluntad de las personas. Esa es justamente la legitimidad que el Gobierno de la señora de Kirchner nunca tuvo. Continuar leyendo

En la senda del regreso a la normalidad

Finalmente terminó el cepo cambiario. Los grilletes de la esclavitud a la que el aparato productivo estuvo sometido cuatro años cayeron en una tarde de liberación. Obviamente, falta mucho para que la Argentina sea un país normal, no sólo en general —lo que es obvio—, sino en materia de compra y venta de divisas.

Lo que ocurrió ayer puede describirse como una enorme operación de retroactividad a las condiciones imperantes en octubre de 2011, cuando la iracundia suicida se apoderó de la señora de Kirchner. Esas condiciones estaban lejos de ser las de un país completamente libre, pero, al menos, no contenían las características de irracionalidad que siguieron al establecimiento del cepo.

Para empezar, la Argentina sigue siendo un país con control de cambios, es decir, un lugar donde todos los importadores y los exportadores del país tienen que pasar por el Banco Central (BCRA) para negociar sus dólares. Ese es un requisito de libertad condicional que también debería desaparecer con el tiempo. Continuar leyendo

Malas intenciones

El triste espectáculo que está dando la Presidente saliente, materializado en un sinnúmero de insensateces —incluido el increíble capricho de la ceremonia de trasmisión del mando— muestra, no sólo los contornos más íntimos de un ser débil, muy inseguro, con una valoración real muy baja de sí misma y con un ego artificial fabricado a fuerza de posturas impostadas basadas en el ejercicio de la prepotencia, sino la pretensión intacta de seguir impulsando un modelo de país basado en el personalismo, en la idolatría pagana de un tótem y en endiosamientos personales antes que en los principios de la democracia moderna, representativa, plural, alternante y que limita el ejercicio abusivo del poder.

La Sra. de Kirchner sigue posicionándose como el eje de ese modelo de caudillismo antiguo, militar, unitario, divisor, encapsulado en intransigencias que no admiten ni la discusión, ni el debate ni el diálogo ni el compromiso.

La Presidente que se va no termina de entender que ha pasado una época, que ha terminado una manera de entender la vida del país, el posicionamiento de la Argentina y la forma en que se relacionan gobernantes y gobernados.

Un conjunto de amanuenses que no tienen vida propia y que ven cómo se les escapa entre los dedos la arena del castillo que habían construido están haciendo los últimos esfuerzos para resistir un cambio imparable. Siguen apelando al temor, al apriete, a la amenaza, porque es el único idioma que conocen, propio de una época que quedó atrás. Continuar leyendo

Un nuevo comienzo

Finalmente Mauricio Macri es el presidente electo de la Argentina. Un hecho simplemente inconcebible sólo unos meses atrás se ha transformado en realidad. Una noche de doce años de oprobio y despotismo ha terminado. Lo que queda por delante es una tarea ciclópea. La columna vertebral del país ha sido destruida: se dividió a la sociedad, se fundieron sus reservas, se quebró el aparato de producción agrícola probablemente más eficiente del mundo y se unió a la Argentina a los carros de los peores autoritarismos del planeta.

La magnanimidad será la palabra de la hora. De todos. De Macri, extendiendo la mano hacia quienes no lo votaron. De los que perdieron, aceptando el cambio de época. De la sociedad civil que deberá ser paciente y comprensiva. De los sindicatos, que deberán colaborar para mantener la paz social. De los empresarios, que deberán ser más emprendedores que dueños de empresas y de los trabajadores, que deberán confiar en un futuro mejor para sus familias.

Pero todo lo duro que pueda ser ese horizonte cercano no se compara con la degradación que el país soportó en estos años, con el robo, la prepotencia, el atropello, la ambición enferma por el poder, con la degradación republicana, con la burla a las instituciones y a la Constitución. Continuar leyendo

La recta final

El país entra en el mes final antes de las elecciones de primera vuelta con la duda, justamente, si el presidente podrá ser decidido en una sola ronda electoral o si se necesitará de un ballotage para terminar de conocer el resultado.

Todas las mediciones apuntan a un escenario muy ajustado en donde Daniel Scioli puede ganar por apenas unas décimas o ir a una segunda vuelta también por unas décimas.

No es, desde ya, el escenario ideal. Con el antecedente tucumano aún fresco en la memoria de todos, cualquier número ajustado traerá aparejados reclamos, sospechas, peticiones e incertidumbre.

Muchos de los que aspiran a un cambio en el país le achacan a Mauricio Macri su falta de visión para presidir una gran coalición que desalojara, sin duda alguna, al kirchnerismo del poder. Esa posibilidad estaba en el tablero de opciones si el PRO hubiera alcanzado un acuerdo con el Frente Renovador.

A partir de sus diferencias, el Gobierno encontró una rendija por donde colar e incentivar la división del voto opositor, haciendo que esa intención de cambio se divida entre Macri y Massa neutralizando al mismo tiempo a los dos.

Si la táctica da resultado, habrá muchos que considerarán que se perdió una enorme oportunidad para derrotar al populismo autoritario.

La cuestión es si Sciole gana. Porque allí se abre un escenario de pujas que incluso se han insinuado con bastante claridad aun antes de las elecciones, en estas semanas que estamos transcurriendo.

El último ejemplo de lo que podría ser un eventual gobierno de Scioli lo tuvimos estos días cuando prácticamente al unísono, el gobernador de Buenos Aires anunciaba que durante su gestión habría inversiones por 30 mil millones de dólares y la CNV emitía una resolución por la que, manu militari, se le hacía perder a los ahorristas argentinos miles de millones de dólares por la simple vía de obligarlos a valorizar los bonos en dólares que pudieran tener en sus carteras, no al tipo de cambio del “dólar bolsa” sino al tipo de cambio oficial: en un solo segundo se habían esfumado de los bolsillos más de 4 mil millones de dólares.

¿Qué inversionista extranjero podría sumarse a los 30 mil millones que pretende Scioli con un antecedente como este? Además la sola mención aspiracional de atraer esos flujos al país conlleva el sobreentendido de un arreglo con los holdouts, y es justamente eso, lo que Cristina mandó a torpedear en el acto.

Imaginen ustedes la misma escena pero con el gobierno de Scioli ya echado a rodar. Será muy difícil para el país convivir con una lucha interior de semejante magnitud, entre un presidente que va a querer ejercer los atributos de su poder y un partido (el propio) que va a hacerle la vida imposible desde el Congreso y dese las declaraciones partidarias.

El país debe edificar canales de control lo suficientemente eficientes para evitar que autoridades que hayan sido elegidas por el voto popular se transformen en una amenaza para la libertad y que la ley sea utilizada para amparar esos comportamientos en lugar de estar dirigida, en primer término, a proteger los derechos civiles, las libertades individuales y las garantías de la Constitución.

No hay dudas de que la ambición política o un excesivo personalismo han sido también las causas de que parte de ese edificio jurídico no hay podido empezar a construirse ya. Una oposición unida en la defensa de los valores y de la filosofía de la Constitución y comprometida en regresar a las fuentes institucionales de la Argentina era lo que  se precisaba para consolidar un sistema que cerrara las puertas a la demagogia, al clientelismo y a la solidificación de una sociedad paupérrima y zombificada que no aspire a otra cosa más que a recibir “su ración” estatal diaria.

En el tiempo que queda solo puede aspirarse a que una mayoría decisiva de argentinos haya recapacitado sobre el tipo de vida a la que nos estamos acostumbrando y a que una repentina rebelión contra ese status nos dirija a un resultado que pueda cambiar el rumbo que traemos.

Si eso no ocurre, el futuro de la Argentina no será brillante, será gris. Y la gracia de vivir, de inventar, de crear, de ser originales, innovadores y diferentes habrá perdido una oportunidad quizás definitiva para hacer de esta tierra lo que alguna vez soñaron quienes nos fundaron y quienes, como nuestros abuelos, vinieron aquí con la esperanza de dejar atrás la pobreza, el yugo y la dominación de unos personajes que se creían los dueños de sus vidas.

Renovados bríos de rencor

Bajadas las aguas de la inundación, y creída que las controversias que podían echársele en cara por semejante desastre ya se habían disipado, la Presidente regreso a la cadena nacional el jueves por la tarde para notificarle a la sociedad que “el proyecto” resistirá.

Investida de un renovado brío de rencor, la Sra. de Kirchner estuvo una hora y media delante del micrófono repartiendo críticas por doquier, haciendo campaña política de modo indisimulado mediante el uso de los recursos públicos pagados por los argentinos de todas las ideas (no solo por aquellos que comparten las suyas) y empezando esas admoniciones por ¿su propio candidato?, Daniel Scioli.

De lo dicho por la Presidente, se desprende que su proyecto es maniatar a cualquiera que venga a partir del 10 de diciembre para que no puedan tocar un solo grano de arena de la montaña que se ha formado en los 12 años de kirchnerismo. Para ese sector cualquier cambio equivale a una traición. A tal punto ha crecido su convencimiento de que ellos son la Argentina que entiendan que cualquiera que intente modificar ese rumbo es un enemigo de la nación.

Para ello, aun en el caso de que gane Scioli, preparan una estrategia de trincheras en el Congreso para tornar imposible el gobierno de un cambio. Parte de eso por ejemplo tiene que ver con el anuncio del envío de un proyecto de ley al Congreso según el cual para introducir cambios en la estructura accionaria de empresas que tengan acciones de la ANSES se requerirá una aprobación legislativa que reúna los 2/3 de los votos. Más trabas, más cepos, más prohibiciones, más regulaciones para una economía ya asfixiada por ataduras de todo tipo, que la han postrado y, en muchos casos, le han provocado la muerte. No sería extraño que en la nueva agencia creada por esa ley termine llevando la voz cantante el hoy ministro de economía Axel Kicillof.

Cuando la Presidente se metió de lleno en la campaña, habló de la existencia de “mala gente”. Es probable que la Sra. de Kirchner tenga razón, aun cuando haya discrepancias sobre quién es esa “mala gente”.

La referencia apareció cuando comentó cómo algunos candidatos habían “usado” –según ella- el drama de las inundaciones para tratar de sacar rédito político. ¿Será que la Presidente habla desde el lugar que tiene alguien que prácticamente ha hecho un doctorado de esa práctica? Mencionó (sin nombrarla, como es un clásico en ella) a María Eugenia Vidal a la que describió como calzándose las botas para hacer demagogia. Seguramente olvidó su propia e incómoda visita a La Plata, en 2013, cuando, también con botas, intentaba explicar el casi centenar de muertos que se llevó el agua. O sus incursiones en el barro salteño cuando, también con botas, aparecía frente a las víctimas de un aluvión, quizás en un momento en donde le daba más valor a su presencia que a su borrada.

Intentó conectar a Macri con los 90, cuando también sin nombrarlo habló del salariazo y la revolución productiva. Uno se pregunta ¿quién hacía política con Menem en ese momento, Macri o los Kirchner, para quien Menem fue el más grande presidente argentino?

Dedició un párrafo -que habría sido mejor evitar- para el militante radical muerto a balazos en Jujuy por repartir volantes de apoyo al senador Gerardo Morales. La Presidente entró en una pueril discusión sobre la afiliación del asesinado, asegurando que pertenecía al movimiento Tupac Amaru y a Unidos y Organizados. El pequeño detalle que olvidó es que en el régimen comuno-fascista que de hecho gobierna Jujuy no se puede vivir si no se está afiliado al movimiento que lidera la dirigente antidemocrática Milagro Sala: para estudiar, para trabajar, para hacer lo que sea en Jujuy, hay que afiliarse al ejército de Sala porque así se accede a planes, a viviendas y a las demás prebendas que Tupac Amarú negocia con el gobierno nacional.

La Sra. de Kirchner en ningún momento condenó el hecho. Sus palabras tendieron a desincriminar a quien es apuntado por las pruebas más importantes de haber cometido el crimen (la agrupación de Sala) pero no reservó ninguna palabra para la condena de la muerte, sea de quien sea.

El argumento del asesinato en ocasión de robo de celular no tiene ni pies ni cabeza, en un operativo en donde participaron tres motocicletas.

Luego la Sra. de Kirchner salió en una velada defensa de Lázaro Baez proponiendo que se investigue a todas las empresas concesionarias de obras públicas, un expediente muy parecido a armar una ensalada inentendible en donde, finalmente, no se investigue a nadie.

Respaldada por “filminas”, mostró los listados de esas empresas y en una de ellas aparecía entre paréntesis (en una variante bastante poco profesional) la leyenda “amigos de Macri”. Lo verdaderamente curioso es que al lado del nombre de Electroingeniería, la segunda empresa con más obra pública concesionada, no aparecía en ningún paréntesis aclaratorio la leyenda “amigos de Zannini” como públicamente es Gerardo Ferreyra.

La reaparición de la Presidente en cadena nacional no agregó un solo gramo positivo a los momentos nada tranquilos que vive la Argentina. Se necesita una palabra calma y de diálogo, no la exaltación de una utopía como aquella a la que le cantaban el clásico conjunto de desaforados del Patio de las Palmeras: la reelección de Cristina. ¿De qué hablan? ¿en qué planeta viven?.

Todo terminaría allí si el episodio se limitara a esa minoría. Pero los gestos sin equilibrio, desde un balcón elevado, de la que debería marcar los límites de la moderación son los que producen la preocupación y las dudas.

De dictadores y autoritarios

¿Se excedió Mirtha Legrand cuando calificó a la presidente de “dictadora”? El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, dijo que la conductora “perdió los frenos inhibitorios, quizá por la edad”, y el diputado Carlos Kunkel la llamó “hipócrita y despreciable”. Pero el kirchnerismo intentará imprimirle un sello parlamentario a la amonestación: la senadora nacional Sigrid Kunath, de Entre Ríos, presentó un proyecto de declaración para repudiar los dichos de Mirtha. “No podemos dejar pasar inadvertidos hechos como éste. Resulta grave pretender caracterizar a un presidente elegido por el voto popular como un dictador”, señaló Kunath.

Como resulta habitual con muchos políticos y funcionarios argentinos, se aprecia una ignorancia muy importante en estos comentarios. Es muy posible que Legrand se haya extralimitado en su apreciación, pero la explicación al hecho de que Cristina Fernández no es una “dictadora” no debe buscarse en el origen  “popular” de su elección o en el medio que le permitió alcanzar el poder. La mayoría de las dictaduras más atroces que conoció el mundo, las más sanguinarias y crueles, las que embarcaron al mundo en masacres esquizofrénicas, tuvieron, justamente, un origen “popular” y “democrático”.

Ni Hitler, ni Mussolini, ni Stalin tomaron el poder por la fuerza. Todos ellos llegaron al sitial del gobierno siguiendo las leyes electorales de sus países y refrendados por el voto popular.

Quizás el caso de Stalin pueda discutirse porque, obviamente, el líder de un movimiento que abiertamente confiesa que quiere instalar una “dictadura” (la del “proletariado”) no tiene muchos argumentos para discutir que no es un dictador, pero aun así, podríamos decir que Stalin no tomó (al menos él) el poder por la fuerza sino que llegó a la cúspide de acuerdo con el orden jurídico comunista impuesto por la revolución bolchevique años antes. Lo que ocurre es que la revolución bolchevique fue un movimiento dictatorial per se, con lo que todos sus jerarcas podrían caer en la descripción de “dictadores”. Pero ese es, en todo caso, un análisis que supera los límites de esta columna.

En donde no caben dudas respecto del origen democrático, legítimo y popular de sus gobiernos, es en los casos de Hitler y Mussolini. El Partido Nazi y el Fascismo ganaron las elecciones en Alemania y en Italia y sus líderes accedieron al poder de acuerdo al resultado de las urnas. Sin embargo, no hay lugar a ninguna duda que, por el ejercicio que hicieron del poder, ambos fueron dictadores que no tuvieron nada que envidiarles a muchos carniceros de la Edad Media.

Por lo tanto la calificación de un gobernante como “dictador” no debe remitir a cómo llegó al gobierno sino a cómo ejerció el gobierno. Y en ese punto, insistimos, Mirtha Legrand probablemente haya exagerado la nota, pero no caben dudas que existen severos alegatos en contra de las formas elegidas por la Sra. de Kirchner para ejercer el poder.

Claramente, un presidente que abiertamente confiesa su intención de “ir por todo” está entregando una definición casi gratuita que, desde el punto de vista que estamos analizando, casi lo condena.

En efecto, la referencia al “todo” no puede separarse del concepto de “totalitarismo” que describe los sistemas que van por el “total” del poder y que no admiten su división balanceada, tal como lo disponen la mayoría de las constituciones liberales de Occidente en resguardo de los derechos civiles del ciudadano y de sus libertades individuales. Resulta obvio que un poder “totalitario” o “todolitario” (lo que Cristina confesó buscar) está reñido con las libertades públicas y con los límites democráticos.

En ese campo, si bien la Sra. de Kirchner no sería una “dictadora” porque otras muchas de sus características no cierran con esa definición, la forma de ejercer el gobierno que tiene la presidente se asemeja bastante a regímenes alejados de la democracia, del equilibrio del poder y de la limitación de la autoridad del Estado.

Su relación con la Justicia, con la prensa independiente, con los Estados provinciales, con el copamiento abierto de todos los estamentos de la administración -incluidos los órganos de control- su manera inconsulta de tomar decisiones, su férreo control de áreas descentralizadas del Estado, su estatismo económico, la elección de sus socios mundiales (Rusia, Venezuela, China, Irán), su avance desmesurado sobre los medios de comunicación, su uso desmedido de los resortes del Estado para beneficio propio o partidario, su pretensión de autoridad y, por sobre todas las cosas, esa aspiración notoria a vivir por encima de la ley y de pretender que el orden jurídico normal aplicable al resto de los ciudadanos no se le aplique a ella y a su familia, tienen, en efecto un aire -si no dictatorial- cuando menos excesivamente autoritario.

Esa realidad no la puede borrar el origen electoral de su poder. Habrá sido muy elegida, pero una vez electa no se ha manejado ni siquiera por los palotes del más elemental Estado de Derecho.

Mirtha Legrand podrá haber pifiado la oportunidad y hasta la elegancia de sus dichos, pero no hay dudas de que la presidente no tiene una manera muy democrática (en el sentido del gobierno de la ley) de ejercer el poder. La democracia dista mucho de ser -como sistema de vida- un simple mecanismo de selección de candidatos, de modo tal que todos los seleccionados por sus métodos son automáticamente “democráticos”. Repetimos: los dictadores más oscuros de los que el mundo tenga memoria fueron seleccionados por mecanismos “democráticos” y eso no impidió, sin embargo, que se convirtieran en un estigma maligno que la humanidad aún recuerda con vergüenza.

Las libertades individuales en peligro

De acuerdo al decreto 1311/2015, firmado por la presidenta Cristina Kirchner y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández , se aprueba la “Nueva Doctrina de Inteligencia Nacional”. Según lo que aparece escrito allí “la inteligencia nacional debe velar por la protección y el cuidado de los argentinos, y no “espiarlos”. “El sistema de inteligencia nacional se configura como un “observatorio” abocado exclusivamente a la producción y gestión de conocimientos acerca del conjunto de problemáticas relevantes en materia de defensa nacional y de seguridad interior”.

La cuestión surge precisamente cuando se empiezan a describir qué tipo de “problemáticas” son “relevantes”. Entre las agresiones de origen externo o el terrorismo aparecen los “atentados contra el orden constitucional y la vida democrática” por parte de “grupos políticos y/o militares que se alzaren en armas contra los poderes públicos y/o el orden constitucional o se trate de grupos económicos y/o financieros -empresas, bancos, compañías financieras, etc.- que lleven a cabo acciones tendientes a la desestabilización de gobiernos democráticos mediante corridas bancarias y cambiarias, desabastecimientos, golpes de mercado, etc”.

Entramos aquí en un terreno altamente peligroso para las libertades públicas y celosamente anhelado por el tipo de gobierno al que pertenece el que preside la Sra. de Kirchner.

En efecto, esta clase de regímenes se caracteriza por suponer tramas oscuras cuyo objetivo es desalojarlos del poder. En ese sentido la operatoria de los mercados es uno de sus terrenos favoritos. Enemigos acérrimos de las libertades mínimas y del accionar libre de la autonomía de la voluntad, estos gobiernos ven en las decisiones económicas que toman los operadores parte de una actividad subversiva cuya meta es producir zozobra en la población para desestabilizarlos.

Como contrapartida a ese convencimiento anhelan construir una ingeniería de vigilancia y de denuncia para atribuir lo que no son otra cosa que torpezas propias a elucubraciones producidas en la tinieblas por quienes, a su juicio, son los enemigos del Gobierno.

No hay más que leer a George Orwell para darse cuenta de hasta dónde puede llegar la imaginación de estos fascismos en la creación de dependencias estatales para que el Gran Hermano crea que lo domina todo.

Como salido de la mente del creador de “1984” el decreto 1311 dispone la creación de varios organismos para vigilar que no se cometan estos “atentados contra el orden constitucional y la vida democrática”. En ese sentido, la “Nueva Doctrina de Inteligencia Nacional” prevé una “Dirección Operacional de Inteligencia sobre Terrorismo y Delitos Contra el Orden Constitucional” y una “Dirección Operacional de Inteligencia sobre Crimen Organizado”, con las respectivas dependencias “Dirección de Inteligencia sobre Delitos Contra el Orden Constitucional” y la “Dirección de Inteligencia sobre Delincuencia Económica y Financiera”.

La Dirección de Inteligencia sobre Delitos Contra el Orden Constitucional es la encargada de la “producción de inteligencia orientada al conocimiento de las actividades que atenten contra el orden constitucional, y de los grupos nacionales o extranjeros responsables de llevarlas a cabo”.

La Dirección de Inteligencia sobre Delincuencia Económica y Financiera es la encargada de “la producción de inteligencia orientada al conocimiento de las actividades de la delincuencia económica y financiera, así como de lavado de dinero y de las economías criminales, y de los grupos nacionales o extranjeros responsables de llevarlas a cabo”.

Con esta estructura, el Gobierno pretenderá hacerle creer a la población que cualquier movimiento inquietante de las variables económicas no son el resultado su pésimo manejo sino la prueba fehaciente de la existencia de un “golpe de mercado”, cuya definición es tan amplia y tan vaga como para que hasta un almacenero pueda ser perseguido por las fieles tropas del Gran Hermano.

El kirchnerismo no ha sido siquiera original en el establecimiento de estas estructuras de espionaje e inteligencia. Todos los sistemas que en el mundo se le asemejan (o que han seguido sus mismos códigos en el pasado) caen tarde o temprano en esta triste realidad. Está en su ADN. Sin querer, su propia lógica autoritaria (cuando no directamente totalitaria) los lleva a caer en la organización de estas estructuras paramilitares que se erigen en vigilantes de la ciudadanía.

No en vano la mayoría de los gobiernos que han imitado estas organizaciones han tenido un fuerte contenido militar. Así ha ocurrido con todos los fascismos tristemente conocidos en Europa sobre mediados del siglo XX (en Alemania, en Italia, en España, en Rusia) y así ocurre hoy con los que pretenden imitarlos, en una aspiración nostálgica de que los derechos civiles y las libertades individuales pueden eliminarse y subsumirse en la voluntad de un líder.

El decreto 1311 no es, claramente, una señal alentadora. No sabemos cuánto de estos organismos será usado por una administración que no sea estrictamente kirchnerista. Pero lo importante aquí es la confirmación de que el de la Sra. de Kirchner hace rato que dejó de ser un gobierno que ejerce una democracia clásica (si es que alguna vez lo hizo) para convertirse en un régimen que aspira a vigilar y a controlar la vida de todos.

Lecciones de las elecciones

Luego de las elecciones de ayer en varios distritos del país, pueden sacarse varias conclusiones interesantes.

En Córdoba, por ejemplo, llamó la atención cómo el candidato Juan Schiaretti se proclamaba ganador con el 1,30 % de las mesas escrutadas y cómo la mayoría de los candidatos a presidente y la señora de Kirchner se apuraban a llamarlo para felicitarlo, como si su caudal de votos fuera una especie de tesoro político nacional que pudiera llevarse el que llegara primero con la felicitación.

En comparativa, dicho sea de paso, hubo un contraste notable entre el sistema de boleta impresa y el de boleta electrónica: mientras en la capital a las 9 de la noche todo estaba terminado, en Córdoba casi ni había empezado.

Los temores que parte de los porteños y parte del país habían demostrado con la operación de las máquinas impresoras se diluyó en menos de una hora, cuando quienes votaban se convencían de la simpleza y la rapidez del funcionamiento. Si uno lo piensa retrospectivamente, resulta hasta medio patético el miedo que se le tenía a la máquina. Continuar leyendo

Scioli-Zannini, ¿la fórmula para retener el poder?

La decisión de la presidente de colocar como candidato a vicepresidente de Daniel Scioli a Carlos Zannini comienza a develar parte de lo que ya muchos comentarios venían anticipando.

En efecto, desde que Scioli confesó querer ser presidente, comenzó un largo camino de chicanas y obstáculos a la que la presidente y sus “equipos” sometieron al gobernador y que, de alguna manera, quedaron claras en el único discurso público que se le conoce a Máximo Kirchner cuando en la cancha de Argentinos Juniors dijo que eventualmente podrían entregar el gobierno pero no el poder.

La designación de Zannini obviamente va en esa dirección. El Secretario Legal y Técnico es el cerebro gris del proyecto oficial. Wado de Pedro acaba de definirlo como el corazón del proyecto. Maoista de convicción, Zanini efectivamente representa la ambición de construir un modelo en el que se conforme, por un lado, un ejército de súbditos esclavizados (nosotros) y, por el otro, una casta privilegiada con acceso a todas las desigualdades de la vida (ellos). Ese es, en efecto, “el corazón del proyecto”. Continuar leyendo