El final y el principio

Giraba y giraba en torno a sus propias palabras y no alcanzaba a redondear un remate. Daniel Scioli, inaugurando -sin decirlo- la campaña por la segunda vuelta, no podía creer lo que estaba pasando en el país, ni daba crédito a los datos que, minutos antes de la 10 de la noche, le habían pasado sus colaboradores.

Tan poco entendía de todo lo que ocurría que no se le ocurrió mejor idea que ensayar un discurso en el sentido exactamente opuesto al que la gente había votado.

Parecería que el país necesitaba sacarse de adentro una enorme furia y rencor. A eso se dedicó, incomprensiblemente, el gobierno durante 12 años. No hubo manera de que ese proceso -como el de una larga infección- pudiera hacerse más corto, a pesar de los esfuerzos que hicimos muchos.

Pero ahora el país había dicho “basta, ya me saqué la bronca: ahora quiero gente normal…” Scioli no registró ese cambio y siguió fogoneando la división y el rencor apelando a la figura de “dos países en pugna” en referencia a lo que él y el kirchnerismo representan y lo que simboliza Mauricio Macri.

Lo que ocurrió ayer vuelve a ser una lección para muchos pronosticadores: las sociedades suelen guardar en secreto el estruendo que preparan. Mientras todos hablaban de un posible triunfo del FpV en primera vuelta y de un ajustado, pero triunfo al fin, éxito de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires, el electorado dio vuelta el mapa político del país de pies a cabeza.

Por supuesto que la mayor sorpresa fue la provincia de Buenos Aires y el conurbano bonaerense en donde la gente le dio la espalda a la soberbia de la Presidente.

Todos en el oficialismo señalaban ayer a Aníbal Fernández como el “mariscal de la derrota”. Parece ser un título demasiado elevado para el jefe de Gabinete. Fernández puede haber contribuido desde su figura y desde sus antecedentes impresentables a que el castillo kirchnerista se hiciera pedazos, pero no es ni el principal ni el único responsable.

Las decisiones de la Presidente han sido las principales causas de un hartazgo que estalló en millones de boletas de Cambiemos. Al pretender inundar a los argentinos con cadenas nacionales flagrantemente ilegales, cebada por tantos años en que la sociedad le permitió otras extravagancias parecidas, la mandataria creyó que seguían vigentes las condiciones del pasado.

Como principal figura en la encarnación de aquella furia, de aquel odio a todo, la Sra. de Kirchner llevó al extremo un modelo de griterío, de encierro y de enojo indiscriminado al que la sociedad rechazó.

No hay dudas de que otro protagonista de la debacle ha sido el ministro de economía Axel Kicillof, que con su idioma y con sus medidas -apañadas y estimuladas por la Presidente- contribuyó a generar un clima de cansancio que terminó expresándose ayer del modo que lo hizo.

La sociedad dio una muestra de lo que preparaba cuando más de un millón de voluntarios se anotaron para ser fiscales en todo el país. Nadie registró ese detalle que Mauricio Macri no se cansaba de destacar. Sin embargo, la realidad le dio la razón.

El kirchnerismo basó su estrategia en la maximización de las diferencias entre los argentinos. Fuimos muchos los que tratamos de señalar que ese no era el camino para salir de la pobreza y de la miseria y que, al contrario, ese era un sendero seguro para la decadencia, para el descuelgue del mundo, para la asfixia de la libertad y, en definitiva, para vivir peor.

Pero el síndrome de la furia fue más fuerte durante todo este tiempo y era como si, se dijera lo que se dijera, el país estuviera “seteado” para insistir en ese rumbo de rencor y de bilis reciclada.

Lo que empieza ahora es una tarea muy difícil. La herencia de los Kirchner es una carga tan pesada, que restaurar las heridas abiertas y las consecuencias de medidas tomadas solo en base al sentido de la revancha y del enfrentamiento, supondrá un trabajo ciclópeo.

Pero cualquier tarea  se puede llevar adelante en un clima de concordia y de grandeza. Eso es lo que no entendió Scioli, que trepanaba la tierra para hundirse más con un conjunto de palabras viejas y que sonaban hasta ligeramente ridículas cuando uno las contrastaba con lo que estaba pasando.

El horizonte que se abrió sorprendió a los propios triunfadores, porque nadie esperaba un mensaje de semejante magnitud y profundidad. Ayer los activos financieros de las empresas argentinas en Nueva York volaban por los aires, lo mismo que la bolsa local.

Pero esas son ráfagas. Aquí lo importante es la dirección del viento, no la intensidad de un soplido.

Y esa dirección tuvo una variación fundamental en el sentido de la normalidad. Porque si algo fue el kirchnerismo en todos estos años fue eso: una gran anormalidad.

Los ejemplos mundiales de cómo les va a regímenes basado en el odio y la revancha eximían de mayores comentarios sobre lo que podía terminar pasando con ese fenómeno. Pero la Presidente y un séquito bastante amplio de aplaudidores creyeron que era efectivamente posible la eternización en el poder, incluso más allá de sus propias personas. Pretendieron convertir en “sistema” lo que, desde que nació, fue un “antisistema”.

Esa pretensión tuvo un furibundo freno la noche del domingo.

Lo que hay que reconstruir en el país es inmenso. No será la tarea de un solo presidente. Es tanto lo que se ha destruido y corroído que volver las cosas a su lugar comprenderá el periodo de más de una administración.

Una oscura noche de revanchas terminó ayer. Si una mayoría decisiva del país creyó durante todo este tiempo que eso era necesario, ya está, ya se dio el gusto. Ahora esa etapa terminó. El país pagó un precio enorme, pero ya lo pagó. Ahora empieza el largo camino de sentar las bases de una sociedad diferente que se dé el gusto no de practicar el resentimiento sino de disfrutar de los beneficios de la paz y la concordia.

Frente a campañas incomprensibles

Vincent Price se hizo famoso por una risita macabra con la que decoraba algunas películas de suspenso y terror. Se trataba de una mezcla de goce y perversión que el actor transformó en su marca registrada.

Algo parecido debe estar ensayando Daniel Scioli al ver el espectáculo que ofrecen Mauricio Macri y Sergio Massa desgarrándose votos que sólo serían útiles para ganarle a él.

El ex intendente de Tigre acaba de desafiar al candidato de Cambiemos a un debate cara a cara por el segundo puesto, mientras que el líder del PRO ha pedido a la ciudadanía no despilfarrar su voto y concentrarlo en su propuesta para asegurarse un lugar en la segunda vuelta.

Si Scioli gana en estas condiciones, sería un caso de estudio en donde un candidato se impondría casi con nada, debiéndoles casi todo su triunfo a sus contrincantes.

En efecto, Scioli carece de una propuesta atrayente. Su discurso es una ensalada de kirchnerismo culposo y contradictorio. En el mejor de los casos, sus fórmulas parecen bien lejanas de lo que el país necesita en este momento del mundo.

El gobernador aún cree que su fórmula mágica de amor y paz todo lo puede. Pero hoy en día hay ciertos rigores técnicos de los que no se puede escapar y en los que él y su equipo no parecen querer meterse. Continuar leyendo

Argentina debatió

Finalmente Argentina tuvo un debate presidencial. Cinco de los seis candidatos a la Presidencia se presentaron en la Facultad de Derecho y completaron la primera experiencia del país en esta materia.

Sin embargo, la ausencia de Daniel Scioli, además de injustificada, privó al encuentro de las características de un verdadero debate.

En efecto, todos quienes estaban allí tenían posturas contrarias al rumbo que el país tiene bajo el kirchnerismo y la real gracia de la cuestión hubiera consistido en enfrentar, justamente, las posiciones de defensa y ataque al modelo actual.

El gobernador de Buenos Aires dio una malísima señal al ausentarse. Se sabe que su presencia no fue “autorizada” por la plana mayor del Gobierno, esto es, por la señora de Kirchner. Obedeciendo esas órdenes Scioli reafirma las dudas que pesan sobre su real capacidad de mando y sobre su verdadero nivel de autonomía. Aunque al no ir al debate haya evitado que le hicieran preguntas como esa, no pudo impedir que su atril vacío fuera una especie de confirmación de las sospechas.

El experimento debe mejorarse, no caben dudas de eso. Los candidatos aparecían como recitando su “cuentito” en los dos minutos que tenían y, al estar vedadas las repreguntas, no se podían profundizar las posiciones. Continuar leyendo

La continuidad de la vida bajo control

Si gana Daniel Scioli, los controles de precios y la administración de los dólares continuarán. Al menos eso anticipó el secretario de Comercio, Augusto Costa, a empresarios de varios sectores. Fue durante una reunión que el funcionario mantuvo ayer.

Esta simple verificación confirma que lo que está en juego el 25 de octubre no es solamente la elección de un presidente, sino la decisión sobre un modelo de vida, sobre una concepción del mundo y de las libertades del hombre común.

No se trata aquí simplemente de elegir un partido u otro, sino de seguir moldeando un modelo de sujeción y yugo que mantiene atadas las fuerzas creativas de los individuos a planillas de Excel y a autorizaciones de personajes que se creen superhombres y con mayor capacidad que el hombre común para administrar sus negocios y su plan de vida. Continuar leyendo

La recta final

El país entra en el mes final antes de las elecciones de primera vuelta con la duda, justamente, si el presidente podrá ser decidido en una sola ronda electoral o si se necesitará de un ballotage para terminar de conocer el resultado.

Todas las mediciones apuntan a un escenario muy ajustado en donde Daniel Scioli puede ganar por apenas unas décimas o ir a una segunda vuelta también por unas décimas.

No es, desde ya, el escenario ideal. Con el antecedente tucumano aún fresco en la memoria de todos, cualquier número ajustado traerá aparejados reclamos, sospechas, peticiones e incertidumbre.

Muchos de los que aspiran a un cambio en el país le achacan a Mauricio Macri su falta de visión para presidir una gran coalición que desalojara, sin duda alguna, al kirchnerismo del poder. Esa posibilidad estaba en el tablero de opciones si el PRO hubiera alcanzado un acuerdo con el Frente Renovador.

A partir de sus diferencias, el Gobierno encontró una rendija por donde colar e incentivar la división del voto opositor, haciendo que esa intención de cambio se divida entre Macri y Massa neutralizando al mismo tiempo a los dos.

Si la táctica da resultado, habrá muchos que considerarán que se perdió una enorme oportunidad para derrotar al populismo autoritario.

La cuestión es si Sciole gana. Porque allí se abre un escenario de pujas que incluso se han insinuado con bastante claridad aun antes de las elecciones, en estas semanas que estamos transcurriendo.

El último ejemplo de lo que podría ser un eventual gobierno de Scioli lo tuvimos estos días cuando prácticamente al unísono, el gobernador de Buenos Aires anunciaba que durante su gestión habría inversiones por 30 mil millones de dólares y la CNV emitía una resolución por la que, manu militari, se le hacía perder a los ahorristas argentinos miles de millones de dólares por la simple vía de obligarlos a valorizar los bonos en dólares que pudieran tener en sus carteras, no al tipo de cambio del “dólar bolsa” sino al tipo de cambio oficial: en un solo segundo se habían esfumado de los bolsillos más de 4 mil millones de dólares.

¿Qué inversionista extranjero podría sumarse a los 30 mil millones que pretende Scioli con un antecedente como este? Además la sola mención aspiracional de atraer esos flujos al país conlleva el sobreentendido de un arreglo con los holdouts, y es justamente eso, lo que Cristina mandó a torpedear en el acto.

Imaginen ustedes la misma escena pero con el gobierno de Scioli ya echado a rodar. Será muy difícil para el país convivir con una lucha interior de semejante magnitud, entre un presidente que va a querer ejercer los atributos de su poder y un partido (el propio) que va a hacerle la vida imposible desde el Congreso y dese las declaraciones partidarias.

El país debe edificar canales de control lo suficientemente eficientes para evitar que autoridades que hayan sido elegidas por el voto popular se transformen en una amenaza para la libertad y que la ley sea utilizada para amparar esos comportamientos en lugar de estar dirigida, en primer término, a proteger los derechos civiles, las libertades individuales y las garantías de la Constitución.

No hay dudas de que la ambición política o un excesivo personalismo han sido también las causas de que parte de ese edificio jurídico no hay podido empezar a construirse ya. Una oposición unida en la defensa de los valores y de la filosofía de la Constitución y comprometida en regresar a las fuentes institucionales de la Argentina era lo que  se precisaba para consolidar un sistema que cerrara las puertas a la demagogia, al clientelismo y a la solidificación de una sociedad paupérrima y zombificada que no aspire a otra cosa más que a recibir “su ración” estatal diaria.

En el tiempo que queda solo puede aspirarse a que una mayoría decisiva de argentinos haya recapacitado sobre el tipo de vida a la que nos estamos acostumbrando y a que una repentina rebelión contra ese status nos dirija a un resultado que pueda cambiar el rumbo que traemos.

Si eso no ocurre, el futuro de la Argentina no será brillante, será gris. Y la gracia de vivir, de inventar, de crear, de ser originales, innovadores y diferentes habrá perdido una oportunidad quizás definitiva para hacer de esta tierra lo que alguna vez soñaron quienes nos fundaron y quienes, como nuestros abuelos, vinieron aquí con la esperanza de dejar atrás la pobreza, el yugo y la dominación de unos personajes que se creían los dueños de sus vidas.

Renovados bríos de rencor

Bajadas las aguas de la inundación, y creída que las controversias que podían echársele en cara por semejante desastre ya se habían disipado, la Presidente regreso a la cadena nacional el jueves por la tarde para notificarle a la sociedad que “el proyecto” resistirá.

Investida de un renovado brío de rencor, la Sra. de Kirchner estuvo una hora y media delante del micrófono repartiendo críticas por doquier, haciendo campaña política de modo indisimulado mediante el uso de los recursos públicos pagados por los argentinos de todas las ideas (no solo por aquellos que comparten las suyas) y empezando esas admoniciones por ¿su propio candidato?, Daniel Scioli.

De lo dicho por la Presidente, se desprende que su proyecto es maniatar a cualquiera que venga a partir del 10 de diciembre para que no puedan tocar un solo grano de arena de la montaña que se ha formado en los 12 años de kirchnerismo. Para ese sector cualquier cambio equivale a una traición. A tal punto ha crecido su convencimiento de que ellos son la Argentina que entiendan que cualquiera que intente modificar ese rumbo es un enemigo de la nación.

Para ello, aun en el caso de que gane Scioli, preparan una estrategia de trincheras en el Congreso para tornar imposible el gobierno de un cambio. Parte de eso por ejemplo tiene que ver con el anuncio del envío de un proyecto de ley al Congreso según el cual para introducir cambios en la estructura accionaria de empresas que tengan acciones de la ANSES se requerirá una aprobación legislativa que reúna los 2/3 de los votos. Más trabas, más cepos, más prohibiciones, más regulaciones para una economía ya asfixiada por ataduras de todo tipo, que la han postrado y, en muchos casos, le han provocado la muerte. No sería extraño que en la nueva agencia creada por esa ley termine llevando la voz cantante el hoy ministro de economía Axel Kicillof.

Cuando la Presidente se metió de lleno en la campaña, habló de la existencia de “mala gente”. Es probable que la Sra. de Kirchner tenga razón, aun cuando haya discrepancias sobre quién es esa “mala gente”.

La referencia apareció cuando comentó cómo algunos candidatos habían “usado” –según ella- el drama de las inundaciones para tratar de sacar rédito político. ¿Será que la Presidente habla desde el lugar que tiene alguien que prácticamente ha hecho un doctorado de esa práctica? Mencionó (sin nombrarla, como es un clásico en ella) a María Eugenia Vidal a la que describió como calzándose las botas para hacer demagogia. Seguramente olvidó su propia e incómoda visita a La Plata, en 2013, cuando, también con botas, intentaba explicar el casi centenar de muertos que se llevó el agua. O sus incursiones en el barro salteño cuando, también con botas, aparecía frente a las víctimas de un aluvión, quizás en un momento en donde le daba más valor a su presencia que a su borrada.

Intentó conectar a Macri con los 90, cuando también sin nombrarlo habló del salariazo y la revolución productiva. Uno se pregunta ¿quién hacía política con Menem en ese momento, Macri o los Kirchner, para quien Menem fue el más grande presidente argentino?

Dedició un párrafo -que habría sido mejor evitar- para el militante radical muerto a balazos en Jujuy por repartir volantes de apoyo al senador Gerardo Morales. La Presidente entró en una pueril discusión sobre la afiliación del asesinado, asegurando que pertenecía al movimiento Tupac Amaru y a Unidos y Organizados. El pequeño detalle que olvidó es que en el régimen comuno-fascista que de hecho gobierna Jujuy no se puede vivir si no se está afiliado al movimiento que lidera la dirigente antidemocrática Milagro Sala: para estudiar, para trabajar, para hacer lo que sea en Jujuy, hay que afiliarse al ejército de Sala porque así se accede a planes, a viviendas y a las demás prebendas que Tupac Amarú negocia con el gobierno nacional.

La Sra. de Kirchner en ningún momento condenó el hecho. Sus palabras tendieron a desincriminar a quien es apuntado por las pruebas más importantes de haber cometido el crimen (la agrupación de Sala) pero no reservó ninguna palabra para la condena de la muerte, sea de quien sea.

El argumento del asesinato en ocasión de robo de celular no tiene ni pies ni cabeza, en un operativo en donde participaron tres motocicletas.

Luego la Sra. de Kirchner salió en una velada defensa de Lázaro Baez proponiendo que se investigue a todas las empresas concesionarias de obras públicas, un expediente muy parecido a armar una ensalada inentendible en donde, finalmente, no se investigue a nadie.

Respaldada por “filminas”, mostró los listados de esas empresas y en una de ellas aparecía entre paréntesis (en una variante bastante poco profesional) la leyenda “amigos de Macri”. Lo verdaderamente curioso es que al lado del nombre de Electroingeniería, la segunda empresa con más obra pública concesionada, no aparecía en ningún paréntesis aclaratorio la leyenda “amigos de Zannini” como públicamente es Gerardo Ferreyra.

La reaparición de la Presidente en cadena nacional no agregó un solo gramo positivo a los momentos nada tranquilos que vive la Argentina. Se necesita una palabra calma y de diálogo, no la exaltación de una utopía como aquella a la que le cantaban el clásico conjunto de desaforados del Patio de las Palmeras: la reelección de Cristina. ¿De qué hablan? ¿en qué planeta viven?.

Todo terminaría allí si el episodio se limitara a esa minoría. Pero los gestos sin equilibrio, desde un balcón elevado, de la que debería marcar los límites de la moderación son los que producen la preocupación y las dudas.

La “cristinización” de Scioli, una carta peligrosa

Daniel Scioli decidió ponerse un traje de antipatía para enfrentar las consecuencias de las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. Quizás sea un primer ensayo sobre el curso de modales kirchneristas que, aparentemente, ha decidido tomar.

Durante meses -si no años- trató de convencer a media ciudadanía de que, pese a ser “un hombre del proyecto”, él era distinto, dialoguista, educado, de buenas maneras.

Pero el desastre que es su provincia puesto de manifiesto por la inclemente naturaleza, sumada a la falta de controles y a una administración ineficiente, parece haber sacado de su centro al gobernador, que no tuvo mejor idea que salir al cruce de Mauricio Macri, del peor modo.

Durante mucho tiempo vendió la imagen de la amistad y de la relación de respeto que lo unía al hoy candidato de Cambiemos. Pero bastó que este comentara los trabajos de ingeniería hidráulica que harían falta en la provincia de Buenos Aires y que no se han hecho en todos estos años, para que el gobernador saliera con los tapones de punta.

A su juicio también estaría mal que los candidatos de la oposición hayan hecho comentarios sobre las inundaciones: según Scioli, esos son aprovechamientos políticos de las desgracias. Continuar leyendo

Setenta y cinco días históricos

Desde el lunes parece que todos nos hemos convertido en arquitectos o en constructores: todos hablamos de “techos” y “pisos” tratando de resumir en esas palabras las futuras posibilidades de los candidatos más votados en las PASO.

Han quedado seis finalistas, dos con chances claras, uno que tercia en esa discusión y tres que no tienen ninguna posibilidad.

La primera pregunta es qué ocurrirá con estos últimos ¿mantendrán sus candidaturas o las bajarán? Entre los tres reúnen algo así como el 9% de los votos. No parece que Nicolás Del Caño vaya a tomar esa decisión porque representa un sector bien definido que necesita tener un candidato propio. Pero Adolfo Rodríguez Saá y Margarita Stolbizer, en función de determinados fines, podrían hacerlo. Estamos hablando del 6% de los votos. 

Otro interrogante es saber qué pasó con la gente que no fue a votar que fue un porcentaje más alto que lo normal. Allí hay 30% del padrón.  Continuar leyendo

Unas PASO singulares y contradictorias

Las elecciones PASO que hoy se llevan a cabo en todo el país han concitado, obviamente el interés de todos. Se trata del primer eslabón en la carrera hacia la Presidencia. Y como no podía ser de otra manera, el evento está rodeado de las infaltables curiosidades argentinas, que muchas veces tiñen de modo particular lo que serían los compromisos electorales equivalentes en otros países.

En efecto, a este turno de votación se lo llama “primarias” (nombre tomado a todas luces de la tradición americana de las “primaries”), dando la impresión, para el que no lo sabe (un extranjero, por ejemplo), de que los partidos eligen sus candidatos internamente. Pero la singularidad argentina ha inventado otra cosa.

Aquí hay partidos que no dirimen nada, que no eligen candidatos, que no resuelven, en suma, ninguna interna, ninguna primaria, sencillamente porque concurren a la elección con un solo candidato. En honor a la verdad esos partidos no deberían participar de las PASO. Si quieren movilizar a todos los ciudadanos para que dediquen un domingo de su vida a ir a elegir candidatos obligatoriamente, de partidos que no son los suyos, por lo menos que los hagan ir para seleccionar entre más de una alternativa. De lo contario, el ciudadano no está votando en una interna, sino en una externa. Continuar leyendo

El dilema de Scioli

El FpV tendrá, tarde o temprano, un problema serio si llega a ganar las elecciones: su modelo social, económico y -si se le puede llamar así- hasta “filosófico” es incompatible con la naturaleza humana de su candidato.

En efecto, este modelo no funciona sin matonismo, sin meter medio, sin el ejercicio de la fuerza, sin amenazar, sin escrachar, sin atropellar… Y Daniel Scioli, simple y sencillamente, no es así. Podrá ser más o menos apto, más o menos inteligente o hábil; más o menos formado o más o menos aggiornado, pero no es un matón, no es un metedor serial de miedo, no privilegia el uso de la fuerza, no tiene vocación de escrachar y no ha andado por la vida atropellando maleducadamente a quien piensa diferente… En suma: Scioli no es kirchenrista.

Es posible que Scioli sí sea maquiavélico en el sentido de preferir privilegiar el fin “ser presidente” a los medios “parecer kirchnerista”; y también es posible que el maquiavelismo kirchnerista haya creído que era preferible el fin “conservar el poder con el caudal electoral de Scioli” que los medios “hacer que Scioli sea su candidato”.

Pero sean como sean los antecedentes de este matrimonio, se parecen mucho a los “juntaderos” frentistas o aliancistas que muchas veces se le critican a la oposición. En efecto, no es raro que cualquier intento de unión por parte de fuerzas opositoras que hasta un momento determinado habían actuado separadamente, sea tildado de “bolsa de gatos” unida con engrudo al solo efecto de llegar al poder.

Ese solo argumento con más el malogrado antecedente de la Alianza le ha servido al peronismo para enchastrar cualquier asociación de fuerzas que no piensan como él.

La sociedad, a su vez, se ha creído el verso de que el peronismo puede metamorfosearse sin consecuencias en cuanto monstruo pueda pensarse sin que eso se traslade a un aquelarre en el poder y en el país.

Para los que creen eso no habría más que recomendarle una lectura de la historia de los años 70, en donde las trifulcas entre peronistas terminaron a los tiros por la calle, con gente colgada de los árboles y con un baño de sangre cuyas consecuencias se hacen sentir hasta ahora.

Si Scioli gana las elecciones esta tensión será ineludible. Tuvimos un adelanto sordo el otro día cuando el gobernador debió pedir permiso a la Casa Rosada para hacer una reunión con el peronismo “ortodoxo”. La tensión entre el marxismo matón y el peronismo componedor y campechano de Scioli serán invivibles.

El tiempo de las elecciones y de la campaña habrá pasado y por delante solo quedará gobernar. Gobernar con un conjunto de creencias que vienen de la crianza, de las costumbres y de las más ancestrales tradiciones y que son completamente incompatibles entre sí. Allí también habrá una “bolsa de gatos”

Es un embuste total y completo el hecho de que las “bolsas de gatos” solo pueden ser protagonizadas por personas o partidos que no se escudan bajo un aparente mismo techo. Debajo del “techo” del peronismo han sucedido batallas incontables, crímenes, traiciones, amenazas, agachadas.

La otra cara de la mentira es que el peronismo puede llevar su sentido del pragmatismo a niveles tales que los que han criticado y humillado públicamente a Scioli todos estos años (incluida por supuesto -y empezando por ella- la propia Presidente) pueden ahora “convivir con él al solo efecto de cuidar sus privilegios.

Es posible que esa mentira aguante hasta las elecciones, pero será insoportablemente invivible luego.

¿Qué ocurrirá cuando el sentido de mundo que Scioli tiene indudablemente más desarrollado que el aldeanismo kirchnerista, le indique que debe trazar alguna estrategia de negociación con los holdouts?

¿Qué pasará cuando Scioli, que sabe cuánto pesan los EEUU en el mundo, intente un acercamiento con Washington? ¿Qué dirá Zannini cuando Sciloi dé a entender que el tema del dólar no tiene nada que ver con una cultura “cipaya” que hay que desterrar por las buenas o las malas (como en su momento dijo Martín Sabbatella) sino con la inflación y con el hecho de la Argentina no tiene moneda ni medios genuinos de ahorro? ¿Qué pasará con La Campora cuando Scioli se aleje -o quiera alejarse- del socialismo a la violeta que estimulan los parásitos del Estado que ganan más de $ 50000 por mes por el trabajo de esparcir la utopía marxista? ¿Qué ocurrirá con el diputado Kicillof cuando Scioli quiera terminar con la discriminación del campo y con la persecución ideológica de sus dirigentes? ¿Qué pasará con Cristina cuando Scioli quiera tender puentes de entendimiento con la prensa? ¿Qué ocurrirá cuando no quiera abusar de la cadena nacional o cuando se preste a conferencias de prensa abiertas?

¿Y qué pasará con Scioli si baja la cabeza y se aviene a ser otra persona de la que es? ¿Qué pasará con su salud, con su interior, con su psiquis? ¿Qué ocurrirá cuando advierta que luchó por llegar a un lugar desde el que ha pasado a ser un sello de goma, un escribano certificador de las voluntades de otros? ¿Resistirá su estómago? Me dirán: ¿pero qué decis? ¿No tenés ya suficientes pruebas de lo que resiste su estómago? Sí, las tengo. Pero esa resistencia hasta ahora tuvo un norte, un objetivo. ¿Qué pasará cuando a la noche, solo, antes de dormir su mente repase las humillaciones del día a cambio de algo que, de todos modos, ya consiguió? Ya no hay norte, ya no hay objetivo. Todo eso quedó atrás. Ahora solo se ve la obediencia y la frustración.

Es posible que estas elucubraciones queden lejos de las especulaciones que los ciudadanos hacen antes de votar. Pero no hay dudas de que las consecuencias de semejante tormenta en ciernes las terminarán pagando ellos.