Macri en Asunción

El presidente Mauricio Macri tuvo en Asunción su primera reunión internacional con sus colegas del Mercosur. La unión aduanera regional hace rato que está estancada y no funciona en su objetivo principal que es el de incrementar el comercio entre sus socios. La increíble ceguera de sus dos principales integrantes —Brasil y Argentina— ha convertido al acuerdo en un sello de goma, inútil y burocrático, bueno para nada.

Esta condición debería ser de por sí preocupante, porque obviamente un acuerdo hecho para aumentar el comercio que en los últimos años lo haya disminuido debería constituir un fenómeno digno de estudio.

Pero el ridículo no ha parado allí. Hace un par de años el bloque supuestamente democrático aceptó el ingreso de Venezuela, en manos de la dictadura chavista. Guiados por el concepto de masas, los populismos regionales redujeron el requisito democrático a la sola exigencia de elecciones populares. Por cierto, ese trámite es un componente sine qua non de las democracias, pero de ninguna manera es suficiente. La democracia es mucho más que ir a votar cada cuatro años. Es más, el solo hecho de tener que recordarlo no es un buen síntoma de la salud republicana de quien protagonice el olvido o la confusión. Continuar leyendo

Las confesiones brutales de la Presidente

No hay caso: la espontaneidad es tremenda. Puede provocar confesiones brutales, sincericidios gruesos. Y en días exultantes puede ser más peligrosa aún. Fue lo que ocurrió el jueves con la Sra. de Kirchner y su “Aló Presidente” del día en que la Sala 1 de la Cámara Federal había desestimado la denuncia de Nisman-Pollicita-Moldes.

Era notorio que la Presidente estaba eufórica. No había más que notar su tono de voz y sus expresiones.

Ya horas antes se habían comenzado a expresar funcionarios y operadores cercanos al Gobierno en el sentido de que “hay que respetar los fallos de la Justicia…” y “no se puede decir que un fallo no me gusta porque no salió como quería…”

¿Perdón? ¿Hay que respetar los fallos de la Justicia? ¿No se puede decir que un fallo no me gusta cuando no sale como queremos? ¡Pero si eso es precisamente lo que el Gobierno hace cuando algún juez osa con contradecirlo, investigarlo o poner bajo juzgamiento las conductas de sus funcionarios!

¿O no fue la mismísima Presidente, acaso, la que acuñó la frase del “partido judicial”, insinuando que los jueces hacen política para producir un golpe? Entonces, va de nuevo, ¿qué es eso de que “hay que respetar los fallos de la Justicia”? ¿O la Presidente y sus funcionarios sugieren que solo hay que respetar los fallos que los favorecen a ellos y lanzar consignas golpistas o de “partido judicial”  cuando le son adversos?

Porque si fuera así entonces estaríamos ante la confesión lisa y llana de que solo se aceptaría una Justicia que condene a enemigos y absuelva a a us amigos o al propio Gobierno y a sus funcionarios. ¿Y entonces para qué tenerla? ¡Si ya conoceríamos sus fallos de antemano: si el oficialismo, sus funcionarios o sus amigos son una parte del caso, la sentencia los favorecerá! ¡Siempre!

Otra salida estomacal de la Presidente fue la referida a las cadenas nacionales. Como sabe que aburren, la Sra. de Kirchner intentó justificarse. ¿Y qué dijo? Bueno, dijo que “una (cadena nacional) de tanto en tanto… Después de todo ‘nosotros’ nos tenemos que bancar las cadenas nacionales de ‘ellos’ todos los días, con mentiras, refritos, todo el día diciendo lo mismo, repitiendo la misma noticia 50 veces… Nos tenemos que bancar (‘nosotros’) que nos metan miedo (‘ellos’)… No voy a decir cuál pero la abuela de un ministro toma Rivotril por las cosas que mira y escucha por la televisión…”

Se trata de un párrafo para la historia. Yo no sé si la presidente piensa lo que dice o -de vuelta- si una espontaneidad incontenible en un día, para colmo, exultante, la traiciona sin querer. Pero las confesiones tácitas que aparecen en ese sólo pasaje, alarman.

¿Cuál es el escenario ideal que impera en la cabeza presidencial respecto del periodismo, la libertad de expresión y los medios? ¿Cree la presidente, sinceramente, que ella debe hacer un esfuerzo de “compensación” para “equilibrar” lo que dicen los medios libres y por lo tanto debería estar al aire todo el tiempo con “su” versión de las cosas? ¿Tendrá como escenario ideal el de un caudal de cadenas nacionales igual al que los medios independientes disponen utilizando su propio aire? Según su escenario ideal, ¿el Estado debería expropiar del aire de los medios privados tanto tiempo como el que disponen ellos para poder trasmitir las “verdades” del Gobierno? ¿O quizás, mejor aún, el escenario ideal sería el de que los medios privados deberían callarse y solo debiera escucharse la voz oficial?

Y si todas estas posibilidades de escenarios ideales se verificaran en los hechos, ¿sería eso una democracia? Porque en la democracia, la posibilidad de expresar disidencias existe y no por eso los presidentes o los primeros ministros atosigan a su gente con largas peroratas en cadenas nacionales. Salvo, claro está, en países como Venezuela, que ha materializado en gran parte lo que seguramente coincide con el ideal presidencial: que solo se escuche la voz de Maduro.

La Presidente también olvida que lo que ella llama “cadenas nacionales de “ellos”, están sujetas a los vaivenes de zapping, algo que su obligatoria presencia en la pantalla impide. Si le molesta que un determinado medio reúna una porción importante de la audiencia total, debería preguntarse por el estrepitoso fracaso de su táctica de copamiento de los medios que, pese al dinero que se despilfarra en pagar estructuras y comunicadores a sueldo, no logra que nadie los mire.

Y por supuesto, en la misma parrafada sincericida, aparece de nuevo el “nosotros” y el “ellos” como si solo ella representara la argentinidad y los que dicen cosas que no le gustan fueran extranjeros y no argentinos; como si el país estuviera dividido en dos y solo uno fuera “la Argentina” y el otro quién sabe qué.

La confesión tácita y brutal de la Sra. de Kirchner vuelve a reafirmar que ella actúa como la Presidente de sólo un conjunto de argentinos; de su conjunto. Que hace rato que no le interesa ser la presidente de todos y que no encuentra en el escenario social de que los ciudadanos puedan convivir armónicamente pese a sus disidencias, ninguna ventaja respecto del sistema que a ella debe gustarle: el de la barraca militar en donde todo debe estar pintado de un solo color, una sola es la voz de mando, una sola es la noticia, una sola es la versión que sirve, donde no hay “partidos” sino “conducción” y “obediencia” y donde solo una es la verdad.

Un mundo sin periodistas y sin opinión

A la Presidente le van quedando pocos caminos para el disimulo. En cada vez más aspectos de la vida nacional la sinceridad sin remedio va aflorando, sin contención, con la fuerza de las palabras y de los hechos.

El pasado jueves, sin tapujos, en su videoconferencia con Putin, habló de que la información debía recibirse sin intermediarios, en un alusión sin anestesia a un mundo sin periodistas. Es a lo que aspira la Sra. de Kirchner: a que la prensa libre desaparezca.

Más allá de que es materialmente imposible concebir un mundo en donde la información circule sin medios, porque eso supondría el imposible escenario de los protagonistas directos contando lo que ocurre, lo cual, obviamente deriva en la perogrullesca conclusión de que esos éstos no contarían lo que no les conviene y solo transmitirían “sin intermediarios” lo que los favorece, el hecho de que la Presidente lo revele como un horizonte cuya persecución la desvela denota una clara intención antidemocrática cuando no directamente totalitaria.

Que el marco decorativo de sus afirmaciones haya sido el presidente ruso, quien en sus palabras calificó  la información como una “arma temible”, es por demás sintomático. Rusia figura en el puesto 144 en el informe sobre libertad de prensa en el mundo que verifica su vigencia en 180 países. Resulta obvio que un autócrata como Putin, un representante genuino de la imperialista KGB, considere “temible” la información: debe resultar definitivamente temible que gracias a la acción de periodistas libres sus ciudadanos y el mundo conozcan sus intenciones y sus planes. Como la Sra. de Kirchner debe considerar temible que otros periodistas libres revelen los suyos.

Por lo demás es la “intermediación” la cuna de la opinión. No habría opinión sin intermediación, por lo que proponer la supresión de un necesariamente implica proponer la supresión de la otra. Y esta aspiración también es compatible con un régimen que pretende ejercer un control completo sobre la vida social.

Un sistema de esa naturaleza no es compatible con el ejercicio de la prensa libre y la libre expresión de las ideas. Más tarde o más temprano la máscara de la democracia caerá y deberá confesarse como lo que es: un régimen autoritario, por decir lo menos.

La empatía internacional de la Argentina también va tornando coherentes estas confesiones. Que el país se alíe a Venezuela, a Irán, a Rusia o a China no es una casualidad, es una consecuencia natural del encuadre que el gobierno kirchnerista le ha dado a su poder.

Se trata de un poder que no se conforma con que la gente ande por allí, tomando decisiones en libertad, todo debe estar controlado por el Estado. Como en Rusia, como en China, como en Venezuela. Tampoco en esos lugares se puede opinar libremente y también allí se aspira a que la gente reciba la “información” sin intermediarios, directamente del Estado.

Se pretende presentar ese escenario como un avance de la democracia. “No hay intermediarios, esta es una comunicación directa entre el pueblo y el Estado, su encarnación”. No hay lugar aquí para interpretadores, investigadores o buscadores de noticias. Mucho menos para buscadores de verdades. Aquí hay una sola verdad: la que el Estado, a través de la nomenklatura de sus funcionarios, le hace llegar al pueblo, que la recibe sin “intermediarios”.

En última instancia, cuando el Estado necesite de “empleados comunicadores”, ellos serán “intermediarios permitidos” que funcionarán bajo la aprobación y las directivas de la nomenklatura (6,7, 8)

Esta es la manifestación filosófica del “modelo”. Esta palabra, que hasta ahora estuvo intencionadamente dirigida a trasmitir una idea “económica” del gobierno, es en realidad la que cobra un verdadero sentido con estos sinceramientos. El modelo es un modelo ideológico (que por supuesto tiene un costado económico, como es innegable) pero que en realidad se define por estas otras profundidades que hacen a las ideas y creencias en donde se cimienta y enraíza.

Esas ideas y creencias están en las antípodas de la Constitución. Este modelo se ha propuesto derogar de hecho la Constitución y lo está consiguiendo con la increíble complicidad de la Justicia, que no logra cumplir su rol de dique de contención para proteger las libertades públicas.

Un mundo sin periodistas, sin opinión y sin intermediarios es lo que busca Putin, la Sra. de Kirchner, Maduro, los Castro o el régimen chino. En esos regímenes hay una sola verdad: la que emana del Estado. Toda otra opinión es considerada antinacional, como también ayer lo dijo expresamente la Presidente (“Para que los rusos conozcan a la verdadera Argentina y los argentinos conozcan a la verdadera Rusia y no las que nos quieren mostrar los medios internacionales y algunos medios que, bueno, los tenemos que llamar de alguna manera ‘nacionales’”). También aquí afloró la sinceridad brutal: ya basta de decir demagógicamente “la presidente de los 40 millones de argentinos” cuando la propia Sra. de Kirchner considera no-argentinos a algunos compatriotas.

No se ha visto todo aun. Seguramente las próximas semanas traerán más discursos con sinceridades inevitables. El tiempo se agota y las cosas deben quedar claras.

El mayor engaño del siglo

Estudios recientes de la Fundación Libertad y Progreso, basados a su vez en investigaciones internacionales, demuestran cómo, no solo en la Argentina sino en el mundo entero, el mejoramiento del nivel de vida y el acceso a mayores oportunidades está directamente relacionado con los índices de libertad económica del que gozan los países, siendo peores las condiciones de vida en aquellos países abrumados por las regulaciones y mejores donde la libertad permite un amplio horizonte de movimientos a los individuos.

Esas regulaciones están a su vez directamente relacionadas con el nivel de gasto público, tanto en términos absolutos como en términos porcentuales del PBI.

La vía regia para implementar estas políticas populistas son los planes asistenciales. Libertad y Progreso relevó la existencia de más de 100 planes de este tipo entre la nación y la provincia de Buenos Aires, sin contar los que existen en otras provincias. Esos planes insumen la friolera de ciento veinte mil millones de pesos anuales que, medidos al tipo de cambio oficial, trepan a casi 15 mil millones de dólares.

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La visita de Maduro

Según parece, Nicolás Maduro llegará a Buenos Aires el 15 de marzo para verse con Cristina Fernández y buscar su apoyo. Puede que se trata de una visita agradable para la presidente pero es muy incómoda para el país.

El mundo está observando el espectáculo dantesco de Venezuela, un país atravesado por hordas paragubernamentales que con armas y motos provistas por el gobierno aterrorizan las noches de las principales ciudades a los tiros por las calles. Es más dispongo de testimonios personales directos que dan cuenta de redadas protagonizadas por esta gente entrando a edificios a los balazos contra inocentes, para sembrar el amedrentamiento.

Versiones fundadas indican que estos batallones –llamados “los colectivos”- están compuestos por delincuentes comunes -por el hampa hecha y derecha- que, como consecuencia de un consejo de Fidel a Chávez, éste cooptó para utilizarlos en la tarea de esparcir el terror.

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¿Están contentos ahora, muchachos?

Quizás este fin de semana haya sido el que más gráficamente sirvió para mostrar los resultados prácticos del modelo; para ver, en definitiva, de qué sirvieron los años de gobierno de los Kirchner. 

En efecto mientras la sociedad veía como se le escurrían sus ahorros y el fruto de su trabajo por entre los dedos, y mientras los que menos tienen pensaban cómo sobrevivirían a la esperable crisis de ingresos y de actividad, una parte de los funcionarios del Estado encabezados -obviamente- por la propia Presidente y su hija, descansaban en La Habana haciendo turismo por la ciudad vieja y disfrutando al sol con la vista en el Caribe.

Así se describió el primer día en la isla de los Castro de la comitiva argentina, la única que ha llegado con cuatro días de antelación al comienzo de la reunión de la Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamerica y el Caribe (Celac).

Dicen que la Presidente no salió de su habitación y que estuvo en permanente contacto con sus funcionarios en Buenos Aires. Pero no importa. Lo que sí importa es que quienes deben estar al servicio de la gente, descansaban en el agradable clima del trópico, mientras en la Argentina la gente -que es la importante en esta ecuación- trataba de figurarse cómo iba a hacer para cumplir con sus pagos, con los útiles de los chicos, con el colegio, con los impuestos, con el supermercado…

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“Relatos” y “farsas”

Algún día el país deberá definir qué relación quiere mantener con la mentira. Hasta ahora el lenguaje de la prosa periodística ha llamado “relato” a un conjunto de afirmaciones que no son otra cosa que falsedades. El repiqueteo oficial sobre ellas ha transformado a esa construcción en una verdad repetida como loros, sin análisis, sin comparación y sin memoria.

En sus constantes apariciones, la presidente hace afirmaciones audaces que nadie retruca porque, de hacerlo, el país viviría en una corrección permanente. Prácticamente todos los datos que conforman la realidad oficial son falsos.

El índice de precios al consumidor que confecciona el Indec está completamente desvirtuado y cada mes comunica números que son, más que una farsa, una cargada.

Moreno, quien maneja el instituto, sigue sosteniendo que se puede comer con $ 6. Es posible que ese sea, efectivamente, el perfil de país que el secretario tenga en su cabeza: un conjunto de zombis alimentándose por seis pesos.

Como consecuencia de esas mediciones el gobierno sostiene que el país tiene una tasa de pobreza que no tiene nada que ver con la realidad. Cada vez hay más villas miseria, mientras la señora de Kirchner sostiene que el modelo no deja de incluir gente.

La presidente ha dicho públicamente que antes de llegar a la función pública había sido “una abogada exitosa de uno de los estudios más importantes” del país, cuando, en realidad, no se le conoce ninguna actividad legista, ni su “estudio” (si alguna vez lo tuvo) fue importante o conocido.

El ministro De Vido ha dicho que los argentinos pagan la energía más barata de América Latina, olvidando que para sostener ese chiste hay que pagar una factura de 15 mil millones de dolares anuales de importaciones de gas y fuel oil.

Por supuesto, es sabido el constante regodeo acerca del éxito económico de la gestión y se habla de la “década ganada”. Pero, en los hechos, el país no es capaz de atraer un solo peso, es un expulsor neto de capitales y ni siquiera consigue la confianza de quienes han hecho sus dólares eludiendo la ley.

Internacionalmente la Argentina es un país aislado y sinónimo de lo que no hay que hacer. Sus socios más relevantes son países vergonzantes como Venezuela e Irán.

Ni siquiera datos evitables -como la referencia presidencial a la situación de Aerolíneas Argentinas- supera la prueba de la verdad. Días atrás, en su cadena nacional la señora de Kirchner dijo que Aerolíneas tenía “la flota más moderna y más importante de Latinoamérica”. Otra mentira: el promedio de edad de las aeronaves de la empresa es de más de 8 años, bien por detrás de Azul, Copa, Lan, Avianca, Tam y Gol. Tampoco en cantidad de aviones la afirmación presidencial coincide con la realidad: Aerolíneas está última en ese ránking.

¿Con qué objeto se miente descaradamente de este modo? Sólo hay una respuesta: el repiqueteo de la mentira siempre deja algo en el fondo de los oídos de las masas. Con repetir una farsa una y otra vez, parte del cometido ya se logró. Aunque algunos se den cuenta, la apuesta está dirigida a que un buen número lo crea.

Es indudable que un gobierno de esta naturaleza no puede despertar la confianza de las personas informadas. La señora de Kirchner podrá conquistar los oídos de la gente que está menos en contacto con la realidad. Pero aquellos que por su trabajo deben operar con verdades crudas todos los días saben que la presidente es capaz de mentir y de hacerlo delante de todo el mundo, con la mejor cara de “feliz cumpleaños”.

Esa gente, paradójicamente, es la que tiene en sus manos la posibilidad de decidir inversiones, porque es natural que la gente mejor informada sea también la que está en mejor posición para tomar decisiones sobre su stock de capital. ¿Cómo va a confiarle esa gente su dinero a un mentiroso serial; a alguien que en su propia cara falsea la verdad, les dice una cosa por otra, sin que se le mueva un pelo?

Por eso es urgente que el país se replantee esta cuestión del relato y del valor de la mentira. Hasta la condescendencia semántica de llamar “relato” a lo que no es más que una farsa debería desaparecer. Quizás un buen primer paso para empezar a relacionarnos con la verdad de otra manera sería llamar a las cosas por su nombre.

Durante estos 10 años, a la sombra de avalanchas de dinero que una situación particular del mundo hizo posible, se construyó una enorme escenografía de cartón piedra. El dinero se consumió en derroches, actos de corrupción y despilfarros políticos que ayudaron a construir una máquina de poder, en lugar de utilizar esos recursos para mejorar la infraestructura y multiplicar el capital.

Eso fue posible por la amplia tolerancia de los argentinos con la mentira. A tal grado llega ese umbral de convivencia que hasta se inventó un término suave y simpático para denominar lo que no eran otra cosa que mentiras en la cara. A todo ese cúmulo de falsedades se las llamó “relato”; una especie de “cuento” que una enorme porción de la sociedad decidió creer. Es una enfermedad con la que hay que terminar. Los argentinos creímos en la “Argentina Potencia”, en “un peso = un dolar”, y, ahora, “la década ganada”.

Es hora de ser adultos y hablarnos con la verdad. Empecemos a reemplazar la palabra “relato” por “farsa” y no estemos dispuestos a dejar pasar una sola mentira más.