Sergio Massa: sólo palabras fuertes

Fue fortuito, alguien me recordó a Hamlet el otro día. Una conversación casual, una rememoración de aquella obra que leí hace ya muchos años y que hasta vi en el cine cuando se estrenó la adaptación de Kenneth Branagh. Ese personaje de Shakespeare siempre me resultó fascinante por la fuerza que tiene, por sus discursos maravillosos, intensos, llenos de palabras fuertes: Hamlet habla como un héroe. Pero en los hechos no hace nada. Toda la obra transcurre con sus maquinaciones y su combate retórico contra el asesino de su padre. Su misión es vengar a su progenitor asesinado, lo dice, pero demora la acción. Y cuando finalmente lo logra, cuando la venganza se concreta, termina, en su afán por lograr su objetivo, no sólo muerto, sino que entrega el reino que debía proteger al enemigo, lo deja indefenso y sin líder. Ha muerto el rey (el asesino de su padre), ha muerto incluso él mismo, triunfa el enemigo invasor.

En estas elecciones presidenciales estamos eligiendo entre dos proyectos de país completamente distintos: por un lado, tenemos al populismo y, por el otro, a la república. El primero no es más que una expresión moderada de autoritarismo y tiene muchos puntos de contacto con el concepto clásico de tiranía: la concentración de todas las facultades en una sola voluntad política y la representación de esa voluntad política que se plasma en el líder o tirano. La república, por el contrario, es la forma más avanzada de gobierno hasta el momento, en donde la división de poderes y la pluralidad de voces ejercen un control natural del sistema político, lo que reduce al mínimo las arbitrariedades y garantiza los derechos de los ciudadanos. Continuar leyendo

El golpe de Massa

Todos lo sabemos: los políticos de alto vuelo ya no tienen ideas, sólo miran encuestas. De lo contrario no es fácil comprender la homogeneidad de “pensamiento” que a estas alturas iguala a todos. Esta es la causa por la cual todos hablan hoy de delito y narcotráfico, cuando son realidades que llevan varias décadas flagelando a nuestro país.

Esta vez Sergio Massa hizo un movimiento bastante osado al querer limitar la reelección de los jefes municipales. Puedo especular sobre las razones verdaderas detrás de ese astuto movimiento, pero más me interesan sus consecuencias para todos nosotros. Tal vez por error, tal vez por una casualidad de las que no abundan, este interés va alineado con el de construir una república más sólida.

Las reelecciones indefinidas en los puestos ejecutivos son con certeza la principal raíz de la corrupción, porque la permanencia en el poder permite no sólo la construcción de la estructura de corrupción, sino su cristalización y por lo tanto su establecimiento como poder real y duradero. Con el tiempo, lo que inicialmente se hacía solapadamente, de manera casi tímida, hoy se hace a la vista de todos, porque la estructura de corrupción se ha cristalizado de tal forma que ya es imposible desplazarla. Se genera entonces una situación en la que la reducción de los riesgos da una sensación de omnipotencia a quienes gobiernan. Es así como los gobernantes se tornan en monarcas absolutos con la mirada puesta en su ego, creyéndose dueños de aquello que sólo debieran administrar temporalmente. Y esto es muy fácil verlo en el conurbano y en otras provincias, que parecen más la gran estancia de algún patrón que partes de un territorio nacional gobernado en forma republicana.

Es evidente que este nuevo golpe de Massa es algo interesante, lo que hizo que el casi siempre rezagado Mauricio saliera a “redoblar” la apuesta, corriendo detrás de esta nueva propuesta que propone discutir algo que realmente trasciende el corto plazo: la república.

Este intento por poner coto a las aspiraciones reeleccionistas de los dueños del conurbano y de los feudos provinciales es un movimiento arriesgado, porque se pone en contra a gran parte de los dirigentes políticos. Y no son cualquier dirigente político, sino los dueños de un aparato cooptado que funciona con precisión en las elecciones, para lo cual basta ver los resultados de las elecciones presidenciales en los distritos feudales. Pero es una osadía que vale la pena, porque de concretarse habrá liberado para siempre a la Provincia de Buenos Aires de estos “históricos” gobernantes, que, por cierto, ya están pataleando con disgusto incluso dentro de las propias filas del Frente Renovador.

Un resultado favorable para esta iniciativa habrá iniciado la refundación de la república, porque comenzará lentamente a desarmarse este sistema clientelista que se ocupa más en oprimir que en liberar, aunque siempre bajo la bandera de una democracia algo renga. Si esto no avanzara, al menos el debate está sobre la mesa y es el momento para comenzar a discutir la república que queremos construir.