Perón y Mao

Indudablemente Cristina Kirchner de peronismo conoce poco. Por supuesto que no tiene por qué saber puesto que es la jefa de un partido ajeno al justicialismo como es el Frente para la Victoria. Sin embargo, estando en China, según han transmitido las agencias informativas, comparó a Mao Zedong con el general Perón al observar que ambos habían surgido al finalizar la Segunda Guerra Mundial cuando los aliados se repartieron el mundo y comenzó la Guerra Fría.

Hay en esta síntesis una visión sesgada y equívoca, si bien Mao y Perón guardaban dos años de diferencia, la vida política del chino había comenzado a muy temprana edad y en las filas del marxismo que, envalentonado con el triunfo de la Revolución Soviética, se iniciaba en la guerra civil que enlutó a su patria. En la década del ’20, Mao ya era un destacado militante del comunismo de su país que aliado a Stalin pugnaba por el poder, alcanzándolo en 1949 por medio de las armas. Perón por esos años era un joven oficial del ejército que encontró en el general Agustín P. Justo una referencia político-profesional, llegando al poder por medio de elecciones, en 1946. Continuar leyendo

¿Un peronismo liberal?

El viejo debate sobre cuánto de liberalismo hay en la concepción política del peronismo ha reaparecido por estos días empujado, por un lado, por la crisis que atraviesa el progresismo enquistado en el peronismo y por el otro, por las declaraciones que el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni, ha realizado al diario La Nación. “No tenemos que tener ningún empacho en definirnos como liberales” aseguró el funcionario muy cercano a Scioli.

Inmediatamente, y como un rayo, salió a contestarle Julio de Vido, quien replicó que el peronismo es progresista. Luego, cientos de voces kirchneristas se alzaron para afirmar que nada hay más lejano al peronismo que el liberalismo. Naturalmente del liberalismo clásico partieron voces que afirmaron lo mismo.

En principio, Perón jamás se pronunció acerca de si era liberal o progresista, categorías ideológicas que el General jamás usó en virtud que como político abrazaba a todos por igual. Sin embargo, ha dejado algunas señas que podrían orientarnos en este laberinto de ideas. El liberalismo tradicional desconfió de él por surgir de un golpe militar con tintes fascitoides. El progresismo lo combatió, también, con todas sus fuerzas, pues escuchaba espantado los discursos que el Coronel improvisaba frente a los obreros: “Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándolo por un acuerdo justo entre obreros y patrones, al amparo de la justicia que emana del Estado”. Para la izquierda a la violeta, como gustaba decir a Perón, el General era fascista.

En síntesis ni liberal ni progresista. ¿Entonces si no fue una cosa ni la otra qué se discute hoy?

Orígenes del peronismo

El peronismo apareció en el ciclo mundial de crisis del liberalismo a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, la Revolución Soviética y la emergencia de los nacionalismos autoritarios. Ese tiempo se caracterizó por la valorización del intervencionismo de Estado, economías cerradas, dirigismo y la acción directa de las masas por encima de las instituciones. Todo ese movimiento mundial fue expresado por el nacionalismo y el marxismo. Bajo esa atmósfera, todos los partidos políticos argentinos sufrieron su influencia. El golpe del 30 y los años subsiguientes vieron avanzar esas ideologías sobre el conjunto de la sociedad. Sin embargo, es justo observar que Perón, quien apareció por primera vez en el golpe contra Yrigoyen, lo hizo acompañando la corriente liberal del general Justo, la que no abandonó hasta la muerte de este brillante oficial, como le gustaba decir, en enero de 1943, ingresando recién al GOU en febrero de ese año.

Tan fuerte ha sido la relación de Perón con este sector del liberalismo militar que desarrolló su carrera a la sombra de ellos. Primero como ayudante de campo del General Rodríguez, Ministro de Guerra de Justo, en paralelo, profesor de la Escuela Superior de Guerra, invitado luego por Levene, Presidente de la Academia de Historia, a escribir en ella. Enviado, más tarde, a Europa por el general Márquez, otro justista y así hasta 1943.

Sarobe y Perón

La relación de Perón con el general Sarobe, un vínculo ignorado por la historiografía peronista-revisionista, pone blanco sobre negro el firmamento ideológico de quien sería luego el Coronel del pueblo. Sarobe fue el oficial que Justo ubicó en la conspiración del 30 para sustituir al nacionalista-fascista de Lugones y su manifiesto. Condición innegociable para que los liberales se sumaran al golpe. Esta participación impidió que Uriburu realizara su fantasía de Führer criollo, y que el golpe buscara una salida electoral.

Precisamente, en las elecciones de noviembre de 1931, Justo fue el candidato de una coalición de conservadores, radicales y socialistas como alternativa al vacío de poder generada por la crisis del radicalismo y al progresismo representado por la fórmula de Lisandro de la Torre-Nicolás Repetto. En esa oportunidad, Perón jugó sus pocas fuerzas a favor de Justo. En una carta a Sarobe le advierte del peligro que “los peludistas resurjan disfrazados de campeones de la democracia. No imagina mi Teniente Coronel cómo han reaccionado los peludistas desde el 6 de setiembre a la fecha. Hoy se sienten fuertes como antes de 1928 y pretenden imponerse nuevamente. No creo que el Gobierno les afloje. Estamos a 17 días de las elecciones. Hasta ahora el General Justo es el candidato más seguro, la opinión sana del país, el elemento independiente, la banca, comercio, industria, han movilizado sus fuerzas para ponerlas al servicio del país prestigiando al General para Presidente. Por otro lado los peludistas, su fórmula fue vetada por el gobierno provisional, no creo que resulten peligrosos si se presentan a elecciones y aun cuando todavía hay muchos peludistas en el país no creo que tengan chance en su campaña electoral, porque en su situación no tienen nada para dar… no creo que queden incautos que se dejen influenciar por el canto de la ronca sirena personalista”

Y continúa: “El otro adversario está representado por la Alianza, unión un tanto aleatoria de los socialistas rojos con los demócratas progresistas, Es sin duda la desvergüenza en persona. Bien este es el adversario político del general Justo, su más grande detractor y más peligroso enemigo. Hace una campaña activa y difamatoria en todas partes, pero no creo que el pueblo se deje embaucar y seducir por estos mentirosos y aduladores profesionales. Yo creo que el país está hoy a peligros tanto o más serios que el resuelto el 6 de setiembre, si el buen tino y patriotismo de los ciudadanos no resuelve en los comicios la salvación del país, la paz y el orden interno. Si llegara a ganar la elección la fórmula De la Torre-Repetto apoyados por los peludistas creo que vendrían acontecimientos graves a corto plazo. En general la gente que piensa, entiende que la única solución es el general Justo y creo que será presidente.

Muchos oficiales que no entendemos nada de política estamos en plena tarea de movilización de familiares y amigos. Yo tengo por ejemplo a todos los varones de la familia y amigos civiles ocupados en la propaganda política activa y siento que las mujeres no voten porque en este caso, de la familia nomás me llevaba más de 20 votantes…Varios amigos curas que tengo, a quienes he encargado que hagan propaganda me han dado un alegrón porque me hicieron una reflexión muy acertada al respecto me dijo: los curas votan y propician al candidato más probable que permita asegurarles su estabilidad. Hasta ahora han sido peludistas pero ahora los peludistas no tienen chance y los curitas puestos a elegir entre los demócratas-socialistas y la fórmula de Justo no trepidan en votar esta última, pues saben que en la primera está el divorcio, la separación de la Iglesia. Esto va bien.”

Conclusión: los primeros pasos de Perón han estado del lado del liberalismo y en contra de la izquierda y los peludistas. Toda una definición.

La estatización del pensamiento

Con motivo  del nombramiento del militante de Carta Abierta, Ricardo Forster, como Secretario de Estado para coordinar el Pensamiento Nacional, muchas voces se levantaron y el asunto aparece como muy opinado. El periodismo y la intelectualidad  han dejado correr páginas y declaraciones donde una de las preocupaciones centrales ha sido: ¿le corresponde al Estado llevar adelante dicha tarea?  Las respuestas fueron muy variadas y en general críticas.

Por mi parte me pregunto: ¿es saludable estatizar al pensamiento como se hizo con las AFJP, Repsol, Aerolíneas, Ciccone y demás yerbas? Estatizaciones acompañadas por un abanico social y político muy amplio de la sociedad argentina que creen ingenuamente que el avance del Estado siempre es necesario para la defensa de la Patria. Bueno… ¡ahora no se quejen! El gobierno nacional ha decidido estatizar el pensamiento para impedir que se diluya y se contamine por el neoliberalismo, que naturalmente ¡siempre es extranjerizante!

 

¿Qué es el pensamiento nacional?

La idea del Pensamiento Nacional surgió en la Argentina de la mano del nacionalismo, cuerpo doctrinario que hizo furor en el mundo inmediatamente después del Primera Guerra Mundial. En nuestro país  ingresó, gracias al libre fluir de las ideas, en la década del 20’y como hecho político, con el golpe de Estado del 30’, en la figura de Uriburu. Desplazado del poder, dos años después,  alcanzó la Presidencia el general Justo, un hombre que se reivindicaba liberal, pero que sin embargo debió implementar medidas intervencionistas porque la atmósfera mundial torcía la brújula hacia esos lares. El nacionalismo vernáculo, sin embargo, bautizó a esos tiempos como Década Infame casualmente por intentar Justo, al menos desde las ideas y los discursos, asociarse al liberalismo que en el mundo estaba de capa caída. El nacionalismo, entonces, ganó adeptos también en la Argentina; y sin lograr constituirse en partido político alcanzó algo mucho más trascendente, instalar la ideología nacionalista, nacida en Europa, como esencia y componente sustancial de nuestra cultura, mejor dicho, construir en el imaginario popular e intelectual la idea de  que nuestra cultura guarda en sus pliegues, componentes nacionalistas que provienen de un pasado remoto y arcádico. Confundiendo aviesamente cultura con ideología. Pues los nacionalistas no aceptan que su dogma es una construcción intelectual moderna, precisamente del siglo XX. El revisionismo histórico fue su más alta creación en el territorio del pensamiento argentino.

Así las cosas el nacionalismo permeó a la totalidad de los partidos políticos e impregnó con sus principios las décadas siguientes. Estatismo, intervencionismo, nacionalismo cultural fueron algunos de los valores que hicieron furor en la década del 60’ y el 70’.  Ganó al peronismo, a los radicales del programa de Avellaneda, a los Demócratas Progresistas de Lisandro de la Torre, a los conservadores, a los desarrollistas e incluso a ciertos socialistas.

Sin embargo el mundo del siglo XXI ha dado una vuelta de campana respecto de aquellos años. Huele a viejo esta ideología que ha perdido el encanto de la controversia para transformarse en una “cultura oficial”. Congelada en el pasado y en el poder.

La travesía

En el Facundo de Sarmiento hay una escena, descrita con pluma maestra, que exuda un enorme dramatismo. El caudillo riojano, huyendo de la ley, marchaba a pie por el desierto conocido como la Travesía, que une a la provincia de San Luis con la de San Juan. Arrastraba Quiroga su figura por aquellas polvorientas tierras cuando oyó, a lo lejos, bramar a un tigre. El animal cebado en carne humana buscaba saciar su vicio en las entrañas del caudillo. Apuró éste el paso, abandonó su montura y corrió a un débil algarrobo, alcanzando la punta, mientras se mantenía escondido en el ramaje, en constante oscilación.

Sus pertenencias que yacían con la montura fueron despedazadas por las furiosas garras del tigre que frustrado lo miraba desde el llano. Esta vívida escena en la que para salvar la vida se abandona todo, hasta el coraje, prevaleciendo la prudencia, me recuerda la huida de Cristina de la “revolución a la contrarrevolución”.

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Una nueva reinvención del peronismo

Tiene razón Darío Giustozzi, intendente de Almirante Brown y segundo en la lista encabezada por Sergio Massa, del Frente Renovador, cuando afirma “no hay fin de ciclo, hay fin de mandato”, lo que es todo una declaración  político-ideológica de su parte y una sabia mirada al conjunto de los políticos con posibilidades reales de poder. Pues nadie cuestiona los pilares fundantes del modelo.

Aunque también es cierto que al presentar, Massa y él, una lista distinta y recortada del Frente para la Victoria, el camino que inician estos ex kirchneristas consiste en apartarse  del tronco que les dio origen. Y las consecuencias políticas de esta fractura cobran una dinámica y una velocidad que sus autores no podrán manejar, al menos en su totalidad. El clima social será decisivo a la hora de precisar un discurso, un programa, el tono y los sonidos.

Por otro lado es un buen punto de partida la fractura con el Frente para la Victoria. Eso explica mucho más que cualquier análisis meduloso e intencionado.

La reacción del gobierno no se ha hecho esperar y los ataques han comenzado, pues Mazza, Giustozzi y otros intendentes, antiguos  amigos del gobierno nacional, vienen a confirmar el viejo dicho popular de que no hay “peor astilla que la del mismo palo”.

Una oposición novedosa

La novedad política del Frente Renovador, lo que le da potestad y fuerza, es el carácter territorial de la feliz experiencia. Esta creación política bonaerense reviste  una impronta y un sesgo que ningún opositor al gobierno ha logrado en la provincia. Esto es, una fuerza con base territorial en las intendencias, similar a la que tiene el Frente para la Victoria.  No se trata de  políticos que, con una inmensa fortuna, compran, alquilan, publicitan y “desde afuera” procuran captar voluntades y luego “si te he visto no me acuerdo”. Ellos se quedarán y serán dueños de su triunfo o su derrota.

Es una fuerza que  gobierna municipios, que se opone a otra, que también gobierna municipios, la provincia y la nación. Es un choque en el mismo andarivel.

Por lo tanto la discusión seguramente se dará sobre políticas concretas y no sobre ideas abstractas. Seguridad, educación, salud, servicios y la manera de gestionar más eficientemente en cada uno de estos tópicos. Allí va a estar, supongo, el núcleo del debate.

La permanencia  de Daniel Scioli al lado del gobierno nacional lo facilita, pues si se hubiera aliado a Massa la discusión política tendería a ser sólo con la presidente, cosa que le haría perder energía controversial a algunos intendentes más cercanos al kirchnerismo. Ahora, los alcaldes del Frente Renovador, al quedar liberados de la alianza con Scioli, podrán enfocar sus críticas, sin complejos, a la gobernación. Que es el objetivo central del Frente Renovador.

Gente enojada

Con la irrupción del Frente Renovador hay mucha gente molesta. Políticos, opinólogos y periodistas, entre otros. Cada uno tendrá sus razones, seguramente atendibles. Pero voy, en este caso, a abordar el enojo de aquellos que observan maliciosamente el carácter camaleónico del peronismo. Que se reinventa, sin remordimientos, ni autocrítica. Que le da lo mismo los 90’ que los 2000.

Como primera aproximación diría que luego de la caída del Muro de Berlín y el ocaso del comunismo se acabó la Guerra Fría y con ella la etapa de las ideologías fuertes. Se acabó también la “revolución”. El debate moderno es conducir la evolución. Y eso se hace en el marco de instituciones respetadas por todos y de horizontes previsibles al conjunto.

Antes de estos acontecimientos  había sucumbido otro cuerpo doctrinario fuerte como fue el nacionalismo. En el bunker de Berlín y en Hiroshima le dijeron adiós a la historia, al menos hasta nuevo aviso.

Desaparecido del horizonte político dos cuerpos doctrinarios fuertes, la realidad convoca a otras sustancias. Estamos en esos tiempos.

Por otro lado no se le puede exigir a los políticos lo que sí le debiera pedir a los intelectuales y filósofos y aún no han encontrado.

Si el peronismo ha sido capaz de dar diferentes respuestas en distintos tiempos, a lo mejor lo que pasa es que no existe más el peronismo. Al menos como históricamente se lo ha conocido. Sin embargo lo que perdura del justicialismo histórico, lo que se conserva en su horizonte cultural, es su vocación por los humildes y su opción preferencial  por el movimiento obrero y sus dirigentes.

Cuando Roberto Lavagna sonaba como candidato peronista para acompañar a Mauricio Macri, estaba todo bien si iba solo. Cuando se sacó la foto en Córdoba y allí estaba Hugo Moyano,  las cosas cambiaron. Del radicalismo conocemos su escasa voluntad de mezclarse con la dirigencia gremial. El denominado peronismo disidente que por multitud de razones enfrentó al kirchnerismo jamás lo hizo con el movimiento obrero que acompañaba al gobierno. Quizás esto sea lo que aun perdura del peronismo. ¡Y no es poca cosa!