La tercera derrota

El peronismo ha sido derrotado, afirman voces oficiosas. ¿Qué peronismo? El populismo retrocede en todos los frentes, aseguran otros. ¿Qué populismo? Lo que ha sido vencido es el kirchnerismo y el que retrocede en todos los frentes es su sucedáneo: el progresismo.

Desde el inicio de su gestión, el Gobierno que se retira se asoció interna y externamente con lo que vulgarmente se conoce como izquierda: desde el marxismo dogmático de Cuba, el sandinismo nicaragüense o el socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez hasta la línea soluble de Pepe Mujica en Uruguay, pasando por el Partido de los Trabajadores de Lula da Silva, trotskista hasta 1989 y luego creador del Foro de San Pablo, Evo Morales y Rafael Correa.

En el país y desde sus inicios el kirchnerismo se inclinó hacia la izquierda con gran vocación ideológica. Duro crítico de los noventa por ser esa década la expresión criolla del capitalismo salvaje, según afirman, levantaron las banderas de una revolución que si bien reconocían de imposible realización en los términos anteriores a la caída del Muro de Berlín, la creían factible por métodos acordes a tiempos de democracia. Ante el triunfo del capitalismo vieron en las elecciones el camino que antes resolvían por las armas. Los nuevos tiempos republicanos podrían abrir la brecha hacia la revolución. No pudo ser. Continuar leyendo

El kirchnerismo se lleva mal con la historia

Cuando los políticos y algunos periodistas se meten con la historia, las cosas no salen bien. Ya he replicado en otra nota la sospechosa profusión de libros sobre el peronismo que recuperan las ideas de la Revolución Libertadora. Esta labor seudohistoriográfica no es ingenua, responde a un clima y una atmósfera de los que no han podido desembarazarse autores, periodistas o políticos que en su simpleza confunden kirchnerismo con peronismo. Y en una sinopsis que emparentan épocas tan lejanas con el presente, se dejan llevar por la rigidez de un pensamiento atado a prejuicios y a dogmas aprendidos para siempre.

Si el peronismo con un gran esfuerzo puede ser asociado a los populismos de época, el kirchnerismo es la manifestación clara de un progresismo activado en los noventa por el Foro de San Pablo donde la izquierda replanteó su camino a la caída del comunismo. Si a los progresistas argentinos la idea les cae mal, deberían repasar el apoyo dado a Hugo Chávez, Lula da Silva o el kircnerismo a los inicios de estas experiencias políticas. Como el presente huele a calas, al decir de Hugo Moyano, los progres de siempre se apartan de estos Gobiernos a los que ahora caracterizan como populistas al solo efecto de salvar la perniciosa ideología que compartieron en el primer tramo del nuevo siglo. Dicho esto, pasemos a una nueva confusión histórica. Continuar leyendo

No solo el kirchnerismo es viejo, la mayoría de sus detractores también lo son

Cuando se aborda la historia sin tener oficio, las cosas no salen bien. Ocurre que en este último tiempo han brotado, como las arrugas en la senectud, una ristra de libros y exposiciones culturosas abocadas a explicar a Juan Domingo Perón y al peronismo que repiten, o para decirlo educadamente, que recuperan las viejas ideas que sobre él se tenía en los años cuarenta y cincuenta. Esto es, que era un fascista, un protonazi o un dictador enemigo de la democracia y las instituciones, y sus acusadores -los de aquellos años-, almas bautismales ofrecidas al altar de la República. Un disparate como luego veremos. Descargan sobre su figura males que eran de todos, pero que no se quieren ver. El asunto se agrava aún más, pues estos noveles autores que se hallan bajo el desagradable influjo del actual Gobierno se han almorzado sin degustar la idea de que el kirchnerismo es peronismo y en consecuencia un revival light de aquella dictadura. ¡De tal palo, tal astilla! Imaginan. Continuar leyendo

¿Populismo o progresismo?

En los últimos tiempos se escucha y lee con sospechosa frecuencia duras críticas al populismo con la sana intención de denostar al gobierno nacional. Extrañamente, intelectuales y periodistas abocados a tan noble labor omiten utilizar la acepción: progresismo. La maniobra no es inocente, por cierto. Secuestrar del idioma esta última palabra oculta una intencionalidad político-ideológica que arrastrará inevitablemente a nuevos males.

Progresismo fue la primera construcción lingüística utilizada para definir y abarcar la realidad política inaugurada en el 2003. Experimento acompañado por la inmensa mayoría de los partidos y corrientes políticas del arco nacional, que observaban azorados los profundos cambios introducidos en la década “maldita”. Privatizaciones, desregulación, convertibilidad, ruptura con el Tercer Mundo, inclusión en la economía mundial, frivolidad, entre otros. Allí, como coro griego, actuaba un sector del peronismo constituido como grupo Calafate para inyectar una dosis de izquierdismo light en un peronismo supuestamente neo-liberal, también radicales liderados por Alfonsín, el Frepaso, el Partido Comunista, el socialismo en todas sus variantes, excepto la extrema izquierda, intelectuales, periodistas, docentes, actores y un arco infinito de ciudadanos “bien pensantes”, que como Elisa Carrió, Ernesto Sábato, Beatriz Sarlo o Jorge Lanata, por caso, deliraban de alegría al ver como Menem y los malditos ‘90 se hundían blasfemados por el pueblo. El progresismo como definición los reunía a todos en un convite celebratorio. Continuar leyendo

El muro de Berlín

El 9 de noviembre se conmemoran veinticuatro años de la caída del Muro de Berlín, acaecida en 1989. La fecha reviste una importancia fundamental pues ha sido, junto a la Revolución Soviética de 1917 el acontecimiento más importante del siglo XX.

Casualmente la caída del muro cierra el período abierto por el triunfo del comunismo y clausura, al decir de Hobsbawm, el célebre historiador marxista británico, el siglo XX, que el autor de marras denomina el siglo corto.

Con el posterior desmembramiento de la URSS, el comunismo se hundió, al parecer, definitivamente y con él todo su sistema de valores, tanto como su horizonte cultural y las concesiones que el capitalismo había ofrendado en aras de no caer a manos del totalitarismo marxista: el intervencionismo de Estado y la planificación central de la economía, entre otros arrebatos.

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