Revisionismo y peronismo

La primera guerra mundial, la revolución bolchevique y la crisis del 30 trastornaron al mundo de tal forma que nada de lo que quedó en pie podía recordarnos ya al siglo XIX. De esta manera, violenta y abrupta se inició uno de los peores siglos de la historia de la humanidad: el siglo XX. Un tiempo de lucha salvaje e inhumana en el cual los hombres se destruyeron sin piedad por razones ideológicas, cuasi religiosas. El liberalismo, herencia de la revolución francesa y norteamericana, se retiró de la escena mundial abatido por la irrupción de dos grandes sistemas, que al parecer sustituían la sed de absoluto del hombre moderno, carente ya de referencia sobrehumana. De este modo el marxismo y el nacionalismo venían a llenar un vacío que la metafísica estudiaba desde los tiempos de Aristóteles.

Tanto uno como otro de estos cuerpos doctrinarios desvalorizaron las instituciones hijas del demo-liberalismo. La división de poderes, la república, la democracia y la participación popular institucionalizada fueron barridos de la vida política. A derecha e izquierda no se creía más en estos valores. Un célebre escritor francés de inclinación progresista, Anatole France, afirmaba: “los pueblos gobernados por sus hombres de acción y sus jefes militares derrotan a los pueblos gobernados por sus abogados y profesores. La democracia es el mal, la democracia es la muerte. Hay un solo modo de mejorar la democracia, destruirla”.

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El muro de Berlín

El 9 de noviembre se conmemoran veinticuatro años de la caída del Muro de Berlín, acaecida en 1989. La fecha reviste una importancia fundamental pues ha sido, junto a la Revolución Soviética de 1917 el acontecimiento más importante del siglo XX.

Casualmente la caída del muro cierra el período abierto por el triunfo del comunismo y clausura, al decir de Hobsbawm, el célebre historiador marxista británico, el siglo XX, que el autor de marras denomina el siglo corto.

Con el posterior desmembramiento de la URSS, el comunismo se hundió, al parecer, definitivamente y con él todo su sistema de valores, tanto como su horizonte cultural y las concesiones que el capitalismo había ofrendado en aras de no caer a manos del totalitarismo marxista: el intervencionismo de Estado y la planificación central de la economía, entre otros arrebatos.

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