Ejemplo de convivencia para aspirantes al gobierno

Hace poco más de una semana, mientras me “calzaba” mi uniforme naval para oficiar de moderador de un seminario de intereses marítimos en el auditorio del Congreso Nacional, un sentimiento de profundo temor cruzó por mi mente. ¿Estaba seguro de lo que iba a hacer? Una decena de gremios movilizados, en su mayoría enrolados en la CGT opositora al Gobierno, estarían atentos dentro y fuera del recinto a las palabras que pronunciarían otros gremialistas, empresarios, marinos y, como broche de oro, el secretario de la Comisión de Intereses Marítimos de la Cámara de Diputados, Gustavo Martínez Campos (Frente para la Victoria, Chaco), que presentaría dos leyes que, de aprobarse, incidirán de manera superlativa en la actividad marítima y en la industria naval de la Nación.

Llegar al Congreso no fue fácil, cientos de trabajadores del sector marítimo con bombos, banderas y petardos ofrecían el típico paisaje de las movilizaciones gremiales. Una vez dentro del auditorio, el paisaje no era menos pintoresco: Ingenieros navales se mezclaban con hombres luciendo las pecheras verdes de ATE (Asociación de Trabajadores del Estado), empresarios con pinta de serlo charlaban amistosamente con legisladores y muchos colegas de la Armada Argentina, más precavidos que yo, vestidos de civil, compartían la previa totalmente distendidos.

Y déjeme contarle, querido amigo lector, que me tocó conducir tres maravillosas horas de convivencia amistosa, amable, civilizada y alegre entre gente que no piensa de la misma manera, pero que se unió en torno a una idea que simplemente les insinúa un futuro mejor. Continuar leyendo

Los dobleces del modelo

Habrán sido realmente sabios los constituyentes de 1853 cuando establecieron el mandato presidencial en 6 años sin posibilidad de reelección inmediata. La historia nos ha enseñado que todos los intentos reeleccionistas obtenidos merced a sucesivas reformas constitucionales, no depararon nada bueno para la República. Solo por citar los más recientes; el otrora aclamado reformador estatal Carlos Menem, terminó repudiado por sus anteriores súbditos (Néstor incluido) y el actual segundo mandato de Cristina se encamina al desbarranque total e inevitable por donde quiera que se lo mire.

Asumiendo que al margen de ser un segundo ciclo de un mismo gobernante, el actual periodo se presenta como el tercero de una misma concepción de modo de gobernar, son muchos ex detractores o defensores de la gestión de Néstor Kirchner que coinciden en afirmar que a todas luces su gestión fue mucho mejor o mucho menos mala (según quien lo diga) que la de la actual mandatariaSubrayo mandataria y no mandante porque me parece que a veces la Presidente confunde los términos;  en especial cuando nos reta a todos y a todas desde el podio y por cadena nacional.

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Popeye y Pinocho

Aunque  despotriquemos cada mañana con la dura realidad que nos toca vivir; aunque una y otra vez apreciemos según nuestro sano saber y entender que el país no transita por un buen camino, y aunque a diario intercambiemos con mayor o menor grado de vehemencia nuestras opiniones contra las de quienes piensan todo lo contrario, seguramente todos coincidimos en que la democracia seguirá siendo por y para siempre el mejor método para trazar, mantener o modificar el rumbo de nuestra Patria.

Podríamos también inferir que, al menos en teoría, socialistas, liberales, conservadores, humanistas, más a la derecha, más a la izquierda o mantenidos en el centro, los hacedores de la política deberán tener la sana convicción de que los ideales que abrazan son, en cada caso, los mejores para el futuro de la sociedad frente a la cual realizan sus promesas electorales al tiempo que solicitan el ansiado voto que los coloque en la cúspide del poder.

Siguiendo esta línea de pensamiento, no sería descabellado suponer que con sus más y sus menos, radicales y peronistas (estos últimos en sus infinitas configuraciones dogmáticas y pragmáticas) no hicieron lo que hicieron a propósito; es decir, si estamos como estamos a tres décadas de beber el jarabe democrático cada día, es porque las cosas salieron mal, no fue adrede, digamos que…. tuvieron mala suerte.

Podemos también ser malpensados y concluir que en realidad los que tuvimos mala suerte fuimos nosotros y que la Patria fue cayendo sucesivamente en las manos de grupos de incapaces primero, deshonestos luego, desorientados más tarde, bomberos apaga incendios a los postres y, finalmente, un selecto grupo de hábiles mentirosos. Pero, claro, para llegar a tan tremenda y devastadora conclusión habría que ser francamente muy escépticos o demasiado mal pensados.

Y entonces, abocado a la tarea de “ponerle onda” y “darle la derecha al relato”, me pregunto a mí mismo, por qué no creer que, a pesar de que todos mis amigos, familiares, vecinos, camaradas y conocidos (lo de todos es literal) han sido víctimas de hechos delictivos, la cosa no es tan grave como la pintan los medios. Por qué no aceptar que, así como algunos precios se “corren” con tendencia a la suba, otros muchos se mantienen e incluso bajan, desvirtuando categóricamente ese mito urbano llamado inflación. Por qué no reconocer que los miles de turistas internos que se desplazan frenéticamente en los cada vez más frecuentes fines de semana XXL son un producto exclusivo de la década ganada y que los millones de ciudadanos que no van ni a la esquina, no lo hacen porque disfrutan más en sus mansiones equipadas con plasmas, aires acondicionados y microondas nacionales y populares, fabricados íntegramente en nuestro país para envidia de Corea y Japón, y adquiridos merced a la cada vez mayor inclusión social.

Por qué no ser un poco más patriota (como le gustaría a Axel) y aceptar que Aerolíneas Argentinas es un modelo empresario digno de imitar y que los pocos cientos de millones de dólares que pierde mensualmente en sus operaciones, son producto de lo mal que dejaron las cosas sus anteriores dueños. Cómo no darle la derecha al Vicepresidente, que declara a quien quiera oírlo que quiere que su situación se aclare de una vez por todas, aunque extrañamente no hace más que plantear recursos y nulidades para que el juicio nunca llegue.

Por qué pensar que no hacen otra cosa que no sea mentirnos, engañarnos, ocultar la realidad bajo un descarado manto de palabras vacías, de promesas incumplidas, de proyectos tan estridentes como impracticables, de actos públicos montados con coreografías y estribillos estudiados, con militancia prepaga  portadora de cotillón provisto por el escenógrafo oficial.

¿Quiere realmente – amigo lector- que le diga por qué?

Porque, cuando con total desparpajo un señor se para frente a cientos de marinos profesionales y les asegura sin sonrojarse ni un poquito que en cualquier parte del mundo reparar un rompehielos como el Almirante Irízar puede insumir siete años o tal vez más, se me cruza por la cabeza pensar que nos está tomando el pelo.

Cuando intenta justificarse diciendo que los más de mil millones de pesos gastados hasta la fecha en una reparación tediosa y con final abierto incluyen los gastos de combustible insumido por los buques extranjeros que reemplazan al siniestrado, se me da por creer que realmente nos subestima de una manera supina.

Y qué decir cuando asegura con vehemencia por décima vez, que se ha de repotenciar a nuestra flota militar con sofisticadas construcciones integradas por remolcadores y cuatro lanchas en nuestro eficiente astillero estatal al que siempre conocí como un taller de reparaciones navales, hasta que por decreto lo ascendimos así como hicimos con Juana Azurduy. Dios quiera que, con el ritmo que le imprimen a todo lo que construyen, esos jóvenes cadetes que escuchaban ilusionados, las puedan ver a flote antes de pasar a retiro dentro de 35 ó 40 años.

Entonces, sucede que uno puede tener fe e intentar ser positivo, cuando prometen más y mejor seguridad implementado planes y cuadrículas que uno no entiende del todo por no ser policía; o cuando nos auguran que ahora sí tendremos mejor educación siendo que no somos maestros. También cuando nos apabullan con cifras multimillonarias detalladas hasta los centavos y no calificamos como economistas idóneos para formular objeciones; incluso hasta cuando nos esclarecen sobre las ventajas de convenios diplomáticos con Estados terroristas siendo que uno sólo conoce la Cancillería por haber dejado el auto en los parquímetros de la zona.

Pero cuando se nos “ilustra” sobre nuestras respectivas profesiones, artes u oficios, y se nos miente sin tener cuidado, más bien con descaro, mantener la fe cuesta un poco más. Cuando lo malo de lo que pasa es que se sepa lo que pasa, la esperanza de un futuro mejor se resiente. Cuando se elimina de los discursos oficiales cualquier frase que signifique reconocer un error, o una falencia o una promesa incumplida o aunque más no sea un mínimo pedido de perdón por la tarea aún no realizada, uno no sabe bien si se está frente a un incompetente o un sádico, tampoco cuál de las dos cosas es peor.

Magistralmente;  mientras hacía junto a algunos colegas la inevitable catarsis por los dislates escuchados el pasado sábado en el puerto metropolitano en ocasión de celebrarse el bicentenario de la Armada Nacional, el mozo que nos atendía me dijo: “Tranquilo Popeye, Pinocho es así”. Lástima que a mí no me gusta la espinaca y más lástima que a él no le crezca la nariz.

Cristina del mar…

Y finalmente llegó el día; los marinos y todos aquellos relacionados con la actividad marítima, tuvimos nuestro minuto de gloria; sin cadena nacional pero con la adecuada difusión por medio de la cadena “oficiosa”, la Presidente nos ilustró sobre los últimos descubrimientos que el modelo acaba de producir en materia naval.

Millones de argentinos por fin se enteraron que tenemos 2.800.000 kmts2 de mar continental, que tenemos enormes riquezas pesqueras que son salvajemente depredadas por pesqueros ilegales que transitan por el límite de la milla 200 de nuestra zona económica exclusiva y que por falta de un adecuado control arrasan con nuestros recursos ictícolas.  También descubrimos ayer que la pesca no solo es una actividad económica importante; es también generadora de puestos de trabajo calificados, tanto a bordo de los buques factoría como en tierra firme, y una fabulosa herramienta para nutrir a un mundo demandante de alimentos.

En el particular lenguaje presidencial, se nos explicó que el mar está lleno de “pescados”, cuando en realidad los que deambulan libres por nuestras aguas son peces. Pero tampoco es cuestión de quedarse en los detalles menores, ahora que por fin gozaremos de los beneficios de la década ganada también en alta mar.

El anuncio del proyecto “Pampa Azul” pareció cuando menos ambicioso. Vaya uno a saber por qué lo llamaron “Pampa” teniendo tantas referencias marinas para denominarlo, pero bueno, estamos en pleno descubrimiento.

La presidente anunció, entre otras cosas, que la Armada Argentina y la Prefectura Naval desarrollarán tareas de investigación ictícola; algo así como lo que viene haciendo desde hace años el INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero), organismo que, por si nadie se enteró en la calle Balcarce, depende del PEN. Asimismo la Prefectura Naval ya viene realizando investigaciones científicas tanto en la Antártida, como en nuestro mar continental y en nuestros ríos.  La Armada, por su parte, ha tenido un papel protagónico en el relevamiento de nuestra plataforma continental a la luz de los requerimientos establecidos por la ONU para dar sustento a nuestro reclamo de extender nuestra  plataforma hasta las 350 millas marinas contadas a partir de la línea de más bajas mareas.

Oportuno es acotar que el INIDEP estudia el comportamiento de las distintas especies, las migraciones de los cardúmenes, las variaciones de stock disponible para cada una de ellas y todos los aspectos a tener en cuenta para que luego las autoridades de la Subsecretaría de Pesca y el Consejo Federal Pesquero establezcan los cupos de pesca que se otorgan a las distintas empresas del rubro; intentando de esta manera que la actividad pesquera sea sustentable.

Al menos en teoría, la cuestión pesquera nacional está más o menos organizada. Todas las provincias con litoral marítimo tienen un asiento en el ya nombrado consejo federal , tenemos buena mano de obra y férreos controles sobre las empresas armadoras que pescan legalmente. Venimos un poco (bastante) flojos no obstante en materia de herramientas de control y vigilancia sobre todo ese enorme mar argentino al que se refirió la jefa de Estado y, obviamente, todo el andamiaje legal existente se vuelve nulo frente a la ambición pesquera de quienes no están dispuestos a someterse a nuestras reglas de juego.

Es por ello que, al margen de los siempre coloridos y multifacéticos anuncios presidenciales, en los que se llega a mezclar la pesca de la merluza con lo mal que estábamos hace diez años y la edad de los analistas políticos televisivos no alineados, sería bueno recordar que, si hemos decidido prestar atención a nuestro mar y sus riquezas, más que inventar planes, hace falta comprar barcos;  la soberanía en alta mar no se consolida con los “pibes para la liberación”; no se le puede hacer un piquete a un pesquero ilegal y menos que menos culpar por su actividad a la corpo. Sería más fácil claro; pero….. en este tema y mal que les pese a los redactores del modelo hace falta echar mano a las famosas “efectividades conducentes”.

Una Armada con barcos viejos, mal equipados y que, lanzados a una campaña de verdad en alta mar, muy probablemente  deban ser remolcados  de regreso a puerto por los propios barcos a los que fueron a controlar, no puede garantizar por ahora un control efectivo de nuestro mar y sus recursos. Una fuerza de seguridad especializada como la Prefectura Naval Argentina no puede seguir siendo desperdiciada en controles vehiculares en la General Paz o en el gran Buenos Aires. La formación de nuestros marinos mercantes (algunos de ellos futuros pescadores) no puede seguir siendo ignorada en los presupuestos nacionales y llevada al estado de abandono en el que actualmente se encuentra, librada totalmente a la buena voluntad de empresas y gremios marítimos que intentan hacer lo que el Estado Nacional no hace.

Por estos días, un subsecretario de Estado con algún escaso apoyo parlamentario ha lanzado a rodar un proyecto de ley de fomento de la Marina Mercante y la Industria Naval. Mientras sus propios superiores jerárquicos del Ministerio del Interior y Transportes lo miran con recelo, el grueso de los destinatarios de la norma legal descreen de que en algún momento llegue a convertirse en ley.  En épocas de vacas flacas, el problema para los dirigentes no son los peces, ni los barcos, ni los astilleros. Para fomentar cualquier aspecto de la actividad naval hacen falta cientos de millones de ausentes dólares; los que  -de existir- podrían transformarse en generosos subsidios terrestres con el consecuente acopio de votos para el angustiante 2015.

“Pampa Azul”, lindo nombre para un tango; desafortunada combinación de palabras para referir a una iniciativa marítima. Una vez más vuelven a mis oídos lo que un actual ministro me dijo hace mucho tiempo: “Pibe… los peces no votan”.  Tal vez el reciente anuncio apunte a los “pescados”, que sí lo hacen.

Granaderos y granaderas

Teresa de Calcuta y Adolf Hitler, Kennedy y Lee Harvey Oswald, José de San Martín y el comandante realista Antonio Zabala (quien lo enfrentó en San Lorenzo), tuvieron al menos dos cosas en común: fueron personas de existencia real, hecho que no admite el menor margen de duda y, para bien o para ma,l marcaron con sus acciones los destinos de parte de la humanidad de forma indeleble.

El Llanero Solitario y el Zorro, el Hombre Nuclear ySuperman, también tienen su denominador común. Son fruto de la fantasía, de la creación de mentes imaginativas las que por intermedio de artilugios, maquillaje y efectos especiales cinematográficos los tornaron tan reales que todos nosotros creímos en algún punto de nuestra existencia que eran absolutamente verdaderos. ¿No sintió acaso – amigo lector- un poco de desilusión al ver postrado en una silla de ruedas al actor Christopher Reeve? Con lo bien que volaba…

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La libertad restringida

Si hay algo que define por antonomasia la función del Capitán de un buque, es la elección del rumbo. Pues bien, el título de esta columna y su contenido, me fueron sugeridos por un Señor Capitán (sí, con mayúscula), que supo ser mi superior y que ahora integra el selecto elenco de mis afectos. Magistralmente y en pocas palabras me hizo recapacitar sobre la verdadera dimensión de una nueva afrenta a la dignidad de la Nación.

Debo estar poniéndome irremediablemente viejo, pues cada año me enojo y despotrico con más énfasis frente al televisor, cuando se transmiten las imágenes de la zarpada de nuestro buque escuela, sazonándolas con un toque de tristeza, de sacrificio y de pena por la partida. Familiares llorando y tripulantes con labios temblorosos que entremezclan la alegría por la aventura a vivir con la nostalgia anticipada por lo que han de extrañar. ¡No señores! Son marinos, unos van a cumplir con su obligación de enseñar, otros con la de aprender y todos con el deber que impone el ejercicio de la vocación que libremente han elegido. Así que ni héroes ni mártires. Marinos de la Patria.

Dicho esto, debo necesariamente reconocer, que la tristeza que por estos días embarga a la gran mayoría de los hombres y mujeres de mar, nada tiene que ver con lo mucho o poco que falte para que nuestra fragata retorne al abrigo de la Dársena Norte del puerto local. Hay una amargura que se oculta para que no se confunda con insubordinación golpista. Una desazón profunda; sofocada por la rigurosa verticalidad castrense. Una certeza que jamás será expresada ante la presencia de un ministro, pero que circula en timoratas cadenas de e-mail y conversaciones entre camaradas y allegados a la comunidad naval; no se trata de privar a un grupo de estudiantes de su tradicional navegación por los mares del mundo, se trata de algo mucho más grave y lamentable. Las restricciones impuestas a la navegación de nuestro buque escuela son directamente proporcionales al fracaso de diez años de triste relato acerca de una década ganada sólo en los costosos spots publicitarios o en rimbombantes discursos cargados de sensiblería barata. El viaje por costas “amigas” desnuda la más alarmante ausencia de plan alguno ni tan solo para la más básica cuestión de Estado; se acotan los viajes de la misma manera en que se acorta nuestra credibilidad en el mundo, de idéntica forma en que se mella la paciencia de nuestros vecinos; en similares proporciones al cada ver menor grado de deseabilidad que despertamos en las mentes de potenciales inversores, inmigrantes y hasta turistas.

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Dos fugados, todos castigados

Sin lugar a dudas uno de los hechos de la década ganada” que más recordaremos los argentinos fue el cambio de paradigma en materia de derechos humanos y la firme convicción de la actual gestión de gobierno de marcar sustanciales diferencias a la hora de analizar los alcances de los hechos que regaron de sangre a nuestro país en los 70.

Así fue que “aprendimos” que por encima de cualquier consideración política, jurídica, ética o moral, no fue lo mismo empuñar un arma para acribillar a un desprevenido agente de tránsito en una esquina, colocar una bomba en un comedor de una dependencia pública matando a decenas de personas o secuestrar ilegalmente a civiles y militares en nombre del “pueblo” y ajusticiarlos previo sumario sumarísimo, a hacer algunas cosas tan ilegales como las anteriores pero utilizando para ello los medios y recursos del Estado nacional.

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