El verdadero miedo es perder la red de la impunidad

En psicoanálisis básico, se define a la proyección como un mecanismo de defensa por el que el sujeto atribuye a otras personas los propios motivos, deseos o emociones. Este parece ser el recurso que está brotando en el Gobierno de salida, por el temor de no contar con los resortes que garantizan su impunidad.

Así, el verdadero miedo no sería una supuesta vuelta a la década de los noventa, una ola privatizadora o la pérdida de derechos, lo que intenta diseminar absurdamente el kirchnerismo. La amenaza real para quienes dejen de ocupar posiciones privilegiadas en el Estado es que, finalmente, aterrice una Justicia independiente, profesional e imparcial. Una república. Para todos.

El cambio que se viene, por el que apostó más del 60% de los argentinos, es un país en el que los funcionarios ya no cuenten con la protección de jueces o fiscales, en donde se termine la designación a dedo de los responsables de investigar causas sensibles. En el que se instituya un Consejo de la Magistratura fuerte e independiente, en el que los magistrados no puedan ser presionados con denuncias infundadas, ni queden impunes cuando no desempeñen bien su función. Un país en el que se acaben los nombramientos, los ascensos o las remociones motivados exclusivamente por la simpatía política, a través de un nuevo sistema de subrogancias. Continuar leyendo

La molesta Justicia

Justicia para todos. Algo que pareciera no existir dentro de los planes y las políticas de este Gobierno nacional.

Hace años que vemos cómo a la Justicia se le intenta recortar su independencia. Es una molestia para muchos funcionarios nacionales, que buscan nuevas formas de atacar a uno de los tres poderes del Estado, según nuestra Constitución Nacional.

Cuando a la Presidente y a aquellos que están en el poder junto a ella les excede el control que pueden tener sobre las investigaciones judiciales, van por quienes se interponen en sus caminos. Ejemplos lamentablemente sobran: desde el apartamiento de Claudio Bonadio por querer investigar a Máximo, el hijo presidencial y ahora candidato, hasta el caso del fiscal José María Campagnoli, que resonó en las calles de todo el país, uniendo a los argentinos en un reclamo por una Justicia independiente.

Convertido el Congreso en una escribanía, ahora van por la Justicia. Sancionaron varias leyes que apuntan a reformar el sistema judicial, pero no se pueden sacar el sabor amargo de la declaración de inconstitucionalidad de varias de ellas.

El kirchnerismo continúa planteando excusas y supuestos tecnicismos sin fundamento, pero lo que los argentinos queremos es la verdad. Continuar leyendo

La definitiva devaluación de la palabra oficial

El recurso comunicacional de la era kirchnerista fue tapar con palabras que sonaban a republicanismo y democracia los desastres que catalizaron con leyes y acciones. Desarmaron las instituciones, resquebrajaron el republicanismo y defendieron una democracia sin oposición.

Ejemplos sobran. Con la Ley de Medios presentaron como objetivo ampliar la difusión de ideas, pero ver al Jefe de Gabinete en una conferencia de prensa romper un artículo de un diario o mirar 678 en la Televisión Pública, financiado con el dinero de todos, hace ruido. Continuar leyendo

La mala conducta de los funcionarios

Las acciones de los funcionarios públicos importan. No solamente como un dato de color sobre sus últimas vacaciones, dónde viven, sus amistades, sino porque son el motor del Estado y quienes administran los recursos de todos. Sus conductas, intereses y las influencias personales que pueden recibir y ejercer desde su trabajo determinan también la calidad institucional.

En estos tiempos y con mayor frecuencia, la realidad nos abre los ojos sobre el impacto de la corrupción en la vida cotidiana: el déficit energético y la crisis del sistema de transporte por la falta de control son algunos ejemplos. Pero, también ver parte del entramado de negocios con dinero que debería destinarse a servicios públicos para mejorar la calidad de vida de la gente, hacen que siga subiendo la temperatura social y bajando la confianza en el país.

Esta realidad, lamentablemente, nos recuerda al final de la época menemista y el kirchnerismo logró reeditar ese escenario, pero con un ingrediente adicional: se habían podido crear mecanismos de control para prevenir, investigar y sancionar hechos de corrupción, que este gobierno se encargó de desmantelar. Lentamente el kirchnerismo fue tomando los distintos organismos de control, modificando las normas y aprovechando los baches preexistentes para armar una suerte de red de salvataje personal. Lograron no ser iguales ante la ley y tener privilegios especiales para no responder por sus acciones.

De esta forma, los funcionarios tienen influencia directa o indirecta sobre los organismos que deben controlarlos, como la Fiscalía de Investigaciones Administrativas vacante hace cinco años; el Consejo de la Magistratura ocupado en disciplinar a los jueces y la Procuración General que hace lo propio con los fiscales “díscolos”, como Campagnoli y su equipo, por citar algunos casos.

Este esquema se repite a nivel normativo, pues sigue sin sancionarse una Ley de Acceso a la Información Pública y la Ley de Ética Pública se convirtió en un compendio de buenas intenciones, al modificarse los requisitos de las declaraciones juradas y quitarse a la autoridad encargada de recibir denuncias, prevenir y controlar conductas antiéticas, nunca conformada por problemas políticos, pero que podría haberse mejorado y no amputado. Entonces, tenemos sospechas, podemos hacer denuncias, pero no hay ente que investigue y sancione. No hay canales institucionales que den garantía de control real.

Esto sucede a contramano de lo que ocurre a nivel internacional pues mientras que la Argentina sigue en los peores puestos del Índice de Percepción de la Corrupción ocupando el peldaño 106 de un total de 177 países, Uruguay se queda con el lugar 19. Pero también el Gobierno Nacional queda mal parado en la comparación respecto del nivel subnacional, que tiene un catálogo de provincias con leyes de acceso a la información pública y de ética pública, como por ejemplo, la Ley N°4895, promulgada recientemente por el Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires.

Este escenario es el indicio de que la etapa kirchnerista está llegando a su fin y que se abre la oportunidad de buscar alternativas nuevas, alejadas de las tradicionales que siguen haciendo mella en la confianza y en los recursos de los argentinos, tirando por la borda nuestra potencialidad. Es hora de animarnos a apostar por un nuevo modelo de país.