Podemos y Venezuela

Podemos se molesta porque se lo relaciona con Venezuela. En parte, puedo entender ese enfado: en lugar de centrar el debate en España, se desvía la atención a otro país. Pero la forma de contrarrestar la vinculación Podemos-Venezuela, en caso de ser inexistente, sería muy sencilla: “Dejen de vincularnos con el deplorable y desastroso régimen bolivariano, porque no tenemos nada que ver con él y lo condenamos tanto o más que ustedes”.

En cambio, el argumento de Podemos suele limitarse a: “Hablar de Venezuela no toca. Punto. Voy a intentar minimizar mis declaraciones sobre ese país, porque no toca hablar sobre ello”. Cuando uno no quiere entrar a valorar el fondo de un asunto acerca del que (quizá abusando electoralistamente de la cuestión) se te está inquiriendo continuamente, quizá sea porque haya algo de ese fondo que deseas ocultar.

Y, más allá de muy accesorias cuestiones de financiación, lo que a mí de verdad me preocuparía es que lo que se esté ocultando sea una sintonía ideológica de fondo con el régimen venezolano. La misma sintonía que, por cierto, muchos dirigentes de Podemos mostraban abiertamente antes de crear Podemos.

La inflacionista MMT contra Minsky

Muchos defensores de la Modern Monetary Theory (MMT) sostienen que el Estado puede pagar todas sus deudas simplemente imprimiendo billetes, que no es necesario acumular superávit presupuestario alguno. La MMT bebe mucho de las teorías monetarias del poskeynesiano Hyman Minsky (el académico más importante dentro de la MMT es Randall Wray, y él mismo se define como discípulo de Minsky). Pues bien, mirad qué sostenía Minsky sobre la posibilidad de imprimir billetes para pagar deudas:

“Un Gobierno puede incurrir en déficit durante una recesión sin ver deteriorada su solvencia siempre que exista un régimen presupuestario que permita alcanzar un superávit bajo circunstancias fácilmente alcanzables.

La deuda pública no tiene nada de especial, y una venta masiva de deuda pública es algo que puede suceder perfectamente. Si la deuda pública se halla en manos de extranjeros, esa venta masiva irá acompañada por una depreciación del tipo de cambio; si está en manos de nacionales, provocará inflación y tipos de interés nominales crecientes. Continuar leyendo

Libertad indivisible

Algunos liberales (de manera notable, por ejemplo, Mario Vargas Llosa) suelen argumentar que la libertad es una e indivisible, de modo que no cabe distinguir verdaderamente entre libertades civiles o económicas. La expresión es ambigua, dado que puede poseer al menos dos interpretaciones: 1) Es imposible conculcar un aspecto de la libertad sin conculcar todos los restantes: Esto es manifiestamente falso. Mi libertad de expresión puede verse limitada sin que, por ello, pierda todas mis otras libertades. En el mundo, de hecho, existen Estados conducentes a respetar mucho más las libertades civiles que las económicas (los europeos, por ejemplo) o, al revés, Estados que respetan mucho más las económicas que las civiles (Singapur, por ejemplo); 2) Un liberal debe defender todas las manifestaciones de la libertad: En esto sí estoy completamente de acuerdo. Un liberal considera que el valor central del ordenamiento jurídico es la libertad y, por tanto, eso necesariamente lo condiciona a respetar las acciones humanas en todas sus manifestaciones, tanto civiles como económicas.

Entiendo, pues, que los liberales que emplean este argumento lo hacen en su segunda acepción. En particular, suelen usar ese argumento para denegar el carnet de liberal a aquellos pensadores o regímenes políticos que sólo se preocupan por las libertades económicas. Y estoy de acuerdo, como digo, en que un liberal no puede despreciar las libertades civiles y ensalzar las económicas.

Sin embargo, en muchas ocasiones esos liberales se olvidan de la implicación complementaria: un liberal tampoco puede despreciar las libertades económicas y ensalzar las civiles. Si la libertad es una, no cabe oponer amplias y extensas limitaciones a las libertades económicas apelando a otros valores distintos a la libertad, como por ejemplo la igualdad (más allá, claro, de la igualdad jurídica): del mismo modo que, para un liberal, debería resultar inadmisible restringir la libertad de expresión apelando a la distribución igualitaria de las doctrinas políticas en el debate pública (véase, por ejemplo, la Fairness Doctrine en EEUU), también debería serlo restringir la libertad de administrar mi propiedad en aras de la igualdad de la renta.

La pertinente exquisitez en el respeto de las libertades civiles que reclaman muchos de estos liberales suele ir de la mano de un laxo respeto hacia las libertades económicas: mientras que no admiten un solo ataque a las libertades civiles, reconocen numerosísimas excepciones al respeto de las libertades económicas (educación pública, sanidad pública, leyes antitrust…).

John Rawls es el más claro exponente de esta incoherencia intelectual, pero al menos Rawls tenía muy claro que él no era liberal, sino era socialdemócrata o socioliberal. Muchos liberales deberían revisar su sistema de creencias, pues pueden estar cayendo en la misma incoherencia (aunque en un sentido inverso) que aquella de la que acusan —con razón— a muchos otros autodenominados liberales.

El artículo fue publicado originalmente en el sitio de Juan Ramón Rallo.