Parecidos y diferentes

Venezuela es un país muy inestable, condición que no proviene sólo de la crisis del gobierno ni, como se pretende, de su imaginaria guerra económica contra el imperialismo. Es una inestabilidad profunda, cuyas principales causas competen al gobierno, pero no todas son de su exclusiva responsabilidad.

Es cierto que todo parece indicar que al chavismo se le termina un ciclo. Durante catorce años tuvieron un capital político envidiable: un líder con mucho carisma, les sobró dinero y tuvieron una popularidad que durante muchos años rondó el 60% en un contexto internacional muy favorable. Pero han sido muy malos gobernantes.

La muerte de su líder, la corrupción generalizada, las inconsistencias teóricas, el pensamiento militar y los militares gobernando, las luchas internas por el poder, la represión, la constante violación de los Derechos Humanos, la inseguridad, la ineficiencia e incapacidad para administrar y la crisis económica marcada especialmente por la caída de los precios del petróleo, la escasez y la inflación, parecen poner fin a esta etapa del chavismo en el poder, pero les deja un saldo muy importante: el haber sido quienes colocaron lo social como prioridad en la agenda política. Continuar leyendo

La corrupción y el compromiso

La corrupción no es sólo un problema legal, moral o ético, es un problema político de importancia mayor que está destruyendo la política y la democracia y corroyendo nuestras sociedades. La corrupción acaba con la confianza de la gente en sus dirigentes y de los ciudadanos en sus vecinos.

La corrupción por dinero -la que todos más directamente vinculamos al concepto- generalmente está tipificada y penada por la ley y puede ser perseguida, por lo que frente a ella siempre queda la esperanza de que las instituciones funcionen y de que los corruptos puedan ser castigados por la vía judicial.

Pero es sobre la corrupción de la política sobre la que queremos poner atención porque corroe la confianza entre la gente y, aunada a la del dinero, son capaces de liquidar las instituciones y hacer difícil la convivencia social.

Por la dinámica que genera de frustración y descreimiento, la corrupción política transmite una sensación de engaño y propicia salidas no democráticas, como sucedió en la Argentina del 2001 cuando se generó aquel grito desesperado “qué se vayan todos”, y que en la Venezuela de los 90 sirvió de caldo de cultivo para la irrupción de un caudillo militar.

La corrupción de la política, la politiquería, la negociación de carguitos y prebendas personales o para el partido, el toma y dame, el manoseo, es vivido por el ciudadano como una traición. Una deslealtad y un desprecio que deja la sensación de haber sido utilizado para fines no acordados previamente con él, que es desechado como un bagazo a ser recogido la próxima vez que se lo necesite. Eso es evidente hoy en el partido de gobierno y en sus seguidores.

Estas acciones políticas cuasi delictivas no tipificadas en la ley -frente a las que el ciudadano común y corriente se siente totalmente indefenso porque no tiene ni cómo ni ante quien reclamar- son las que más daño producen a la sociedad y a la democracia y es contra ellas que se espera que la sociedad civil organizada actúe.

Conductas cuasi delictivas

Sin partidos no hay democracia. Los Partidos Políticos son esenciales y es fundamental que los primeros en comprender esa gran verdad sean sus propios dirigentes para que puedan, responsablemente, actuar en consecuencia.

La sociedad está harta de la corrupción, no sólo porque muchos se han enriquecido vendiéndose y comprándose, también porque lo vive como una mera utilización de su presencia sin que ella represente ningún compromiso para los partidos.

Frente a la corrupción política que afecta la confianza de la gente, se desarrolla una relación perversa que llega a corroer las bases mismas de la sociedad democrática. Quizás esto explique el porqué en algunos países, ante gobiernos populistas cuyos dirigentes han hecho incluso ostentación de enriquecimiento ilícito, mucha gente los sigue votando – y hasta los comprende o justifica- a cambio de no sentirse traicionados. Se llega a preferir el autoritarismo al desprecio de la utilización.

En Argentina, a pesar de haber vivido procesos dictatoriales tan cruentos como los que han sufrido, ni la oposición ni el gobierno han logrado construir las bases de un programa que les sirva de punto de partida común y el fantasma de la inestabilidad de la democracia ronda permanentemente.

En Venezuela, la Mesa de la Unidad Democrática se ha ofrecido a la sociedad como un acuerdo programático y de principios fundamentado en la Constitución de 1999 y no como un acuerdo meramente electoral. Si los partidos no actúan en consecuencia – y hay algunas señales de que algunos no lo van a hacer- propinarán un nuevo golpe a su propia credibilidad y con ello a la lucha por la libertad y la democracia.

Ante la debilidad de las instituciones, quienes tienen la obligación de exigir honestidad, responsabilidad, transparencia y coherencia son las organizaciones de la sociedad civil.

En el caso de Venezuela, fue la denuncia de la corrupción la que llevó al poder a un caudillo militar y todo parece indicar que será su propia corrupción la que sacará del gobierno a sus herederos. La gente quiere y necesita gobiernos serios y decentes.

No se trata sólo de que el régimen de Maduro implosione corroído desde sus propias entrañas. Es imprescindible también contar con partidos y dirigentes que hoy están en la oposición y que mañana deben ser capaces de reconstruir responsablemente el país y sus instituciones democráticas.

El compromiso adquirido por los partidos de oposición alrededor de la unidad programática basada en el respeto de la Constitución Nacional es un logro fundamental de la sociedad civil. De la observancia de ese compromiso depende el futuro del país.

De la misma manera, la selección de candidatos idóneos, que se comprometan públicamente y sean capaces de llevar adelante el programa de la unidad sin traiciones ni deslealtades, es fundamental, no sólo para la gobernabilidad, también para el rescate de la credibilidad y el fortalecimiento de los partidos.

Venezuela: quieren cerrar Tal Cual

Habiendo nacido para proteger a reyes y emperadores, el desacato, la injuria, la difamación y la calumnia como formas penales avanzan con los regímenes autoritarios y retroceden con la democracia y los casos de Venezuela y Argentina son paradigmáticos en ese sentido.

Mientras en Argentina en los últimos 20 años esas figuras jurídicas se han despenalizado, en Venezuela no sólo se ha introducido la figura del desacato en los artículos 148 y 149 de la última reforma parcial del Código Penal, además se han incrementado las penas contempladas para los delitos de difamación en los artículos 444 y 446 con el claro objetivo de intimidar, censurar y controlar la opinión, la información y la prensa independiente. Eso ya lo han vivido los argentinos.

Los comunicadores argentinos sufrieron situaciones de acoso judicial similares y en algunos casos peores que las que sufren los venezolanos, pero mientras los primeros pudieron acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para proteger su derecho a la libertad de prensa, de opinión y de información, los venezolanos por ahora no disponemos de esa herramienta. Continuar leyendo

El humor político en Venezuela y Argentina

Sobre Pinochet se dice que no le molestaban los chistes que se hacían sobre él…, hasta que se los explicaban.

“Se salvó la Patria”, gritó exultante el médico para anunciar al gabinete que el General Gómez, el dictador que gobernó Venezuela de 1908 hasta 1935, ya en su lecho de muerte con un cáncer de próstata, había logrado echar tres gotitas de orina. Esta anécdota fue lo primero que me vino a la mente cuando supe que habían despedido, por una caricatura, a Rayma del diario El Universal.

Aunque hoy la imagen que nos transmite la anécdota referida pueda resultar una caricatura de una época pasada, también sirve para ilustrar buena parte de lo que está sucediendo en Venezuela.

La mezcla simbiótica de militares, civiles arribistas y un concepto simplón de Patria basado en un relato hollywoodense, y elaborado a su medida por los mismos militares que lo administran, da para cualquier cosa, como por ejemplo, para perseguir periodistas -especialmente humoristas- que no pueden dejar de ver en esa mezcla un filón inagotable de inspiración.

En circunstancias como las que se están viviendo, las intervenciones de los humoristas desnudan con mucha perspicacia y una envidiable capacidad de síntesis situaciones que suelen ser incluso trágicas en su profundidad.

Sería una gran mentira decir que todos los civiles que apoyan el proyecto chavista son arribistas. No tengo dudas de que la gran mayoría de los que allí trabajan son gente honesta que cree firmemente en ese proyecto y trabaja denodadamente por él pero ¿qué duda cabe de que para congraciarse con el Gobierno despidieron a Rayma? Ni el más ingenuo piensa que el despido fue por razones ideológicas. Sólo hubo razones crematísticas.

“Que el patrón quiera congraciarse con el Gobierno” no es una causal de despido. Debe ser denunciado  incluso por los chavistas, pero hay miedo, la mezcla simbiótica también los amenaza, y de esto puede dar testimonio Jorge Giordani.

Giordani, ministro por 14 años y hombre de confianza de Chávez hasta su muerte, fue despedido por Maduro cuando se atrevió a denunciar el robo de 20.000 millones de dólares realizado a través de la Comisión Administrativa de Divisas sólo entre los años 2012 y 2013.

Para que tengamos una idea clara de las magnitudes de las que estamos hablando, es bueno que consideremos que el total de las reservas internacionales de Venezuela es de 21.000 millones dólares y el total de las de Argentina son USD 29.000 M. En Venezuela se robaron -en dos años- un monto casi igual al total de las reservas internacionales. Entre otras razones, es por eso que no hay medicamentos y la sanidad pública está en terapia intensiva, que es lo que denuncia Rayma en su caricatura.

Aunque parezca un chiste, Rayma y Giordani (ella de la oposición y él del gobierno) fueron despedidos por los mismos y con el mismo objetivo: acallar la denuncia.

Argentina y Venezuela

Aunque hay similitudes, las diferencias son inocultables en temas como la  libertad de prensa. Valga por ahora una referencia cuantitativa; mientras en Venezuela las agresiones, detenciones y casos de censura se cuentan por cientos y constituyen una Política de Estado, en la Argentina sobran los dedos de las manos para contar las denuncias de este tipo de hechos.

En tanto que en Venezuela  no hay humorista opositor que en los últimos 15 años no haya sido agredido, censurado, detenido, multado o despedido, en el mismo lapso ningún humorista ha sido perseguido en Argentina, más allá de alguna crítica.

Lo que llama poderosamente la atención es el escandaloso silencio de los argentinos frente a estas denuncias en Venezuela. Que el gobierno calle, aunque es injustificable desde el punto de vista ético, tiene explicaciones políticas y económicas. Pero que callen sus intelectuales, comunicadores y humoristas de avanzada resulta inexplicable, no sólo porque ellos sufrieron en carne propia la censura de gobiernos militares y saben de lo que se trata, sino además, porque muchos de ellos conocen Venezuela o buscaron allí refugio y fueron acogidos sin reserva por los colegas que hoy son perseguidos allá.

Dependiendo de la generación, muchos de estos intelectuales, comunicadores y humoristas argentinos conocen personalmente la obra de Pedro León Zapata, Laureano Márquez, Luis Chataing o Rayma Suprani, y muchos otros ¿Por qué callan? ¿La cuestión político partidista puede llevar hasta el silencio cómplice?

Estos son  temas que merecen ser tratados aparte.