La vendetta de las mulatas cubanas

Cuando vivía en Cuba, generalmente las mujeres de tez blanca eran las afortunadas para ascender en la escala social que instauró la “Involución”, a costa de casarse o ser amantes de “pinchos” o dirigentes.

La belleza necesaria para pasear por Coppelia, por Miramar, por Siboney, para acceder a los clubes náuticos de Santa María, Jibacoa o Barlovento, a los bares de moda de los hoteles, a las piscinas de lujo, a las casas de visitas de los dirigentes, a los yates o a las habitaciones de los buenos hoteles, era de sello hispana o de cualquier otra caucásica, yo no había conocido nadie más racista que los hijos de los “padres barbudos de la Patria”.

Para que las muchachas negritas pudiesen ser consideradas lindas, incluso entre ellas mismas, debían estirarse el pelo con un peine caliente hasta que parecían Nat King Cole o James Brown con un espantoso e impersonal casco protector. Muchas veces ellas mismas con ayuda de las blanquitas, solían llamarles cabeza de puntilla a las chicas que se dejaban el pelo rabiosamente enrulado y tenían peores epítetos para las que se dejaban el pelo “afro” a lo Angela Davis. Las muchachas que eran muy negritas no solían pasear por los barrios “bien” ni ir a las playas que estaban pensadas de común acuerdo y sin carteles para blancas. A ellas se las relegaba a las playas de diente de perro o a Bacuranao, o a la parte de atrás de Guanabo, los blancos revolucionarios decían que a los negros no les gustaba nadar, la playa sólo les gustaba para emborracharse y para rascabuchar mujeres blancas. Y además en adición había un cierto pudor, una autocensura promovida por esa lapidaria elección del patrón de belleza predominante, no muy distinto del que decían haber desterrado.

De repente empezaron a llegar turistas canadienses, italianos, españoles, franceses, que además de atender a los reclamos de la Isla revolucionaria, ya que estaban no desperdiciaban la inclusión de un romance en sus hojas de ruta. Obviamente iban al Caribe en la procura de brown sugar, aparte de que las muchachas blancas más finas y educadas se habían ido casi todas al exilio, expulsadas y propulsadas por las leyes del Templo de los Bárbaros Barbudos, así que con la salvedad de alguna belleza excepcional o de los turistas mejicanos, los europeos y los canadienses rara vez perseguían a las semi blancas.

Sus cabezas sólo pensaban en Revolución & Mulatas aderezado con sol, mar y ron. La mulata, que de una manera vil se llegó a admitir como un hecho que fue el mejor invento que dejaron los españoles en la isla. Incluso los españoles se vanaglorian de ser menos racistas que los ingleses ya que se mezclaron propiciando el mestizaje, lo que olvidan insulares y peninsulares es que las maneras de aparearse distaba mucho de ser a través de cortejos, de bodas, de familias, eran violaciones consumadas noche tras noche en las barracas, por capataces, hacendados e hijos.

De la noche a la mañana apareció en la escena de la calle 23, del Coppelia, del Habana Libre, del Nacional, de Varadero, una invitada inesperada: la negra despampanantemente bella.

Y empezaron a pasear de brazos de los turistas por la Rampa especímenes que no se sabía a ciencia cierta de donde salían, yo las recordaba de la escuela o de mis amistades por sus cuerpos esculturales como la pechugona Milagros del edificio, pero no con ese refinamiento, ese saber estar, la vestimenta, el perfume, la belleza descomunal, el desparpajo, no más el pelo planchado, sino afro suelto, trenzas afro o rasta, o peinado al peine caliente pero para darle formas con que las blancas jamás podrían ni siquiera soñar.

De repente todo pareció mínimo al lado de ellas. Las blancas, los blancos, los pinchos con sus enormes barrigas de patas de cerdo, cerveza y chicharrones, los Ladas, las casas de visitas, las cabañitas en Santa María, un cóctel Bellomonte en una piscina plagada de semen, flotadores, un bistec de palomilla y tres cervezas en el restaurante Conejito o en La Torre. Todo se les quedó pequeño, soñaban a lo grande, Robert de Niro poco antes en una visita a La Habana, se había enamorado de la modelo de la Maison, Alma, y no había podido salir con ella porque eran otros tiempos e impedimentos de la espía manía, pero un par de años más tarde habría encontrado el lobby de su hotel repleto de perlas, de esmeraldas, de hígados hinchados y labios carnosos, la bemba de las columnas de ébano.

Una rebelión en toda regla, una vendetta silenciosa contra las blanquitas de bajichupa y los pinchos sebosos de guayabera y tres plumas en el bolsillo que ni manejaban divisas ni viajarían fuera de la isla como reinas, mientras ellas con sus sonrisas de marfil sus estaturas de alfil y sus curvas de guitarra iban y volvían de las mejores ciudades del mundo. Había permanecido latente un tesoro escondido en Pogolotti, Palo cagado, Coco solo, La jata o Jesús María y nadie, ni ellos mismos lo sabían, hasta el Estado cubano se sumó a la fiesta del nuevo mercado de colores, ni lerdo ni perezoso en el arte parásito, comenzó a facturar el alquiler de sus preciadas mulatas y negras, de paso a ellas esto les garantizó que los galanes pretendientes al menos no eran esos pícaros, secos y palmados que aparecían por la isla recreando historias de las mil y una ensoñaciones.

Si lo hubiese visto Portocarrero y Carpentier se habría roto el pavimento y las columnas de la Ciudad calzarían cómodos zapatos de quitipón, rodillas para bailar.

La re-colonización de Cuba

Las nuevas tecnologías nos pueden dejar postrados con una lumbalgia de órdago a causa de horas interminables frente a uno o más tipos de pantallas, computadoras de sobremesa, iPad, smartphones, televisores que conectan a internet como casi seguro dentro de poco harán los porteros automáticos, los microondas y más de una marca de batidoras.

O bien puede que si son utilizadas a favor del conocimiento sean una herramienta increíblemente útil, como cuando ayer puede ver desde la península ibérica en el programa de María Elvira en la CNN para los hispanoparlantes de EEUU, una serie de denuncias a modo de noticias desopilantes, que paradójicamente seguro son menos creíbles para todo tipo de opositores, disidentes o simples descreídos de las virtudes de la Revolución, que para los protagonistas de ese truculento engaño de tamaño mastodóntico.

El programa muestra una publicidad de un complejo turístico de alto standing para disfrute y usufructo de multimillonarios cerca de la península de Guanahacabibes, en la Occidental provincia de Pinar del Río, cuna de bellezas naturales ocultas y anónimas de la isla. Punta Colorada Golf & Marina. Con más de treinta kilómetros de playa de arena blanca tan exclusiva y excluyente, extendiéndose por cuatro mil hectáreas, equivalente a ocho mil campos de fútbol, con nueve kilómetros de puertos deportivos especializados en amarres de megayates, marinas secas para su reparación e instalación de astilleros, campos de golf por doquier, hípicas, viviendas de lujo, instalaciones de ocio de altura de deportes y relax de elite, restaurantes, cabarets, hoteles de un lujo ni siquiera concebido en varios de los países capitalistas de los alrededores. Y además pude ver un documental publicitario también sobre la ya construida Marina Gaviota en la punta de la península de Varadero, en Matanzas, popularmente conocida como Punta Francés

¡Golf, ron y chuchis baratas para industriales, banqueros y truhanes internacionalistas amigos de la Revolución!

En medio del coloquio televisivo uno de los entrevistados mencionó el Hotel Habana Libre como antiguo refugio de familiares de revolucionarios, sin darse cuenta hasta qué punto dio en el clavo con su intención de establecer un contraste, ya que además de servir de refugio para varios parientes del guerrillero heroico, y de numerosas familias de insignes revolucionarios del mundo, fue allí precisamente donde abrió la primera tienda piloto en dólares para uso exclusivo de extranjeros, en 1976.

Estas inmensas marinas para el disfrute de los multimillonarios son los “biznietos” de aquella pequeña y pionera tienda segregacionista del Hotel Habana Libre. 

Que esto pase mientras aún está vivo Fidel, quien encarceló, exilió, expulsó de la normalidad, convirtió a la demencia, a todo aquel que manifestase el deseo de disfrute del mundo material del capitalismo, es tan cruel y perverso que me impide bautizarlo con las palabras apropiadas, o tal vez me persuade de no declarar los inmediatos deseos crecidos desde las entrañas.

Siempre se pudo advertir que entre todos ellos unidos no llegaban a juntar ni una sola virtud, y que al final todos se encontrarían en el lodazal forcejeando por un trozo de poder, pero ni la más fecunda imaginación llegaba a imaginar esta claudicación de todo valor iniciático.

Es menester denunciar las conductas de estos represores, ahora reconvertidos en cazadores del dinero capitalista obtenido por cualquier medio, porque ¿nos imaginamos de quiénes podrán ser los megayates que atraquen allí? ¿Serán de comunistas luchadores por el internacionalismo proletario? ¿Serán de trabajadores vanguardia? ¿O serán quizás, acorde con el lenguaje de estos protorevolucionarios de papel cartón, de los explotadores de los pueblos mejicanos, hondureños, costarricense, brasileño, argentinos, uruguayos, españoles, franceses y de buena parte de los peores criminales de estos países?

Me pregunto: ¿qué puede pasar por la mente de un Huber Matos, que luchó codo a codo con los más aguerridos revolucionarios para el restablecimiento de la democracia en Cuba, para la profundización de la Justicia social, de la libertad y la dignidad del pueblo de Cuba, y fue apresado veinte años por no plegarse a la súbita decisión fidelista de alinearse con la Unión Soviética? ¿Qué pueden pensar aquellos a quienes se les expropiaron sus bienes por pertenecer a la pérfida burguesía nacional? Ciertamente mucho menos acaudalada que los destinatarios de este proyecto “internacionalista”.

Quizás les ocurra lo inverso a lo esperado, y sientan un íntimo alivio, cierto placer al constatar la sospechada catadura ética de los otrora tótems de la superioridad moral.

Siento no poder afirmar que estoy en condiciones de analizar este hecho con la objetividad sociológica, literaria o periodística necesaria. Otros estudiarán el característico fenómeno “tsunami” que se produce en las Revoluciones, dado el cual el retorno al capitalismo se ve acompañado por una voracidad inédita en el deseo colectivo e individual de consumo, de posesión de propiedades, de ostentación de dinero, y en una desaparición de todo pudor o prurito, de toda pauta moral que pudiese oficiar de rémora o freno en la manifestación de tal desmesurada avidez.

Y de intermediarios entre los dueños del pastel capitalista y los indigentes milicianos del pueblo, veremos a los de la guayabera, como en la antigua URSS los dirigentes del Partido posicionándose, para partir con ventaja en la vertiginosa maratón de acumulación de capital que ya los lleva al trote.

Aunque no cabe esperar que pierdan sus viejas costumbres y hagan partícipe al pueblo de estos novedosos filones, no sorprendería en absoluto si a alguno de los megahoteles o megarestaurantes para traficantes de capital y de padecimiento proletario decidiesen bautizarlo como “El Hombre Nuevo“.

Aunque no haciendo mención por esta vez, a los valores socialistas que pregonasen en un inicio sino más bien, en honor a los ya presentes y futuros conductores de esta segunda parte dotada de mayor pragmatismo de la saga: “Revolución Be bop”.