Cocinan un pacto social del ajuste

Daniel Scioli plantea una política de ingresos, eufemismo para indicar un acuerdo o pacto social que, mencionado por su nombre, no es más que un cepo al salario. Su propósito de fondo sería imponer un acuerdo salarial por un período prolongado -por ejemplo, tres años- por un aumento del orden del 20 % bajo la promesa de metas de inflación decreciente. La modalidad sería un acuerdo marco tripartito que comprende a las cámaras empresarias, al Gobierno y a la burocracia sindical. En la mesa, la burocracia reclamará como prenda al rescate estatal de las obras sociales, algo que ya les ha prometido Scioli.

Este tipo de acuerdo tiene enormes implicancias. Se trata de la virtual suspensión de las paritarias, que son, por esencia, la libre discusión salarial entre obreros y patrones. Pero además implica cláusulas de paz social que están destinadas a impedir -y a su turno, deslegitimar, represaliar y reprimir- las luchas fabriles.

Esas luchas fabriles no se plantearán solo por salarios. Ya tenemos hoy la ocupación de fábrica de los obreros de Petinari, como tuvimos la huelga de la línea 60 y el conflicto de Cresta Roja, contra despidos y cierres. Algo que la crisis metalmecánica traduce en suspensiones hoy y se proyectaría en despidos hacia fin de año. Continuar leyendo

La caída del Partido Justicialista bonaerense

Karina Rabolini se prepara para recorrer el país, Daniel Scioli la provincia.

Es una postal que refleja que la caída de los “barones” se ha trasladado a Aníbal Fernández, hunde a Scioli y puede reproducir el escenario de 1983, esta vez con la derrota del Partido Justicialista (PJ) a manos del macrismo.

La reacción de Scioli ha sido anunciar un futuro gabinete de garantías al gran capital. Con Miguel Bein y Mario Blejer, los hombres del FMI, al lado de Alberto Pérez y Silvina Batakis, los mariscales de la provincia inundable. Con Jorge Sapag, el hombre de las petroleras en la Patagonia, con Diego Bossio, para garantizar el repago de la deuda con fondos de los jubilados, con un Daniel Filmus para seguir acompañando las leyes menemistas en educación. Con Miguel Peirano, el hombre de la ultradevaluacionista Techint que ha producido mil despidos en lo que va del año en Campana.

La Batakis, ministra de Economía bonaerense, con la que la Gran Makro -los economistas de Axel Kicillof- busca disimular a Blejer, es bien conocida por la educación bonaerense, que le quebró la rebaja nominal de salarios con una formidable huelga general.

Scioli ha prometido también un pacto social con la burocracia sindical adicta, que va de Antonio Caló a Hugo Moyano, a través de Omar Plaini. Con el golpeado Hugo Curto, que garantizó silencio ante los 1300 retiros-despidos en Peugeot en el último año y medio. Continuar leyendo

Por la abolición del impuesto al salario

Todos los proyectos en circulación se limitan a modificar el mínimo no imponible. El proyecto presentado por el Partido Obrero plantea, en cambio, la exclusión total del salario del impuesto a las ganancias.

La devaluación, la inflación, los tarifazos y las paritarias han devuelto al primer plano la cuestión del impuesto al salario: un millón y medio de trabajadores serán afectados por este impuesto. En la docencia, el porcentaje de afectados pasa del 7 al 15%, al 25% en los metalúrgicos y la construcción, y en el caso de los químicos, aeronáuticos o petroleros, a la totalidad de los trabajadores.

El proyecto de Sergio Massa, que sube el mínimo no imponible en un 30%, no alcanza para proteger al conjunto de los asalariados; además, supone que las paritarias resulten en un aumento salarial acotado, en consonancia con el techo que quiere imponer el gobierno. Massa tampoco modifica las llamadas “alícuotas”, que determinan un aumento adicional del impuesto a medida que sube la escala del salario. El impuesto al salario grava a los trabajadores que reciben un aumento que supera el “mínimo no imponible” y luego a quienes pasan de una categoría a otra en la escala salarial. Todos los proyectos en circulación se limitan a modificar el mínimo no imponible de la llamada cuarta categoría, ninguno plantea abolir lisa y llanamente el impuesto al salario. Incluso dentro de estos límites, proponen compensar una reducción del impuesto al salario con otros impuestos, en general al consumo, de modo que los trabajadores seguirían pagando la factura. 

Los proyectos “más osados” proponen un mecanismo automático de actualización del mínimo no imponible, ligado a las paritarias y al aumento de la recaudación impositiva -habría que ver a partir de qué base. En este caso, los trabajadores seguirían pagando el impuesto cuando obtengan aumentos por encima de la inflación -o sea, cuando obtengan mejoras reales, no ficticias.

El Bloque Frente de Izquierda y los Trabajadores (López, Pitrola, el PTS ha formado uno propio) ha presentado el proyecto que difundimos en la campaña electoral, que elimina el impuesto al salario, que incluye a las jubilaciones y los monotributos (tercerización).

Por otro lado, en nuestro proyecto se sustituye la retención de impuestos que hace la patronal por un régimen de declaración jurada, lo cual evita que se queden con la recaudación. El gobierno no quiere soltar el impuesto al salario porque, por esta vía se retiene parte del aumento que fijan las paritarias, por un lado, y usa ese dinero para financiar los subsidios que siguen en pie a las empresas y para pagar la deuda pública (en pesos), por el otro.

El proyecto de nuestro bloque es un instrumento para luchar contra la confiscación directa del salario y contra la distorsión ideológica que presenta al salario como un “ingreso” -lo mismo que los dividendos de los accionistas o las remuneraciones de los ejecutivos.

Nuestro proyecto ya ha sido recogido por una parte del movimiento obrero. Decenas de delegados y activistas aeronáuticos manifestaron su apoyo al proyecto en una reciente reunión en el Congreso. Allí se lanzó un petitorio para todos los gremios de la actividad y para que, en el interín, la patronal absorba el impuesto, como ocurre en Banco Provincia, Tiempo Argentino y otras empresas.

Desarrollemos esta campaña en todos los sindicatos.

¿Paritarias o rodrigazo?

A nadie escapa que las paritarias están en el ojo de una tormenta. En un cuadro de tarifazos concretados como el del transporte de colectivos y otros por venir en los servicios, de impuestazos provinciales, de una escalada de precios y un ritmo devaluatorio que se pretende mayor a la inflación para “corregir el tipo de cambio”.

Para la clase capitalista si los salarios acompañan todo esto, nada habrá tenido sentido. Es decir, se pretende una reorganización económica donde el “ancla” antiinflacionaria sean precisamente los salarios y jubilaciones, y con ellos un enfriamiento de la economía que evite una híper. Algo que ya empezó con el “amesetamiento” de la actividad económica, como resultado de una caída del Mercosur, del cepo cambiario y de importaciones, y el deterioro del poder adquisitivo en 2013.

Por otro lado, este ajuste se hace cada día más difícil hacerlo en cuotas. Lavagna, referente económico de Massa, ha dicho “el rodrigazo en cuotas no funciona”. González Fraga, el ex presidente del Banco Central radical, es más preciso e indica que hay que partir de una devaluación importante para después hacer “flotar” el tipo de cambio. Remes Lenicoff, el ex ministro de Duhalde, puso hace un mes el tipo de cambio oficial “lógico” en ocho pesos.

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El debut de Granados

La presencia de Cristina Kirchner en una conferencia de prensa con el nuevo ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Granados, no dejó dudas sobre el respaldo presidencial al giro derechista de Scioli-Insaurralde.

En su debut, el ex intendente -autor intelectual de los escuadrones de la muerte municipales en Ezeiza-, le liberó el territorio a la patota que atacó a Sergio Massa en La Matanza.

La Bonaerense declaró oficialmente que la agresión no fue “previsible”. Sin embargo, se trató de tres ataques sucesivos y escalonados. Los agresores frenaron a un enorme conjunto de hombres y móviles, al estilo de la viejas caravanas menemistas. Interrumpir semejante despliegue dimensiona la magnitud de la agresión.

Con sus palabras, Luis D’Elía dio la señal de largada de una guerra de patotas: “El pueblo peronista reaccionó ante la provocación de Massa”. El “gandhiano” Scioli retrucó haber sufrido agresiones antes, como si eso lo absolviera de semejante práctica.

Nuestros militantes de La Plata fueron atacados -con el saldo de un herido- por patotas de Pablo Bruera con camionetas de la municipalidad. Ello, sin que intervengan los patrulleros que presenciaron la agresión, antes de las primarias de agosto.

 

La Bonaerense contra las huelgas

El reforzamiento represivo en la provincia no interfiere a las agresiones de las patotas paraoficiales. Sirve, en cambio, para atacar a las luchas obreras. La Bonaerense fue desplegada contra la huelga de Impresores, por orden judicial. Así, la infantería de la Bonaerense fue colocada al servicio de una patronal del Opus Dei, en el marco de un pedido de la Cámara Empresaria del Parque Industrial de Pilar -el más grande y negrero del país- para terminar con los piquetes. En la misma semana, una patota sindical al estilo Pedraza (con barrabravas) atacó la huelga de Cerámica Lourdes, llegando a herir con un puñal a un compañero. La patota, que pertenece al Sindicato Ceramista, contó con territorio liberado.

 

Giro

Es evidente que este giro represivo forma parte de una política más general, en el marco de los ajustes que se vienen.

La pretensión de centrar la agenda de la campaña electoral en torno a “seguridad” encubre este propósito. El voto al Frente de Izquierda es un arma para golpear la perspectiva del ajuste y preparar las luchas de los trabajadores, que ya adelantan los gráficos de Impresores.

La madre de las derrotas

Disgregación del PJ y de la burocracia

En la “madre de las batallas” se produjo la mayor derrota del kirchnerismo. En Buenos Aires, el gobierno perdió un millón cuatrocientos mil votos, en medio de un cisma en el PJ bonaerense. Massa ganó en 74 de los 135 distritos e hizo elecciones importantes en muchos de los que quedaron del lado oficial. Con sólo una veintena de intendentes alineados con él, le ganó a Cristina y a Scioli en cincuenta municipios más, los que estaban alineados con la Rosada y la billetera de De Vido.

Desde luego, Massa apiló intendentes “llave en mano” sin ninguna diferenciación política, con el solo agregado de los del macrismo. Otras presencias, como De Mendiguren, Daer o Solá, tampoco. Y, desde luego, los hombres que integraron sus listas como opositores a los intendentes oficiales fueron los heridos y despechados de las viejas listas. Por ejemplo en Merlo, cuatro listas disputaron la primaria distrital de Massa, todas provenientes de algún momento de la gestión de Othacehé, aunque ganó el rompimiento más antiguo y alejado.

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Unidad de la burocracia o unidad de clase: elecciones y sindicatos

Mientras Massa llamó a la unidad del sindicalismo ante un millar de elementos de cuatro de las cinco centrales, la CGT Balcarce llamó a reventar las urnas con el voto al kirchnerismo. Una reproducción de la crisis del FpV, donde Scioli “juega” por adentro y Massa por afuera. Después vendrán otros tiempos.

Como la lista de Massa incluye elementos de la CGT Balcarce y de la CTA Yasky, podríamos hablar hoy no ya de cinco reagrupamientos burocráticos, sino de por lo menos siete -al menos hasta octubre. En este punto, hay que anotar sectores del moyanismo como Murúa, de plásticos, y otros de Aguas Gaseosas que se están pasando al massismo. Pero puede tratarse de un malón en un futuro próximo, teniendo en cuenta la caída libre de De Narváez -la lista que integran Moyano y sus hombres.

La desintegración del kirchnerismo agravó hasta nuevo aviso la disgregación de la burocracia sindical. En este cuadro, se han producido los llamados de Massa y los gestos hasta del propio Caló en el sentido de una unidad futura.

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Abolir el impuesto al salario, no “corregirlo”

El tema ganancias sobre los salarios es uno de los que más repudio desatan contra el gobierno en las fábricas y lugares de trabajo. Cerca de tres millones de trabajadores están afectados, especialmente, con el cobro del aguinaldo. A partir de allí, se abrió un debate nacional. Y con él, un torneo de demagogia.

Ante todo digamos que la burocracia sindical tiene una enorme responsabilidad. Las centrales obreras no han organizado una lucha decidida que habría contado con el favor de todos los trabajadores, más aún si se asociara al reclamo de la recuperación de las asignaciones familiares, otra confiscación kirchnerista. Esas reivindicaciones fueron el impulso del paro del 20 de noviembre pasado. Pero toda la burocracia, y en particular Moyano, se dedicaron a trenzar con el PJ, oficial o disidente, y abandonó esta lucha.

Nosotros, con el Sutna San Fernando y el clasismo, nos movilizamos a fines de mayo al Ministerio contra el impuesto al salario, mientras reclamábamos un plan de lucha de la CGT. Aluar ha parado, logrando que la patronal absorba parte del impuesto. Ahora, pararon los portuarios por su anulación. En ese contexto, el paro camionero, aislado, fue una maniobra para disimular la responsabilidad de Moyano. La burocracia ha impedido que el movimiento obrero termine con este impuesto mediante la acción directa.

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Mirta Tundis o el continuismo de Massa

Es vox populis que si Massa habla se le pueden complicar las cosas al “intendente exitoso” que tropicalizó de palmeras su distrito. Por lo pronto empezó a hablar Mirta Tundis, quien ganó audiencia trasmitiendo informaciones para jubilados, pero al ser requerida por algunos programas televisivos empezó a mostrar la posición del massismo sobre el tema.

En primer lugar convalida la política oficial sobre el Fondo de Sustentabilidad del Anses, explicando que “es un fondo de emergencia” y apoyando su utilización “en inversiones financieras”. Pero la emergencia ya está entre nosotros, es el medio millón de juicios, muchos con sentencia favorable que el Anses apela hasta el infinito, condenando a sus beneficiarios.

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La provincia de Buenos Aires, una batalla crucial

La inclusión de los macristas en las listas de Sergio Massa resultó una tabla de salvación para los intendentes de ese palo e indica que, cruzando la General Paz, el macrismo no existe. Pero Macri fue hasta el final: “Si fuera de provincia, voto a Sergio, con quien hice un acuerdo”, dijo. Para Darío Giustozzi, que se disgustó con estos dichos, el aliado porteño habló demasiado.

Massa se declara de “origen” peronista y plantea una campaña “desideologizada, en función de la gestión y las demandas de la gente”. Busca vender la imagen de “político moderno y transversal” que le sopla su asesor peruano (Sergio Bendixen), una réplica del macrismo. Más allá del “franciscano” Giustozzi, el reagrupamiento de intendentes de Massa ha sido de derechistas consumados. Pablo Bruera, que integraba ese núcleo inicial, fue guardado bajo la alfombra luego de las inundaciones que dejaron 70 víctimas fatales. Ahora, como cadáver político, sólo encontró lugar en el kirchnerismo.

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