La inflación y los grupos concentrados

En un comentario anterior comentaba lo sorprendente de que en un país con una historia inflacionaria única como Argentina se cuestione que la inflación es un problema monetario. En aquel texto me refería al problema de cómo comparar expansión monetaria con inflación y al por qué en Estados Unidos no se observa un aumento en el nivel de precios acorde a la expansión de su base monetaria. La explicación alternativa de que la inflación en Argentina se debe a pujas distributivas de grupos concentrados adolece de dos problemas serios: (1) niega el análisis económico de demanda y oferta al bien dinero y (2) confunde cambios en precios relativos con cambios en el nivel de precios (la inversa del precio del dinero). No me resulta muy convincente utilizar la teoría de los grupos concentrados para sostener de manera indirecta que en Argentina las leyes económicas funcionan distinto que en el resto del mundo. Hay un tercer problema, y es que no explica por qué los grupos concentrados sólo producen inflación de niveles en torno al 25% en unos pocos países como Argentina pero no en el resto del mundo.

Según el argumento de los grupos concentrados, hay grandes empresas que al tener poder monopólico aumentan los precios buscando capturar mayores rentas siendo el verdadero origen del flagelo de la inflación. De este modo, el kirchnerismo puede al mismo tiempo argumentar que ellos no son responsables de la alta inflación quitando el foco de atención del banco central y presentarse como los protectores del consumidor frente al gran empresario. Cuando el asalariado ve sus ahorros derretirse a un ritmo del 25% debe agradecer al gobierno el hacer todo lo posible por ayudarlo en lugar de responsabilizarlo por este problema. ¿Pueden, sin embargo, los grupos concentrados producir inflación?

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Sí, el problema de la inflación es de origen monetario

El último dato de la Inflación Congreso (2% mensual, 25% anualizado) muestra que este problema no parece menguar en la economía Argentina. Con cada informe sobre la inflación Argentina surgen distintas explicaciones que buscan excusar al BCRA de la responsabilidad del preocupante problema inflacionario (por ejemplo aquí y aquí). Quienes rechazan la relación entre emisión monetaria e inflación sostienen que con datos duros es posible relativizar la “teoría ortodoxa o monetaria” de la inflación. Que el origen monetario de un proceso inflacionario se ponga en discusión en un país con un historial inflacionario único es llamativo y hasta preocupante. Negar en economía que el problema de la inflación es monetario es como que un médico niegue que el problema de un coma alcohólico sea el exceso de alcohol. Decir que la inflación es un fenómeno monetario no es de izquierda, ni de derecha, ni de ortodoxos ni heterodoxos, no es otra cosa que demanda y oferta aplicado al bien dinero. Las leyes de la economía, igual que las leyes de la física, no entienden de desacuerdos políticos e ideológicos. ¿Por qué hay, sin embargo, casos como el de Estados Unidos, donde la expansión de base monetaria no genera inflación? O, ¿por qué la inflación es aproximadamente la misma en el 2013 si la base monetaria ha crecido menos que en el 2012? ¿Quiere decir esto que la inflación no es un fenómeno monetario? ¿O será que los datos están siendo interpretados de manera incorrecta por quienes excusan al BCRA de una de las inflaciones más altas del mundo?

No es casualidad que la inflación haya comenzado a identificarse como un problema serio alrededor del 2007, justamente cuando hay un quiebre en el comportamiento de la base monetaria y cuando comienza la intervención del INDEC. En primer lugar, es importante tener en cuenta que la inflación depende de la oferta monetaria total, de la cual la base monetaria (lo que imprime el BCRA) es sólo una parte. El total de dinero que se puede utilizar en el mercado es la base monetaria más depósitos creados en el sistema bancario (lo que los bancos prestan luego de mantener un monto en reservas). Si, por ejemplo, una persona deposita $100 físicos en el banco y el banco mantiene $10 en reservas para hacer frente a retiros y presta los $90 a otra persona, entonces estas dos personas pueden gastar juntas un total de $190 por más que la “base monetaria” sea sólo de $100. De todas maneras, los datos de expansión de base monetaria muestran una correlación llamativa con las tasas de inflación. El siguiente listado muestra la expansión monetaria anual junto a la inflación anual desde el 2007 en adelante.

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Tres décadas y un problema llamado déficit fiscal

Tras tres décadas desde la vuelta a la democracia, el kirchnerismo se asoma al fin de su período con una situación económica con serias complicaciones e incluso con la posibilidad de terminar con otro default internacional. De hecho, las tres décadas democráticas estuvieron signadas por serios problemas económicos como la hiperinflación de fines del 80, la crisis del 2001 y los actuales desequilibrios monetarios. Sin embargo no hay nada nuevo bajo el sol en lo que concierne al origen de los problemas económicos de las últimas tres décadas, que estuvieron marcadas por el mismo problema: déficit fiscal, déficit fiscal y déficit fiscal…

Analizar el caso argentino con énfasis en políticas públicas sin poner la lupa en el problema del déficit fiscal es pasar por alto el problema de fondo. Es como sostener que el problema del adicto al alcohol son los síntomas, o la marca que consume, pero no la adicción al gasto público. El problema de errar en el diagnóstico es que fácilmente puede llevar a proponer solución aquello mismo que produce el problema en primer lugar. Una nueva ronda de tragos para combatir la resaca no es una solución de largo plazo. Ciertamente, tener déficit fiscal algún que otro año no es un problema serio, como no lo es tomarse una copa de vino durante la cena, el problema es la acumulación de déficits fiscales a niveles insostenibles. El problema no es la copa de vino, es la sumatoria. Expandir el gasto público para combatir las secuelas de una crisis de origen fiscal difícilmente lleven a buen puerto.

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El costo de la inflación en el crecimiento económico

Que la Argentina ha crecido a tasas chinas en la era kirchnerista es parte central del relato oficial K. El kirchnerismo pareciera ser, según su propia versión de los hechos, lo mejor que le ha pasado al país desde la Revolución de Mayo. Para que no quepan dudas, las estadísticas oficiales del Indec respaldan el relato. Las estadísticas del Indec, sin embargo, inspiran tan poca confianza dentro y fuera el país que instituciones como el Banco Mundial y revistas como The Economist no sólo han dejado de publicar datos del país, sino que han quitado de sus bases de datos los datos correspondientes al 2007 en adelante. La revista The Economist ha titulado (25/2/12) su nota al respecto “Don’t lie to me, Argentina” (No me mientas, Argentina). Indistintamente de lo que se piense de las líneas editoriales de estas instituciones, su seriedad a la hora de difundir datos estadísticos está fuera de toda duda. Lamentablemente no se puede decir lo mismo del Indec.

El problema de la inflación no reconocida no es menor. Si ya de por sí es esto una cuestión seria, los “errores” en la medición de la inflación afectan a otros indicadores claves como el PBI real sobre el cual se construye el relato oficialista del crecimiento a tasas chinas. No es casualidad que el Banco Mundial haya dejado de publicar no sólo los datos de inflación, sino también los del PBI real desde el 2007 en adelante. Dado que representantes del oficialismo, por ejemplo, Insaurralde, reconocen que la inflación no es la del Indec, es de interés preguntarse qué sucedería con el PBI real si ajustamos la cifras oficiales del Indec por las tasas anuales de inflación publicadas por el Congreso. En esta ocasión quiero comparar tres series: (1) el PBI real [oficial], (2) el PBI real [no oficial] –corregido por Inflación Congreso– y (3) cuál hubiese sido el PBI real si la dirigencia política nos hubiese ahorrado la recesión de 1997 que culminó en la crisis del 2001.

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